Jue 14.03.2002

EL PAíS

“Quieren cambiar a la Corte por unos amigotes”

Virgilio Loiácono defiende a De la Rúa y al juez Vázquez. Entrevistado por este diario, adelanta algunos argumentos que usará ante la Justicia y ante el Congreso. Entre otros, culpar al gobierno bonaerense de la situación del 20 de diciembre. Y sugerir que a la Corte, que elogia, se la persigue por defender a los ahorristas.

› Por Mario Wainfeld

Defenderá a Fernando de la Rúa en el juicio que investiga la feroz represión del 20 de diciembre de 2001. Defenderá a Adolfo Vázquez en el juicio político que le sigue la Cámara de Diputados a los 9 integrantes de la Corte Suprema. Y, por lo que parece, los defenderá atacando. Virgilio Loiácono elogia sin cortapisas a sus dos patrocinados y derrama sospechas sobre el resto del mundo. En especial sobre el gobierno de la provincia de Buenos Aires y el actual gobierno nacional. El ex secretario de Legal y Técnica del gobierno aliancista explica cómo ve la causa que instruye la jueza Servini de Cubría, adelanta algunos argumentos que seguramente invocará su defendido. Y algo más.
La entrevista se produjo durante el programa “En la vereda”, que conduce Quique Pesoa y que se emite por Radio Ciudad.
–¿Conversó personalmente con su defendido Fernando de la Rúa?
–Converso permanentemente con él, es un viejo y querido amigo.
–¿Lo vio personalmente?
–Sí, señor.
–¿Cómo lo encontró?
–Lo encuentro bien, lo encuentro como es él.
–¿Cómo es él?
–Es un hombre muy sereno que sabe afrontar los distintos avatares de la vida, nunca lo he visto ni eufórico ni deprimido. Tiene un envidiable equilibrio de carácter.
–¿Usted cree que ese envidiable equilibrio de carácter se manifestó durante los sucesos del 19 y 20 de diciembre?
–Sí, sí. Fueron días muy duros, era muy difícil separar la paja del trigo. Sobre todo porque la situación no se limitaba a Plaza de Mayo y sus alrededores. Era realmente compleja en todo el país, incluía la situación política con los gobernadores, con el Congreso, con el propio partido. Minimizar la situación a los episodios de choque entre policías y manifestantes en 500 metros a la redonda de la Casa Rosada es ponerse unas anteojeras que a nada conducen.
–No parece que nadie minimice la situación. Es casi al revés, en general lo que suscita bastante escándalo público es cómo se reprimió en esas 20 cuadras.
–Sabe que pasa, hablando con un colega suyo de Santa Fe, me decía que en esa provincia hubo 7 muertos.
–Pero no los mató la Policía Federal.
–Yo he leído el expediente y no está totalmente en claro quién produjo las muertes, es un tema ulterior de análisis. Estaba en vigencia el estado de sitio, con una situación de conmoción interior notable en el país. La provincia de Buenos Aires era tierra de nadie, quien necesitara una heladera, un televisor, un aire acondicionado... era cuestión de ir a la casa de electrodomésticos de la vuelta, pegarle un fierrazo al dueño y llevárselo en auto, en camioneta, a pulso o como fuera, a la vista y paciencia de la policía provincial.
–Tal vez lo que había en juego eran dos formas de obrar la represión. Si se tolera, en un momento de extrema necesidad, o dificultad que se provoquen saqueos o si se elige derramar sangre.
–Es mucho más complejo, porque los muertos que se produjeron en el interior fue casi todos a manos privadas, por la pasividad judicial. Es también sumamente grave que los particulares asuman su autodefensa en forma privada. Si usted analiza el caso del HSBC, es un caso de defensa privada, porque si bien había Policía Federal, había custodios privados, y había un guardia de una embajada, la policía federal que estaba ahí estaba en función de un lugar privado, no en función oficial.
–Tal vez deba sopesarse si las autoridades de la provincia de Buenos Aires tendrían que ser juzgadas. Pero es un tema aparte, el juicio en el que usted actúa investiga un episodio de represión en la Capital Federal donde hubo policías matando gente...
–Acepto su hipótesis. Supongamos que N policías dispararon con balas y a matar.
–Una suposición de sentido común porque hay muertos con balas.
–Su sentido común difiere del mío porque yo tengo por lo menos tres armas que pueden disparar el mismo cartucho que usa la policía. Se venden en cualquier armería, usted va y lo consigue. Y, si no, los puede armar usted tranquilamente, compra los plomos y los arma. Pero este es un tema aparte. Supongamos por hipótesis que policías en forma individual hayan disparado contra... ¿Cuántos policías había en la calle ese día?
–Dígame usted...
–Un millar había.
–Debía haber bastantes más porque los testigos vieron muchos policías de civil en autos sin identificación.
–Bueno, pero supongamos que había, por decir, mil policías armados y tirando a mansalva contra la gente. Si usted me habla de mil policías disparando contra la gente, yo le diría realmente que esto no puede ocurrir sin una orden superior. Ahora, si me dice que, en un par de puntos puntuales de la ciudad, algún policía...
–No son “puntos puntuales” fue una masacre en pocas cuadras...
–No, no, porque tres murieron en Avenida de Mayo, uno en Avenida de Mayo y 9 de Julio, otro frente al Obelisco.
–Por eso, estamos en un radio de poquitas cuadras.
–De todas maneras, sucedió en un lugar bastante alejado de la Casa de Gobierno y de un centro de poder...
