EL PAíS › OPINION
› Por Alfredo Zaiat
El profesor estadounidense de Historia de la Ciencia de la Universidad de Stanford, Robert Proctor, inventó el término agnotología. Lo definió como el estudio de la ignorancia inducida con la publicación de datos tendenciosos. La industria del tabaco es una de las áreas que Proctor ha estudiado con más dedicación. Otro investigador, Philip Mirowski, historiador y filósofo del pensamiento económico de la Universidad de Nôtre Dame, aplicó ese concepto a la economía, y lo presentó en su último libro Nunca dejes que una crisis te gane la partida. Existe un sólido bloque de analistas, economistas del establishment y hombres de negocios obsesionados con el kirchnerismo que son maestros en el arte de la agnotología. Se dedican con entusiasmo a la fabricación deliberada de la incertidumbre, la duda y la ignorancia. Están desesperados por construir hoy una interpretación histórica del ciclo económico del kirchnerismo y, tras ese ambicioso objetivo, estrujan cifras y situaciones hasta terminar viciando la evaluación. Uno de los casos más notables, además de cuestionar y negar que hubo desendeudamiento, es que no hubo mejoras en el mercado laboral.
El trabajo informal se mantiene unos puntos por encima del 30 por ciento, la fragmentación y heterogeneidad del mercado laboral aún persiste, el dinamismo del mercado laboral ha disminuido en los últimos años, y queda un núcleo duro de desempleo y subempleo. Pero la existencia de estos desafíos cruciales para ingresar a una etapa de desarrollo no significa que no haya habido sustanciales avances sociolaborales. En esta disputa por orientar el sentido sobre lo que ha sido el ciclo económico del kirchnerismo, en este caso en el mercado de trabajo, resulta interesante contrastar afirmaciones de los agnotólogos y las elocuentes cifras que brinda el Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA). Estadísticas que no ofrecen flancos débiles de cuestionamientos. En el SIPA están registrados todos los trabajadores formales a partir del alta realizada por el empleador. No hay margen para observarlas por su metodología o por la carga de la información. Son los trabajadores anotados por compañías privadas y por el Estado.
Una de las sentencias más habituales de quienes promueven la ignorancia es: “Desde hace cuatro años las empresas privadas no crean puestos de trabajo formales”.
Según la información proporcionada por el SIPA, a junio de 2015 (último dato disponible) el conjunto de empresas privadas en todo el país creó cerca de 169.000 nuevos puestos de trabajo formales. De acuerdo a los registros administrativos que incluyen la totalidad de las declaraciones juradas que realizan las empresas al SIPA, la cantidad de puestos de trabajo formales pasó de 6.322.000 en junio de 2014, a poco más de 6.491.000 en junio de 2015. Esto implica un crecimiento del 2,7 por ciento. Desde inicios de 2015, el crecimiento del empleo registrado se viene acelerando sistemáticamente: mientras que en enero, el crecimiento interanual alcanzó al 1,1 por ciento, en junio llegó al 2,7 por ciento. Esto no significa que no haya problemas en algunos sectores afectados, en especial, por la crisis brasileña, como el rubro automotor. De todos modos la mayoría creó puestos de trabajo formales: de un total de 56 actividades sólo en 14 se ha verificado cierta caída del nivel de empleo.
Otra de las afirmaciones reiteradas por expertos en la agnotología es: “El empleo público crece en forma descontrolada por la contratación de militantes de La Cámpora y para compensar la destrucción de empleo en el sector privado”.
Como se precisó, no hubo destrucción de empleo en el sector privado. Ahora es ilustrativo observar cuál fue la evolución del empleo público. Durante la gestión económica del kirchnerismo (doce años), el empleo público creció menos que el empleo privado. En 2015, según los registros del SIPA, el sector privado no sólo no contrajo su nivel de empleo sino que explica el 56 por ciento del total de los puestos asalariados creados. El aumento del empleo público se entiende por la mayor participación del Estado en la economía. Por ejemplo, el aumento de la inversión en educación pública, entre otras áreas, incrementó la cantidad de cargos docentes en todos sus niveles: excluyendo el nivel universitario, creció un 37 por ciento entre 2002 y 2014. De acuerdo a los datos que surgen del SIPA, durante el período comprendido entre los segundos trimestres de 2002 y 2015, el empleo asalariado privado creció 86 por ciento; mientras que, el empleo público se incrementó 58 por ciento (1,2 millones de puestos). Esto implica que en los últimos doce años, por cada nuevo empleo en el sector público se crearon casi tres puestos de trabajo en el ámbito privado.
