EL PAíS › OPINIóN > PRIMER BALLOTTAGE PRESIDENCIAL EN LA HISTORIA DEL PAIS
Se elige al futuro presidente, por primera vez cumpliendo con la doble vuelta. Finaliza la maratón electoral. Cambios de favoritismo. La distribución territorial y social del voto, dos claves. Buenos Aires siempre gravitante. La continuidad democrática, un avance colectivo. La gobernabilidad y la entrega del mando en regla. Jefes de Gobierno y gobernadores bonaerenses, un detalle.
› Por Mario Wainfeld
Más de treinta y dos millones de argentinos están habilitados para decidir quién será su presidente en los próximos cuatro años. La segunda vuelta se realizará en un contexto de paz social y gobernabilidad sin precedentes. El nuevo mandatario tendrá oportunidades propicias, lo que no equivale para nada a óptimas.
Se enfrentan las fórmulas Mauricio Macri-Gabriela Michetti de Cambiemos y Daniel Scioli-Carlos Zannini del Frente para la Victoria (FpV).
Nunca hubo una votación semejante en nuestra historia. Es el trámite habitual en Chile, Uruguay y Brasil solo por mencionar en la comparación a países hermanos y vecinos.
Llega el clímax de un proceso electoral largo, acaso farragoso, lo que es menos relevante que su limpieza general, la versatilidad activa de la ciudadanía y la participación masiva que fue record un mes atrás.
Es deseable y más que factible que sea una jornada con alta concurrencia, que es regla merced a la formidable vigencia del sufragio universal y obligatorio.
Se enfrentan dos proyectos diferentes o hasta antagónicos. Cuando se termine el recuento de boletas habrá quienes festejen y quienes sufran, teman o que por lo menos tengan bronca. El presidente electo deberá representar a todos, por lógica constitucional pero los rivales llegan con apoyos y “contratos electorales” radicalmente distintos.
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Referencias: Los datos más sólidos para palpitar el desenlace son anteriores pronunciamientos de la ciudadanía: las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO), la primera vuelta nacional y la contienda por la gobernación bonaerense.
El gobernador Scioli le sacó ocho puntos porcentuales al jefe de Gobierno Macri que se acortaron a tres en la primera vuelta. El margen se estrechó mucho y el cambio de color en la provincia revirtieron el favoritismo previo: el FpV estaba en pole position en las PASO y el primer turno nacional. Los análisis ulteriores al 25 de octubre y casi todas las encuestas (que se mentan apenas por respeto a la vulnerable veda) recalculan y colocan a Macri como favorito.
La realidad se expresará en el conteo que promete ser menos lento que los precedentes. Una cultura muy influida por el discurso mediático concede mayor importancia a la celeridad que a la certeza y al rigor. Es equivocada, se corroboró en la primera vuelta: unas pocas horas “de más” no generaron reacciones colectivas ni angustias. Lo fundamental es que el escrutinio sea serio y que sea acatado por los participantes.
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Territorio y clases sociales: En la primera vuelta el crecimiento de Macri se sustentó en varias provincias muy pobladas de la “zona centro”: CABA, Córdoba y Santa Fe. Scioli tuvo sus mejores bastiones en el NOA y el NEA. En la gravitante Buenos Aires consiguió una ventaja mínima, preocupante considerando que es su distrito donde debía contrapesar a otros. Una lectura territorial sugiere que, para tener chances, el FpV debe acrecentar su cosecha en Buenos Aires en forma significativa para balancear las amplias derrotas imaginables en Córdoba y la Capital.
Cambiemos es fuerte en su feudo porteño y le conviene minimizar el gap en el norte argentino. Los cierres de campaña corroboran lo dicho: Scioli armó dos, en Mar del Plata y La Matanza. El líder de PRO fue a la quebrada de Humahuaca.
La territorialidad del voto es una faceta habitual en los análisis previos, de todo nivel y pelaje. Hay otro factor que podría ser central hoy: la estratificación social. Los sectores más humildes son la base de Scioli que solo tendrá perspectivas si hace pie firme en ese sector.
Macri es un emergente de las clases altas, educado en el colegio Cardenal Newman y en la Universidad Católica. El favorito del medio para arriba de la pirámide social.
La exigencia del cincuenta por ciento compele a ambos a incursionar en los grupos o territorios que le son renuentes.