–¿Alejado? Estaban a siete cuadras, doctor Loiácono.
–Bueno, son siete... Me gustaría tener una explicación racional de que alguien impartiera la orden de matar a alguien a siete cuadras. Estamos hablando de la orden. Ahora, si algún policía particular, por los motivos que le tendrá que explicar el juez, haya disparado su arma con balas de plomo... Alguien que haya matado... esto es un tema. Ahora de ahí a que el autor de esos disparos sea ángel custodio del jefe de Policía, del secretario de Seguridad, el ministro del Interior y del presidente de la República hay un largo camino por recorrer. Acá se manejan los conceptos del derecho penal y de una forma tan lata que a mi me asusta. Es decir, si yo lo invito a un asado y de casualidad la ternera es producto de un abigeato (robo de ganado) no tenemos por qué ir todos presos.
–Le cambio de tema. Me resulta chocante que al mismo tiempo usted defienda al juez Adolfo Vázquez y a De la Rúa porque, durante años, hubo un enfrentamiento cuasi institucional entre la Corte que integra Vázquez y el gobierno aliancista.
–En esta historia de la llamada “mayoría automática” veo un sentido público de opinión desfavorable a la Corte, que no es ni mejor que tantas otras que hemos tenido. Tengo una invariable y larga amistad con el doctor De la Rúa y tengo también una larga y profunda amistad, afecto y aprecio por el doctor Vázquez y nunca vi incompatibilidad alguna. Jamás sentí, incluso estando yo en función del gobierno, que la Corte estuviera obstaculizando la actividad desarrollada por el gobierno de De la Rúa ni mucho menos. Le digo más, cada gobierno espera o aspira que los jueces le digan que todo lo que hace está muy bien hecho. Justamente, hay división de poderes para que un tercero imparcial ponga coto a los abusos de la autoridad pública. Fíjese que toda esta historia del juicio a la Corte Suprema se fundamenta en que ha tenido la osadía de decir que, quien depositó dólares billetes color verde esperanza, no puede recibir a cambio papelitos de colores cada vez más devaluados.
–La gente del común percibe que la democracia argentina funciona como un contubernio entre dos grandes partidos. Su actuación, doctor, pienso, tiende a fortalecer esa idea. Si Vázquez y De la Rúa, o sea un menemista acérrimo y un adversario político tienen la misma defensa y, según usted, no tienen conflicto, se robustece una idea de que la democracia es una suerte de ficción.
–Vea. La democracia no es una suerte de ficción: es una ficción de marca mayor. Los señores representantes del pueblo que votaron por una amplia mayoría la intangibilidad de los depósitos en un abrir y cerrar de ojos la suspendieron y le devuelven a la gente tiritas de papel. Si andamos mal con la democracia y con la división de poderes lo peor que podemos hacer es censurar a la Corte por sus fallos y hacer un recambio total acomodando cuatro o cinco amigotes que nos digan que todo lo que hacemos está muy bien y que no afecta ninguna garantía individual.
–Cuando usted dice amigotes, ¿piensa que Julio Nazareno, Vázquez y Guillermo López no entraban en ese rango, por ejemplo?
–Yo soy un analista de los fallos de la Corte, algunos me han gustado más, otros me han gustado menos, pero en general el nivel escandaloso que se pretende dar a sus decisiones de la Corte favoreciendo uno u otro... le soy sincero, no lo he apreciado. De todas maneras, lo que se está juzgando acá no es el nivel técnico de la Corte en general, porque la Constitución no establece juicio político a la Corte-institución sino juicio por separado a sus miembros y la causal está claramente determinada: lo que se denomina el mal desempeño.
–Otro tema. Recientemente, el ex titular del Comfer Gustavo López denunció que en esos días usted, junto a otros funcionarios, lo presionó para que no se emitieran imágenes de los hechos? ¿Cuál es su versión?
–Estoy cansado de ver los funcionarios que eran corderitos en las funciones y son leones cuando están afuera. Todo este vigor puesto en la defensa de los derechos individuales de López nunca se lo vi en el ejercicio de la función. Igual, le respondo. El tema que se conversó no pasaba justamente por no pasar las escenas. Era, de alguna forma, emitir en diferido los saqueos. Cualquiera que tuviera la idea de saquear un comercio se estaba dando cuenta de que la provincia de Buenos Aires era tierra de nadie y era cuestión de ir a saquear él también. Los informes de inteligencia o los llamados que uno recibía decían que esto potenciaba la actividad de este tipo de depredadores. Me parece totalmente deshonesto que se la haya hecho trascender.
–La censura de la emisión de noticias no es un tema que deba mantenerse en la esfera privada de los funcionarios.
–Usted tiene un espíritu... le diría yo, para ser gráfico, sumamente evangélico. El Evangelio que dice que cuando uno miró a la mujer del prójimo con deseo ya ha adulterado en su corazón. La cuestión está cuando los pensamientos se traducen en actos. El tema de que algún funcionario haya pensado si convenía o no determinada cosa es una hipótesis de trabajo. Y el tema de pensar, como yo lo conozco al doctor De la Rúa, que hubiera firmado un decreto de esta naturaleza... Vea, yo le aseguro que realmente el que lo dice está totalmente fuera de ubicación y de foco.

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