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CARAMELOS SURTIDOS CUANDO TERMINA EL MARATON ELECTORAL
Apuntes para un informe demorado
La imagen de Bush en Londres o de cómo la fuerza no es todo el poder. Una banca para el PJ o de cómo se sigue una perniciosa tradición. El saldo electoral o de cómo Duhalde se salió con la suya. La reforma que viene o de cómo Kirchner quiere salirse con la suya, que no es la misma. El Correo o de cómo saber dónde se golpea. Y un romance internacional en crisis.
El politólogo sueco que hace su tesis de posgrado sobre la Argentina corre el severo riesgo de pasteurizarse anímicamente. Sensaciones muy diferentes lo agitan y su ser transita sin solución de continuidad del éxtasis a la agonía. Las sucesivas victorias de su Boquita lo sumergen en un fervor inmensurable, a menudo báquico. Pero su pasión deportiva y su alma de picaflor lo han metido en graves bretes. Un par de entreveros con una rotunda (y muy dada) barra brava de la 12 han llegado, vaya usted a saber cómo, al conocimiento de su más-que-amiga la pelirroja progre, prima del periodista independiente. La colorada, que es de armas tomar, le cortó el rostro y, a lo Kirchner, ni le atiende el teléfono. Para colmo de males, su padrino de tesis, el decano de la Facultad de Sociales de Estocolmo, le ha puesto un ultimátum: o recibe un informe denso y circunstanciado antes de fin de mes o le “saca el besugo” (expresión idiomática sueca que equivale a la criolla “cortar los víveres”). Y minga de licencia (así sea sin goce de sueldo) para ir a Japón a ver Boca-Milan.
Contra reloj, tenso por la abstinencia sexual que lleva ya varios días, carente de data que hace meses que no busca, nuestro politólogo acude a su amigo nativo, el periodista independiente acreditado en la Rosada. Y entre ambos empiezan a tomar apuntes de la realidad local e internacional de cara a un improbable informe que disipe la bronca del decano. Los apuntes son desordenados, impresionistas, basados en la lectura de los diarios de una semana, en un pequeño país que le ha comido el coco y el corazón al escandinavo.
El conquistador oculto
La escena de estos días, pontifica el periodista, no ocurrió en las pampas. Sucedió en pleno enclave imperial, en Londres, convertida en una suerte de ciudad tomada por fuerzas de seguridad y servicios de inteligencia para proteger a George W. Bush del repudio masivo. A meses de conseguir una arrasadora victoria bélica, el líder del más grande imperio de la historia de la tierra no puede transitar, sin que medie una parafernalia alienante en su derredor, la capital del país que gobierna su principal aliado. Ni puede acudir a su Parlamento si desea evitar rechiflas y repulsas estentóreas.
La clásica escena del conquistador ovacionado, de los ramos de laurel materiales o simbólicos, de la alegría (real o falsa) de los súbditos a su paso no rige más, seguramente por primera vez en la historia de la humanidad. Cuando se decidió la invasión a Irak millones de personas marcharon en pie de repudio a la barbarie del imperio más poderoso de que se tenga memoria. Escondido, ejercitando una ostensible clandestinidad, el emperador dio fe de que esas marchas no fueron vanas catarsis. No carece de poder el imperio pero tampoco todo lo puede. No puede con la rebeldía iraquí, no puede con la convicción de musulmanes suicidas, no puede con el desprecio de mujeres y hombres sajones de habla inglesa aun jugando de local.
Las armas, el dinero, la manipulación mediática son herramientas potentes pero el poder, relación entre seres humanos, se nutre también de otras vertientes. Huérfano de predicamento moral, George W. Bush vivirá privado del privilegio y el fasto de otros césares que, en el campo de batalla, prevalecían con más esfuerzo que él... pero que en el ágora convencían más que él. Jamás tamaño rey estuvo tan desnudo como George W. en Londres junto al traidorzuelo Tony Blair.