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Formas de ver: En un sistema estable todo recambio expresa un veredicto sobre el gobierno actual. Sobre todo si el oficialismo supo granjearse el favor de las mayorías en tres elecciones sucesivas, por goleada cuando la candidata fue la presidenta Cristina. El FpV en su conjunto será vencedor o vencido hoy. El tablero político del oficialismo y de todo el abanico justicialista se convulsionaría en un escenario de derrota.
Hay dos formas extremas (que pueden mestizarse o complementarse) para traducir los resultados de las elecciones. Centrarse en las campañas y la disputa electoral. O pensar que el mediano plazo es lo que incide: lo vivido y percibido por los ciudadanos en los últimos años. En la cultura norteamericana se habla del “metro cuadrado” que ocupa. En jerga argentina podría decirse por su casa, su manzana, su barrio y su laburo.
Este cronista predica un criterio mixto en el que pesa mucho la valoración de la gestión oficialista, el acuerdo o el rechazo, la afiliación voluntaria, el agradecimiento o la fatiga.
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Vallas y campañas: Hasta acá, Cambiemos superó muchas vallas. Una es la aceptación en el interior de una fórmula puramente porteña, que cambió tendencias históricas del padrón nacional. Otra es la penetración en Buenos Aires. En esta mañana dominical el cuadro está incompleto, es provisorio. Cambiemos ya obtuvo más de lo que esperaba y el FpV menos. Pero la máxima competencia se dirime hoy: ahí quedará reconfigurado el escenario.
Todas las fuerzas opositoras llegaron al comicio con una ventaja comparativa, demarcada por la Constitución. Contaban con su principal figura para competir mientras el oficialismo no podía proponer a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Cualquier candidato del FpV afrontaba esa dificultad. El reemplazo, Scioli o quien fuera, era menos representativo del vigor y espíritu del kirchnerismo. La campaña del FpV reflejó el dilema sin resolverlo del todo. Por momentos hubo dos subcampañas coexistiendo y en ciertos trances pareció haber más de dos hojas de ruta.
La campaña de Macri fue asombrosa aunque eficaz hasta acá. Por lo pronto, consiguió aglutinar más votos que cualquier desafiante del kirchnerismo en las presidenciales de 2007 y 2011. Tanto que llegó a la instancia del ballottage tomando decisiones que fueron criticadas hasta por sus aliados: fórmula “puro PRO”, cero acuerdos con el diputado Sergio Massa en el armado electoral y tras la primera vuelta.
Lo más extraño de su estrategia fueron las repentinas mutaciones, al vaivén de las votaciones y las encuestas. La más impresionante fue su pseudo peronización pronunciada en el día en que Horacio Rodríguez Larreta conservó la Jefatura de Gobierno ante el ascendente neo radical Martín Lousteau. El nuevo discurso es insostenible en términos conceptuales y prácticos: toda suma positiva. Se bajarán impuestos y se sostendrán las prestaciones sociales. Se devaluará pero sin las consecuencias negativas que derivan de esa medida. El punto es que ese relato híper optimista (“a vos te digo que conservarás lo que tenés y sumarás”) prendió mucho en quienes pueden ser perjudicados por un gobierno de derecha o centroderecha. Macri confirmó esa preferencia al pronunciarse sobre leyes de ampliación de derechos de minorías o de recuperación de empresas públicas o la pelea con los fondos buitre o Se abrevia la extensa nómina, que el lector conoce. Desde hace añares el jefe de Gobierno roló el planeta para codearse con dirigentes o autoridades de centro derecha que tienen la franqueza de asumir su bandería.
Muchos argentinos le vienen creyendo aunque sean posibles damnificados de las políticas públicas que se pueden esperar de tal referente.
Para precaver ese riesgo Macri tramitó la vaguedad en la etapa final de la campaña. Se le chispotearon sus referentes económicos en el último mes anunciando mega devaluación y supresión de subsidios ya. Macri ni los refutó ni los confirmó, gambeteó mostrar sus cartas y su gabinete. Hubiera emitido una señal clara si sinceraba la composición de un gabinete integrado por el ex CEO de Shell, o algún otro representante de las grandes corporaciones. Y por un troglodita antediluviano en Salud, sin ir más lejos. No habló más de ir a arrodillarse ante el juez Thomas Griesa. Y calló sobre política en materia de derechos humanos.
Scioli se presentó como un continuador matizado del “modelo”. La coyuntura económica compele a ambos a un programa común en parte: baja de retenciones, abrirse algo a inversiones extranjeras y conseguir apoyos financieros internacionales.
Las variables de empleo y consumo se sostienen pero la restricción es un hecho que exige nuevas herramientas y abordajes.