Una idea que se reitera para definir que fueron años sin avances en el campo sociolaboral es: “El modelo actual se basa exclusivamente en políticas asistenciales y más empleo público, no ha impulsado la creación de nuevas empresas, el crecimiento del empleo privado y la productividad laboral”.
Las cifras del SIPA nuevamente desmienten esa sentencia: entre 2002 y 2015 se crearon 3 millones de puestos de trabajo formales en el sector privado. Y de acuerdo a registros del Ministerio de Trabajo, hasta el 2014 se habían creado más de 215.000 empresas en el sector privado, mientras que la productividad laboral creció un 35 por ciento. Respecto al empleo, en 2002, el sector empleador privado registraba 3,5 millones de asalariados formales, mientras que en el segundo trimestre de 2015 contabilizaba más de 6,5 millones de puestos de trabajo. Esto implica un crecimiento de la cantidad de asalariados registrados del 86 por ciento. Según el informe de la cartera laboral, el nivel de empleo registrado del segundo trimestre de 2015 se ubicó 59 por ciento por encima del verificado en el mejor momento del régimen de convertibilidad (2,4 millones de puestos más). El reporte de Trabajo explica que “este dinamismo del empleo registrado del sector privado estuvo fuertemente asociado a la expansión y fortalecimiento del entramado productivo nacional con la creación neta de más de 215 mil nuevas empresas formales, durante el período comprendido entre 2002 y 2014”. Lo que significa un incremento del 67 por ciento en el número de firmas empleadoras. En 2014 (último dato existente), se contabilizaban alrededor de 600 mil empresas con empleo asalariado declarado a la seguridad social, uno de los niveles más altos de los últimos 20 años. Por el lado de la productividad, en el período comprendido entre 2003 y 2014, el producto por trabajador se incrementó un 35 por ciento, superando en 6 puntos porcentuales el máximo nivel de productividad alcanzado durante la vigencia del régimen de convertibilidad.
Otra proclama habitual en un espacio dominado por la opinión conservadora es: “Se pactan incrementos salariales en paritarias pero la inflación termina reduciendo el poder adquisitivo de los trabajadores”.
Resultan evidentes los aumentos de precios que desde 2007 se ubicaron por encima del dígito, pero también crecieron los salarios y en casi todos estos años en un porcentaje mayor. Para evitar el espacio confuso de los índices del Indec, utilizando los elaborados por consultoras privadas, el resultado es favorable para el asalariado: la remuneración media real de los trabajadores registrados creció entre 2002 y 2014 un 50 por ciento. El dinamismo de la negociación colectiva, asociada a la activa política de ingresos y a la expansión general de la economía y del empleo dio lugar a un crecimiento notable de los salarios desde el 2003. El salario medio de los trabajadores registrados del sector privado creció 1154 por ciento, pasando de 928 pesos en 2002, a 11.643 pesos en 2014. Tomando como referencia el escenario inflacionario más pesimista, el salario medio de los trabajadores registrados de 2014 fue 37 por ciento más elevado que el observado en el último quinquenio de la década del noventa. El informe del Ministerio de Trabajo concluye que “se podría afirmar que, independientemente del índice de precios que se utilice, el nivel del salario real que percibieron en 2014 los trabajadores registrados es uno de los más elevados de, al menos, los últimos 20 años”. Durante este año se ha mantenido y profundizado esa tendencia dado que las paritarias acordadas fueron en promedio del 28 al 30 por ciento, mientras que la evolución de precios se ubicará en un rango del 20 al 24 por ciento en el año.
El escenario de intensa disputa política mediática provoca que grupos conservadores confundan deseos con realidad, y pretendan forzar la interpretación histórica del balance de la gestión económica del kirchnerismo. Ese empecinamiento termina desorientando a quienes quedan atrapados en esos discursos, ya sea por la evolución posterior de las variables económicas o por el resultado de las elecciones. Son víctimas de la agnotología del mundo conservador.
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