Jue 12.11.2015

EL PAíS  › OPINION

Ahora es cuando

› Por Mariano Molina *

Innumerables llamados, mensajes, visitas, diálogos inconclusos, publicaciones en redes sociales. Angustia, preocupación, bronca, desilusión... Pasan los días. Hay que tomarse un rato. Pelota al piso...

Intuyo que debe haber muchas propuestas, estrategias, iniciativas. No hay una línea política definida. ¿Hacer realidad que florezcan mil flores?

La enorme disposición de recursos de las corporaciones mediáticas (que sabemos que son recursos del poder real) no la podemos enfrentar sólo desde medios de comunicación tradicionales. Preocupa la profundidad de la agresión mediática. Su real incidencia.

Lo que sucede refleja una estrategia que tiene potencia. Porque cuando decimos que la parafernalia mediática tiene gran incidencia para generar imaginarios e imponer temáticas en amplios sectores de la sociedad, también se incluyen las estrategias que hacen mella en los sectores más militantes o motivados por la acción política (el nosotros y nosotras).

La escena alrededor de palabras más, palabras menos de Horacio González, son las escenografías que conocemos. Porque si habla y dice lo que piensa, los títulos ya están preescritos. Pero si no dice nada, los titulares acerca de su silencio y “no compromiso” están disponibles. Y si dijera sólo que apoya al candidato y más nada, también están preseteados los títulos con “la borocotización de Carta Abierta”. Estas estrategias de debilitar nuestras fuerzas la conocemos e igual caemos en las trampas de las escenografías mediáticas. Puede haber muchos otros ejemplos de estos días. Hay que cuidarse más; mucho.

Pero estamos acá para pensar, actuar, intervenir en razones y corazones de gente que no votó lo mismo que nosotros y nosotras o de la mayoría de los que leerán estas líneas.

¿Cómo dialogar con el otro? ¿Cuántos otros diversos hay? ¿Qué dice esa humanidad cuando vota? ¿Lo que quiero entender? ¿Qué representaciones tienen? ¿Es inmoral votar a Macri o expresa otras formas de comprensión del mundo y de la sociedad?

La batalla por el sentido es inmensa y a la vez muy concreta. No se pueden responder todas las preguntas, pero podemos accionar, intervenir y hacer evidente algún debate posible.

¿Qué candidato/fuerza política representa un modelo de país más justo? ¿Cuál una forma soberana de defender al país? ¿Quién puede mantener mejor las conquistas de derechos?

¿Hay mucho más para preguntarse? No estamos discutiendo si amamos a Cristina o si Scioli es el mejor candidato. Estamos tratando de elegir qué modelo puede ser más justo, soberano e inclusivo. Así de limitado y también de claro.

No es una interpelación moral. Es una interpelación política, que tratar de poner negro sobre blanco ciertos debates. Creo que es el momento. Y bienvenidas todas las iniciativas.

Lo que está claro es que el diálogo es con los y las diferentes a nuestras formas de pensar. Y en ese diálogo e interpelaciones mutuas, comprender, escuchar y también tratar de llegar al lugar de las diferencias políticas claras. Porque como dice el poeta, acá no hay tongo ni engaño.

¿Aceptaríamos el voto como sea después de 12 años de un modelo popular, progresista, democrático y plural?

No sólo está en juego un resultado, sino una acción. Perder una elección siempre es una posibilidad. Pero si perdemos sin accionar e interpelar, la derrota será más profunda que un acto eleccionario. ¿Podremos mirar a nuestras hijas e hijos a la cara sin haberlo intentado? ¿Podremos seguir hablando que hay que cumplir la profecía tenaz de un mundo mejor? ¿Podremos mirarnos a nosotros mismos, al niño/niña, joven que fuimos y somos?

La vida no está guionada. Si pensamos que estas batallas sólo se definen en la palabra de un candidato en TV o en el andamiaje publicitario, renunciamos a la política, a la idea de transformación por medio de nuestras acciones. Y eso es, al menos para este cronista, casi resignar la vida.

Estos días ya mostraron que hay y habrá infinidad de acciones que son las que pueden lograr –incluso– derrotar lo peor de nuestras prácticas banales e individualistas y las internas mediocres. No hay cuentas para cobrar, hay futuro para construir. En los años noventa votamos por la negativa o el mal peor. Hoy votamos por el modelo que nos asegura un país un poco más igualitario. Y esa acción es votar a Scioli, sin lugar a dudas.

Quienes nos anteceden nos enseñaron que esta lucha significa embarrarse de por vida, porque nuestras causas no se arreglan con una elección; necesitan un largo plazo y generaciones comprometidas. Pero no podemos olvidar que las elecciones definen políticas públicas y horizontes de igualdad.

Quisiera poder seguir dialogando y buscando argumentos. Y polemizar. Pero la hora llama. Hay que dialogar e interpelar, entender a los que no piensan cómo nosotros y nosotras y accionar. Nos vemos luego...

* Periodista y docente.

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