Dom 23.11.2003

EL PAíS  › ELIAS CARRANZA, EXPERTO EN CRIMEN

“El sistema es el que genera inequidad y delito”

Argentino radicado en Costa Rica, asesora a la ONU en prevención del crimen y tratamiento de los delincuentes. Descree de la tolerancia cero y piensa que la única manera de bajar la inseguridad es subir fuertemente la equidad social y la transparencia.

› Por Carlos Rodríguez

“Estamos en presencia de un sistema de economía mundial que distribuye inequidad y causa graves problemas sociales, entre ellos el del delito y el de las políticas de ‘mano dura’ que no son solución”. Elías Carranza es un argentino nacido en Rosario que vive en Costa Rica y trabaja como experto de la ONU en prevención del delito y tratamiento del delincuente. Como tal, es enemigo declarado de la tolerancia cero que nació en Nueva York y recorrió buena parte del mundo en la última década. “Habría que declararle la tolerancia cero a la exclusión social y promover políticas de integración para que no haya sectores excluidos sin accesos a los servicios básicos y al sistema de bienestar social”, es la propuesta de Carranza para la Argentina y el resto de América latina. Carranza sostiene que los estudios económicos recientes determinan que “a mayor inequidad social, mayor delito”. La otra pata importante, según Carranza, además de combatir la corrupción policial, es lograr “una buena y sobre todo transparente negociación de la deuda externa” sin hipotecar el futuro.
En una entrevista con Página/12, mientras participaba en la Facultad de Derecho de las Jornadas sobre Mecanismos de Control del Sistema Carcelario y Acceso a la Justicia, Elías Carranza afirma que la corrupción policial “es un fenómeno cierto y no sólo en la Argentina”. Carranza, director del Instituto Regional de Naciones Unidas para América y el Caribe para la Prevención del Delito y el Tratamiento del Delincuente, define la gravedad del problema de la corrupción al señalar que “los delitos más graves son cometidos por grandes mafias policiales, que como acumulan gran poder también delinquen con gran poder”. Aludiendo tanto a la corrupción policial como a la negociación por la deuda, Carranza es optimista y cree que “el nuevo gobierno (de Néstor Kir-
chner) merece un voto de confianza, pero el desafío es grande y no se van a superar los problemas en seis meses”.
–¿Qué repercusión tuvieron en el continente las políticas de mano dura y tolerancia cero que bajaron del Norte en la última década?
–En todos los países de América latina, desde México hasta la Argentina, y en el Caribe de habla inglesa, las tasas de presos y presas fueron creciendo aceleradamente. Esto se produjo por el incremento de algunas figuras delictivas. El otro factor importante fue que sobre ese problema real se montó el terrorismo informativo.
–¿Y cuál fue la reacción de la sociedad frente a esta situación?
–Hubo alarma social y eso lleva a que se apliquen medidas equivocadas en materia de política criminal. Todo confluye en un círculo vicioso en el que cada vez hay más delito, cada vez hay más justicia penal, cárceles llenas, penas más altas. También se produce la proliferación de armas de uso personal, sin que se logre detener el fenómeno.
–¿Cuáles fueron las razones reales del incremento de algunas figuras delictivas?
–Esto ocurre en América latina y en otros países llamados ahora por el Banco Mundial “de bajos y medianos ingresos” y que antes eran llamados “en vías de desarrollo”. Mientras tanto, en Estados Unidos, en Canadá, en Inglaterra, Gales y en otros países de Europa las tasas de criminalidad se reducen. Es uno de los efectos sociales negativos de la globalización, que trajo algunas cosas buenas en materia tecnológica, pero también una mayor inequidad y este fenómeno en materia de delito y de sistemas de justicia penal. De lo contrario tendríamos que pensar que, de golpe, toda la región se ha vuelto delincuente o peligrosa, lo cual no es así. Además, se criminaliza de manera diferenciada al “pobre diablo” y en menor medida la criminalidad económica y la de “cuello blanco”.
–Las políticas de mano dura y la tolerancia cero.
–Esas son políticas equivocadas que recibimos principalmente del país hegemónico en la región. Es interesante ver cómo en Europa 250 ciudades del Foro Europeo para la Seguridad Urbana, sacaron un manifiesto queestablece en su punto primero, políticas que declaran la tolerancia cero a la exclusión social. Y en el punto segundo, dicen que hay que promover políticas de integración para que no haya migrantes o sectores excluidos sin accesos a los servicios básicos y al sistema de bienestar social. Si eso ocurre en la Europa de los países de más altos ingresos del mundo, en nuestra región, por lo menos por la misma razón, la primera política debe ser un política social de “cero tolerancia” a la exclusión. A eso habría que agregarle una dosis razonable de justicia penal verdaderamente justa, transparente, sin impunidad, severa en los casos que corresponda. Otro grave problema que nos baja del Norte es la prevención por mano propia armada que multiplica los hechos de violencia.
–¿Y qué ocurre en los países ricos?
