EL PAíS › PANORAMA POLITICO
› Por Luis Bruschtein
El valor de la palabra, el contexto de la palabra Joder, los travestismos de la palabra, las debilidades y sus fortalezas. De eso habló Cristina Kirchner el jueves. Porque Joder se puede decir de muchas formas, hasta con humor. Pero la Presidenta lo dijo con pasión. Joder quiso decir que una mala decisión electoral puede acabar con el trabajo de doce años. “Un trabajo que me costó lo que más quería”, agregó en una zona donde joder se mezcla con el sentimiento y pesa. Fueron las palabras de una presidenta que salió al rescate de la palabra como valor, como compromiso. En su caso fue el recuerdo de un Néstor Kirchner a marcha forzada las 24 horas del día de todas las semanas de todos los meses de cada año. Un Néstor Kirchner soportando la presión de los medios corporativos apenas asumió, la presión de Washington por el ALCA, la presión del FMI y las potencias cuando negoció la quita de la deuda, un emprendimiento en el que muchos habían sucumbido antes que él, un Néstor Kirchner presionado por la corporación militar y por la corporación judicial que cajoneaba las causas de derechos humanos. Un Néstor Kirchner que soportó todo tipo de presiones hasta que el corazón no le dio más. Joder es la palabra de la Presidenta para explicar que no se trata de un juego. Y que todo ese esfuerzo no se puede ir por la canaleta de la memoria de una sociedad de tranco corto.
El falso valor de la palabra como el falso gaucho Alfredo De Angeli que se hace el paisano cuando habla y denuncia fraude en Entre Ríos donde perdió la elección. O la palabra del candidato de la Alianza de derecha en Tucumán, José Cano, que con la complicidad de un juez quiso suspender una elección porque había sido derrotado, y denunció un fraude que nunca pudo comprobar. En una provincia donde hubo tres elecciones –provinciales, PASO y nacionales– y en las tres los números coincidieron y la mentira quedó a la vista. No es sólo la palabra sino la esencia antidemocrática de la actitud, el trasfondo autoritario de pensar que tiene derecho a mentir para anular comicios que ganaron limpiamente los que él considera no democráticos. Así piensa gran parte de la derecha en este país, la misma que antes promovía golpes militares: las dictaduras son para resguardar a la democracia. Algún periodista ya jugó a Cano para integrar un futuro gabinete en el caso de que Macri ganara las elecciones. No es el candidato más democrático. Y tampoco el más posible en el caso de que Macri siga el camino de María Eugenia Vidal que ya anunció un equipo con casi ninguna presencia de sus aliados radicales en la gobernación bonaerense.
La alianza derechista ganó en Jujuy y Buenos Aires, dos provincias que antes eran del Frente para la Victoria. En las dos hizo campaña sucia, rayana en la delincuencia política. La palabra fue un arma para el delito. El radical Morales no hizo honor a su apellido en la campaña jujeña. Manipuló electoralmente el asesinato de Jorge Velázquez, un muchacho que militaba en el radicalismo. Velázquez fue asesinado de un balazo en la localidad de San Pedro cuando intentaron asaltarlo. Morales aprovechó el asesinato de su joven correligionario para acusar a Milagro Sala por esa muerte. Con la complicidad de los medios corporativos armó un gran circo sobre la violencia de los militantes kirchneristas cuando, en realidad, en Jujuy no hay muertos por causas políticas, y menos militantes radicales. En todo caso, las víctimas las pusieron siempre los movimientos sociales. Morales será el nuevo gobernador jujeño sobre la base de esa mentira.
En Buenos Aires, la operación fue contra el candidato del Frente para la Victoria, Aníbal Fernández. El jefe de Gabinete es uno de los pocos políticos que se animó a plantear la posibilidad de despenalizar el consumo de drogas para centrar la represión en los traficantes y fabricantes. Los políticos que protegen a los narcos nunca se pondrían en ese lugar. Con la demagogia en un problema profundo como es el narcotráfico y la operación mediática de periodistas y políticos de la derecha, Fernández fue acusado de ordenar el triple asesinato de General Rodríguez. “¿Usted dejaría a sus hijos con Aníbal Fernández?”, fue la forma miserable de esa campaña. Los políticos que protegen a los narcos se ocultan detrás de la demagogia, nunca propondrían que se despenalice el consumo. Al contrario, serían los primeros en atacar esa línea de acción que les haría perder el negocio. Habría que buscar a los socios de los narcos entre los que se llenan la boca con declaraciones de guerra y propuestas extremas y entre los que tienen vínculos con grandes negocios inmobiliarios y de la construcción que es donde se lavan esos capitales.