Las divisiones del Papa
“‘¿Cuántas divisiones tiene el Papa?’ –tipea fervoroso el sueco, sanateando de lo lindo sobre moral y política–, dicen que decía Stalin cuando lo advertían del poder del Vaticano. En su prolongada agonía JuanPablo II, el papa reaccionario que ayudó a sepultar el socialismo real, podría reírse largamente de la miopía del georgiano. Eso sí, sin decir ni una palabra acerca de monseñor Héctor Aguer, fiador del banquero Francisco Trusso con la friolera de un millón de pesos. Y sin soltar prenda acerca de tantos sacerdotes acosadores de menores, abusadores del poder, perversos, que la crónica diaria pone de manifiesto y que la Santa Madre ampara en su estrepitoso silencio mientras levanta, impiadosa, inquisitorial, su dedito para hablar de los corruptos de la Ciudad de los Hombres.”
De Vaca a Leguizamón
“Si el poder contiene un ingrediente ético, nacerá chueca de poder la banca que ocupará María Laura Leguizamón en el Senado, tigre desacreditado siempre proclive a añadir manchas en su lomo.” El periodista discurre y el politólogo toma apuntes tratando de no pensar ni en las torneadas piernas de la prima pelirroja ni en las patizambas (y aún mejor cotizadas) de Carlos Tevez.
Leguizamón era, en la boleta electoral, la segunda de Gustavo Beliz, quien fue vencido en la urnas por Alfredo Bravo. Con un argumento formalista que privó de validez al voto de miles de porteños, Beliz acudió a la Justicia, esa que hoy pretende sanear hasta el tuétano, para torcer el resultado. La Justicia de los hombres, esto es Comodoro Py y la Corte, le dio la razón. En el camino, que insumió casi dos años, Bravo falleció lo que (sin quererlo nadie, claro está) le añadió un matiz simbólico al despojo. El entuerto requería una solución política, pero se optó por los atajos tribunalicios, al modo del flamante abuelo Carlos Menem.
El peronismo senatorial acompañó a quien sigue motejando “Zapatitos blancos” y a quien detesta con énfasis... las broncas son las broncas pero una banca para el PJ es factor de unidad. El kirchnerismo tuvo sus dudas y sus idas y vueltas pero en definitiva hocicó en pos de una banca de una dirigente que por añadidura es duhaldista, esto es, integra la tropa del aliado más consistente del Gobierno dentro del justicialismo.
Leguizamón, la segunda del que salió tercero, engruesa una infausta tradición justicialista: la de las bancas usurpadas a la soberanía popular. Su primer caso fue el de Eduardo Vaca, quien, previa componenda con la Ucedé, le birló el curul a Fernando de la Rúa. Vaca, un dirigente avezado y astuto del peronismo porteño, transitó sin pena ni gloria su mandato, herido por su ilegitimidad de origen. Luego vendrían los senatruchos menemistas. Ahora será el turno de la joven a la que casi nadie votó y que casi ninguno de sus representados conoce. ¿Se tratará alguna vez la reforma política en el Senado? ¿Con qué legitimidad votará una purificación del sistema la senadora ingresada por la ventana?
“Contáme algo de la reforma política”, le implora el politólogo al periodista. “A mis comitentes los excitan esos temas institucionales”, se entusiasma.
Una reforma con premio
El periodista consulta su libreta de tapas de hule, alguna merca tiene, porque algunas carpetas con propuestas de reforma política vienen y van en la Rosada. El tema le viene a cuento porque hoy, domingo 23, termina el maratón de elecciones 2003. Un calendario demencial que Eduardo Duhalde aceptó o hasta prohijó, despegando las compulsas provinciales y a veces hasta las municipales de las de autoridades nacionales. Duhalde lo hizo, a su manera, aceptando las imposiciones de la realidad y manejando con astucia el poco poder que tenía. En pos de las elecciones nacionales que amañó en su fecha y en el capcioso sistema de neolemas, les dejó a los caciques provinciales el manejo de sus respectivos calendarios. Obtuvo lo que pretendía, que era el máximo que podía ganar en su provincia y en lanación. A los líderes territoriales les dejó comer lo suyo: una saga de revalidaciones.