–También se incrementó la violencia, salvo en Canadá, que ha tenido siempre bajísimas tasas de criminalidad y muy bajas tasas de delito violento. En Canadá hay un homicidio por cada 100 mil habitantes. En Estados Unidos es actualmente siete por cada 100 mil, cifra que la han reducido en los últimos años, pero no por la política de tolerancia cero. Hay que pensar que Estados Unidos ha tenido prácticamente pleno empleo. Es uno de los países con ingreso per cápita más altos del mundo. Esas son razones que inciden directamente en la criminalidad, que no sólo se redujo en Nueva York. En otras ciudades como Boston o San Diego no se aplicaron las políticas de tolerancia cero sino políticas similares al modelo europeo.
–¿Cómo ve el futuro en la región en materia de seguridad?
–No es para ser pesimista, pero para ver la realidad hay que preguntarse hacia dónde vamos. El último informe del Banco Mundial titulado La Pobreza explica que la distancia entre el ingreso per cápita de los países ricos y los países pobres, pasó en los últimos treinta años de 17 a 1, a 37 a 1. Otras mediciones dicen que es 67 a 1. La tendencia va hacia una mayor inequidad en la distribución del ingreso entre países. Estudios recientes del Banco Mundial, utilizando el Indice de Gini (medidor entre países ricos y países pobres) verifican en diversas naciones del mundo que a mayor inequidad social, corresponde mayor delito. Ojo, no estoy diciendo que los pobres son delincuentes. Es un cuadro general, una correlación claramente establecida. De la misma manera, en Inglaterra y Gales, en Estados Unidos, en Japón y en Francia, hay una relación inversa entre consumo per cápita y delito contra la propiedad.
–La economía como termómetro de los niveles de “inseguridad”.
–En los países de nuestra región, donde desde 1980 se aplicó el consenso de Washington, hay sectores que han venido reduciendo notablemente su capacidad de consumo. En este marco general, hay que establecer las explicaciones específicas para el chico que hace un arrebato en la calle o para el jefe de la División Antisecuestros, que era el jefe de la banda o para el delincuente de cuello blanco. El Indice de Gini deja explícito que a mayor inequidad, mayor delito. Entonces estamos en presencia de un sistema de economía mundial que distribuye inequidad y causa graves problemas sociales, entre ellos el problema del delito y de lo que estamos viendo en materia de política penal. El desafío es cómo lograr avanzar en este marco de condiciones tan adversas.
–Usted también participó de un encuentro en el Departamento Central de Policía, con otros expertos, y con víctimas de la violencia policial. ¿Qué impresión le dejó esa reunión?
–Quedé muy bien impresionado en el foro del que participé, en el que se discutieron con la mayor apertura y transparencia, lo que podrían ser las futuras políticas públicas en la materia. Estoy muy bien impresionado y creo que el país, en los pocos meses que lleva el nuevo gobierno, merece un voto de confianza, pero quiero dejar en claro que el desafío es grande y que no debemos creer que dentro de seis meses va a cambiar la situación porque entonces empezaremos con políticas erráticas. Lo que hay que hacer es martillar en el mismo clavo con mucha política social, una buenanegociación de la deuda externa, prevención situacional en la que es tan importante la actuación policial en una medida razonable, y una dosis también razonable de justicia penal transparente, sin impunidad, severa en los casos en que sea procedente, pero siempre razonable.
–¿La corrupción policial siempre acompaña al auge del delito?
–Casi siempre que aparece la mano dura. Es algo que lamentablemente a veces la misma sociedad reclama, pero por eso tienen que tener la mente clara, quienes son los responsables de promover políticas criminales. Es importante que la justicia penal funcione adecuadamente. En momentos de crisis surgen ese tipo de respuestas y no falta quienes, irresponsablemente, se montan en esa política para dictar leyes severísimas porque creen, que de esa manera, se ganan al electorado. Lo único que hace la ley es llenar las cárceles de drogadictos o de delincuentes de menor importancia y agravan aún más el problema.
–¿Cómo debe ponerse fin a la corrupción policial?
–Es un fenómeno cierto y no sólo de la Argentina. En otros países de la región e inclusive en Estados Unidos, se ha visto que a veces, los delitos más graves son cometidos por grandes mafias policiales, que como acumulan gran poder, si no son honestas, también delinquen con gran poder. Además tenemos la tradición de que la fuerza policial fue utilizada en la región en la llamada guerra sucia, en secuestros, robos, asaltos a mano armada. Yo les diría a los responsables de la política que continúen haciendo por lo menos lo que yo vi. En el mismo Departamento de Policía, de manera muy transparente, con gente de la sociedad civil, con alguna gente que vino de fuera del país, poner con mucha claridad los temas sobre la mesa y los que correspondan mandarlos a la Justicia porque son delitos severísimos. Esa es la única manera de sanear la Policía y todas las instituciones.

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