Hay un poder político que comienza a estructurarse sobre una lógica similar a la de los antiperonistas del 55. Volverán a equivocarse. Parten de negarles valores democráticos a los gobiernos populares. Para ellos, las políticas populares llevan al desorden económico, pero concitan el respaldo masivo de los sectores favorecidos. Aunque hacen daño al país, según consideran ellos, no se los puede derrotar en forma leal y democrática. Al mismo tiempo, las políticas conservadoras no producen la misma simpatía y nunca les podrán ganar a las propuestas progresivas. Como se trata de salvar al país y las instituciones amenazadas por los gobiernos populares, para los conservadores –a veces disfrazados de progres o izquierdistas y a veces no– cualquier arma es válida para desalojarlos, incluyendo violencia y mentira. Sobre la base de ese razonamiento se fue incubando la violencia de los años ‘70 a medida que los mismos hijos de las clases medias iban desnudando las mentiras que habían montado las generaciones anteriores.
La palabra como representación de lo hecho y de lo que se hará además de lo que se piensa es lo contrario a la hipocresía. El que falta a esa palabra pero actúa como si la cumpliera es hipócrita. También se le dice “careta” y tiene algunos derivados como “caretear” o “caretaje”. Los medios se especializan en esas construcciones donde basta aparentar y no es necesario ser. En estas elecciones se mezcló todo en las urnas. Todo el mundo sabe que Macri es un hombre de derecha y sin embargo hizo campaña reivindicando muchas de las medidas progresivas que tomó el kirchnerismo. La mezcla está en el que lo votó sabiendo que Macri mentía y el que lo hizo convencido que no. Pero en política, debajo de esa ilusión, debajo de lo que es virtual y fantásmico, siempre hay una base material y concreta que genera condiciones que permiten la mentira o facilitan que las crea el que necesita hacerlo. Es un tema para la reflexión. Aunque no se sepa exactamente cuál es la razón, lo real es que todo el mundo sabe internamente que Macri no hará lo que dice. Porque más allá de reivindicar las políticas más progresivas del kirchnerismo, apenas esbozó otras propuestas: “Vamos a escuchar”, “la política del diálogo”, “hablaremos con todos los sectores”, “impulsaremos el progreso de cada argentino”, “estaremos allí cuando cada argentino necesite nuestra ayuda”, todas cosas que no hizo en la Ciudad de Buenos Aires.
Habrá que analizar los motivos para poner el voto en algo cuyo discurso no se cree demasiado. Pero lo más importante es lo que se esconde detrás de ese discurso que es esencialmente engañoso. Y para empezar a entenderlo, el dato más significativo es la campaña que han comenzado las usinas del neoliberalismo ortodoxo. Son los que preparan el terreno. Su tarea ahora es pintar un escenario catastrófico que el Gobierno estaría tratando de disimular. Lo real es que se trata de uno de los pocos gobiernos que deja el país mejor de lo que estaba cuando asumió. Pero los economistas del PRO, como Carlos Melconian, Alfonso Prat Gay, Federico Sturzenegger, José Luis Espert o el mismo Rogelio Frigerio y en general todos los exponentes de lo que fueron las políticas de los ‘90 se están esforzando por crear la sensación de que el gobierno que asuma deberá tomar medidas “dolorosas pero necesarias”. En esa fórmula está la excusa para volver a las andanzas: devaluación, endeudamiento, ajustes, entrega de las riquezas naturales, cierre de fuentes de trabajo, aumento de la desocupación, la pobreza y la marginalidad. Para eso necesitan pintar un cuadro amenazante de crisis terminal, sin reservas, con déficit, sin crecimiento ni competitividad y con inflación, que exige tomar las famosas “medidas dolorosas, pero necesarias” como cuando bajaron 13 por ciento las jubilaciones y los salarios. No pueden recetar estas medidas dolorosas ahora porque no se ve la necesidad cuando aumentó el consumo y muchos se han ido de vacaciones o a ver a Los Pumas. Hasta ahora Macri habló de bueyes volando, pero cuando sus asesores económicos hablan “de la bomba que deja el kirchnerismo en la economía” es porque están preparando las conocidas “dolorosas pero necesarias”.
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