La diferencia es que Macri se orienta hacia los organismos internacionales de crédito y Scioli busca apoyos en Brasil y China. Y que tiene un pacto electoral con los trabajadores en general, con las industrias ligadas al mercado interno, con las universidades públicas. Todos esos sectores protagonizaron un activo y emocionante esfuerzo en las semanas recientes.
La campaña oficial mostró falencias, su base social y militante se volcó a las calles para “pedir el voto” y pronunciarse en defensa propia. Es imposible calibrar el impacto electoral de ese despliegue pero si Scioli gana deberá contemplarlo y agradecerlo con sus acciones.
Cualquiera de los dos deberá tomar en cuenta la diversidad ya impuesta por el voto. Scioli, el crecimiento del PRO que gestionará las dos provincias más poderosas. Macri se encontrará con un Congreso nacional adverso: el FpV con quórum propio en Senadores y primera minoría en Diputados.
Quien gane contará con legitimidad de origen aunque debe contemplar que la de ejercicio se juega en cada día. Una sociedad habituada a movilizarse en defensa de sus derechos forma parte del inventario. Mirando hacia atrás Macri debe soñar con lo que consiguió el ex presidente Carlos Menem: un giro a derecha rotundo que supo conservar el poder en dos mandatos. Y tomar en cuenta los finales prematuros de los presidentes Fernando de la Rúa y Eduardo Duhalde, un radical y un peronista. Contradecir los intereses populares es contraproducente, es letal reprimir la protesta callejera.
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Encuestas y derivas del voto: En la maratón de elecciones los consultores acertaron y cometieron errores serios. Entre los traspiés se pueden enumerar la segunda vuelta de la Ciudad Autónoma, en la primera nacional y en Buenos Aires. En ésta la falla fue mayor porque le erraron al ganador que fue la macrista María Eugenia Vidal. En las otras “la pegaron” con el vencedor. Los encuestadores también serán noticia mañana, claro que en un rol secundario.
Cambios de talante súbitos de los votantes conmovieron los pronósticos en la CABA, en Buenos Aires, en la primera vuelta.
Ante la experiencia única del ballottage es un enigma si ocurrirá algo similar esta vez o si se mantiene y crece la succión de votantes que consiguió Macri en los últimos meses.
En la semana que hoy termina el triunfalismo macrista indujo a ciertos arranques de sinceridad. El modo canchero y despectivo de Macri en el debate. Las declaraciones brutales del intelectual orgánico Marcos Aguinis contra las Madres y las Abuelas. Los dichos del candidato contra Tecnópolis. Van a contramano de su discurso optimista y catch all. Scioli pareció tener una enjundia nacional y popular un poco tardía pero definitoria.
Si Macri llega a la Casa Rosada será la primera vez para una coalición que representa al centro derecha y a la derecha en elecciones libres. Y el primer mandatario no radical ni peronista. Un cambio de época rotundo que se palpará aún si es batido aunque en menor medida.
Si Scioli prolongara la primacía del FpV en las urnas también sería un record de continuidad.
Hablamos en esencia, de dos porvenires posiblemente distintos. Quien esto firma cree que, con todas sus limitaciones, el FpV representa la continuidad de un período de ampliación de derechos civiles y humanos, ascenso social, creación y conservación de empleos. Y que Macri, más pronto que tarde, elegirá el rumbo propio de una fuerza market friendly con las secuelas imaginables en tal caso.
El pueblo argentino elegirá su destino. Como se ha escrito tantas veces en esta columna no es certero decir que nunca se equivoca. Puede hacerlo sobre todo cuando conoce mejor al oficialismo (que se mide en lo que consiguió, lo que fracasó, lo que le falta) que a la oposición que es virtualidad siempre. La cuestión es que el pueblo tiene derecho a elegir a sus representantes, acertando o errando en la defensa de sus intereses. Es soberano para definir su futuro.
La robustez del sistema es un avance colectivo que dejará enigmas abiertos pero que constituye un patrimonio común a preservar. La jornada cívica repetida es otro record fenomenal y trascendente. En eso todos pueden festejar. El oficialismo contribuyó mucho a este momento culminante de democracia.
En la definición por penales gana uno. Ojalá sea otro día de compromiso en el cuarto oscuro. Y también que quien resulte ungido sepa entender que lo comprometen las demandas que alentó y prometió. No le serán reclamadas por Dios, los Santos Evangelios y la Patria según la fórmula que jurará el 10 de diciembre sino por un pueblo activo y demandante que no será transigente ni pasivo si se atacan sus derechos materiales e inmateriales.
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