Las elecciones provinciales que epilogan hoy en la reñida contienda entrerriana arrojaron un saldo conservador, predecible. Nueve gobernadores fueron reelectos y casi todos los oficialismos (otros once) ganaron. Tierra del Fuego, Chubut, San Juan fueron apenas excepciones. Entre Ríos no puede alterar la tendencia.
Ese voto por el mal menor, por lo acostumbrado, a veces por la identidad política provincial (que también existe) no significa una firme revalidación a los mandatarios provinciales. Néstor Kir-
chner lo sabe bien. Hace unas semanas estuvo en Bariloche, pocos días después de la victoria radical en Río Negro. Victoria que fue producto, precisamente, de la ventaja que sacó la UCR en Bariloche. Pablo Verani, el caudillo del partido dominante y ganador, fue chiflado sin piedad. “La gente vota bien, elige lo sensato dentro de lo que hay, pero limita el apoyo”, tradujo Kirchner quien, por ahora, aduna votos y aplausos. Verani, en Bariloche, en un tono más light, la pasó como Bush en Londres.
El conservadorismo bipartidista sigue consagrando al radicalismo como la segunda fuerza nacional y a un peronismo nada reformista como primera. Kirchner desea que en 2005 las cosas cambien. Los comicios de entonces serán parlamentarios, más aptos para ejercitar la expresividad del padrón, menos polarizados. Buena ocasión para los candidatos transversales o sencillamente nuevos. Para facilitar el crecimiento de los transversales -un casting tutti fruti que incluye a Luis Juez, Carlos Rovira o Aníbal Ibarra– la Rosada maquina unificar las elecciones de 2005. Razones no faltan. Es un delirio, costoso además, escalonar tantas veces los comicios. La repetición de las rutinas democráticas fastidia, erosiona su potencial simbólico, degrada la representación. Lo útil en este caso viene emparentado con lo agradable: la unificación sería funcional al proyecto de nacionalización de las elecciones que, de mantenerse el escenario actual, favorecería al oficialismo. También lo forzaría a definir sus aliados. Hoy, por ejemplo, en Entre Ríos muchos corazones afincados en Balcarce 50 palpitan junto al peronista disidente Emilio Martínez Garbino, pero todo el gabinete y aun la primera dama pasaron por la provincia apoyando al versátil Jorge “Chino” Busti, un setentista que supo ser menemista, duhaldista y kirchnerista en los respectivos momentos precisos. La verdad número veintidós proclama que el oficialismo es la fundante, la más perenne de las Tres Banderas.
Avanza la Dama
El 2005 puede parecer distante a la gente del común y el 2007 emparentarse con la eternidad. Pero los políticos tejen su futuro mirando las elecciones por venir y, desde ese ángulo, cuatro años no son tanto. El lunes, en un escenario que era una incitación a la chicana –el predio de la Sociedad Rural regenteado (y facilitado sin paga) por Francisco De Narváez– se conmemoró el primer regreso de Juan Perón. El Día del Militante sirvió de cabal lanzamiento porteño del jefe de Gabinete, Alberto Fernández. Diz que no pero Fernández aspira a suceder a Aníbal Ibarra como jefe de Gobierno. Una aspiración que, vista desde hoy, incluye varias etapas. Una de ellas es la “instalación” del candidato que tuvo su puntada primera el lunes en el predio ferial. Otra será hacer algo con el impresentable (pecado venial) y perdedor (pecado capital) PJ de la Capital. La intervención es una espada de Damocles que el kirchnerismo no se anima aún a activar pero que pende ahí, disponible.
La movida dejó algunos datos llamativos. El primero fue el look progre que se le imprimió, con algunos emergentes de la cultura popular acompañando a Fernández. Una presencia, por su peso institucional, atrajo especialmente la atención: Estela de Carlotto, que no suele ser una asistente asidua a actos proselitistas, se sentó en la mesa central del festejo.
El segundo fue la concurrencia de Cristina Fernández de Kirchner, cuyo perfil bajo es todo un testimonio acerca de la disciplina y organicidad de la “mesa chica” que rodea al Presidente. La senadora, en este caso particular, ofició en un rol estelar. Su oratoria puso el pico más alto del encuentro y dejó en claro que el jefe de Gabinete, en territorio porteño, tiene banca oficial.
El tercer dato era la presencia de varios ibarristas, actuales o en tránsito, en un lugar central, como dejando constancia de una alianza que aún se está construyendo. Y que estos días de “cierre de listas” está tensada por los tiras y aflojes inherentes a la formación del nuevo gabinete del Gobierno de la Ciudad. Amigos son los amigos pero porotos son los porotos y socializar el poder es más difícil que hacer campaña juntos. Por ahora, las pulseadas son silenciosas y parecen primar las buenas ondas y la mirada a futuro. Por ahora.
La tribuna, chita
El sueco ya ni escucha a su amigo. La agenda del periodista sólo le suscita hastío y morriña. Pero el cronista insiste y le porfía que el decreto cancelando la concesión del Correo tiene su miga. Kirchner demostró ahí su uña de guitarrero, metaforiza folclórico.
En efecto, el Presidente atacó a las líneas adversarias en su flanco más débil. Ninguna bandera extranjera, ningún rey, ningún primer ministro que se maneja en euros defienden a Franco Macri. Y la gestión del Correo ha sido escandalosa. La decisión, inimaginable hace un semestre, llegó casi sin oposición pública. Lo más patente, en ese sentido, fue una solicitada del propio concesionario, francamente concesiva y poco belicosa. El poder es relación entre seres humanos, no es un bien estático. Kirchner ha logrado incrementar el suyo y el de lo público y degradar el de las privatizadas. La correlación de fuerzas ha variado, lo cual no quiere decir que sea equivalente o que la puja haya terminado. Pero poner fin a una concesión sin una grita feroz de la derecha es un buen registro del tiempismo del Presidente.
Seis meses tomará decidir el nuevo destino del Correo y llama la atención la falta de propuestas alternativas a la reprivatización enunciada por el oficialismo. Los correos son en muchas latitudes, incluidas las del capitalismo más avanzado, oficiales. La Argentina tuvo su buena empresa estatal de comunicaciones por más de un siglo y ahora podría recuperarla. Nadie dice que deba ser así pero tampoco está escrito que no deba ser así. La falta de propuestas de la oposición de centroizquierda o de los apoyos críticos parece un síntoma de la ausencia de dinámica, de creatividad y de aptitud propositiva de los que se reclaman a la izquierda del Gobierno pero, que puestos en acto, sólo funcionan como analistas de sus logros o agachadas.
Una de las virtudes de la actual administración es haber corrido a la izquierda el escenario. Bueno sería que tomaran razón de ello quienes, por no estar en la gestión, tienen más tiempo y menos ataduras para enriquecer el debate público. La política no la hacen solo los gobiernos, ni aún los más decididos y más poderosos. La tribuna, los contras, los pueblos tienen su voz y su silencio no es una imposición sino apenas una renuncia. Y su voz vale, aunque a veces dé la impresión de rebotar en el vacío.
Si lo sabrá George W. que no puede ni pasear por las calles de la capital del país de su principal aliado.
Un timbrazo trémulo
El politólogo sueco ya ni escucha. El centroizquierda nativo, tan diferente al de sus pagos, lo aburre. El peronismo directamente no tienehomólogos en Escandinavia, pero al menos es entretenido. Hablando de entretenerse, el hombre ha tomado una decisión táctica. La tarea para Estocolmo cuenta con algunos días para realizarse y la ausencia de la prima pelirroja no se banca más. Así que se emperifolla algo, compra un perfume y un ramo de fresias y corre presto al edificio de varios pisos donde mora la pelirroja. Toca el timbre, trémulo de emoción y de deseo, mientras ensaya un verso pasable para justificar su agachada. Cuando la deseada voz responde, tararea la marcha peronista. Es que la colorada progre, que era filogorila, ahora se ha vuelto kirchnerista.