EL PAíS
› LA MAFIA TUMBERA
Carta para un ministro de un preso que denuncia
El detenido que dijo haber sido tentado para matar a un juez cuestiona al ministro de Justicia por haber desacreditado su denuncia. El insólito caso de dos presos que debían matarse entre sí, por encargo del jefe de su penal, y se amigaron en la celda.
› Por Horacio Cecchi
El descrédito del ministro de Justicia bonaerense, Alfredo Meckievi, a la denuncia del preso de Magdalena que acusó al jefe del penal de encargarle asesinar al camarista Fernando Maroto y al director de Investigaciones penitenciario, Juan Manuel Casolati, tuvo su réplica. Pero no de parte del amenazado Maroto, sino del propio preso. Horacio Oscar Castronuovo, el denunciante, presentó un escrito ante la fiscalía 11 de San Isidro, donde dedicó muy duros párrafos al ministro. Castronuovo pregunta si de su declaración resultó una investigación sobre los denunciados o si es a él a quien pusieron bajo la lupa. Al caso se sumó otro que lo confirma y muestra el ingenio sin límites de los penitenciarios. Página/12 tuvo acceso a la denuncia del familiar de un preso a quien el jefe de un penal le propuso asesinar a otro interno. El preso se negó y fue enviado a una celda de castigo. Allí se encontró con su potencial víctima. Le contó lo sucedido y preguntó por qué lo habían castigado. “Yo también me negué a un encargo –le dijo el otro interno–. Me pidió que te mate a vos.”
El escrito de Castronuovo fue presentado el lunes, tres días después de que se desatara el escándalo sobre el jefe del penal de Magdalena. Castronuovo había denunciado el 19 de noviembre ante el fiscal 5 de Campana que Rubén Puente, jefe de la Unidad 28, le había encomendado asesinar a Maroto y Casolati “porque nos joden demasiado”, a cambio de su libertad mediante una fuga armada. Maroto, enterado por un magistrado de Campana, citó a Castronuovo, quien describió con pelos y señales aquello que había denunciado ante el fiscal. Curiosamente, la fiscalía no dio aviso a ninguna de las dos potenciales víctimas.
Al día siguiente, Maroto (que no es funcionario a cargo del caso sino víctima) denunció la amenaza ante los medios. Casolati no habló porque no estaba enterado. Tampoco era Maroto el encargado de avisarle, pese a que el ministro Meckievi, lanzado a desacreditar al preso, acusó a Maroto de vedetismo y anunció que le iniciaría un jury por no cumplir con su función. Lo que no quedó claro en aquel momento, ni fue aclarado, es si sería posible iniciar un jury a una víctima.
Tres días después, Castronuovo presentó su escrito ante la fiscalía 11. “Esas declaraciones –dice refiriéndose al ministro– parecen más acusar de ser una mala persona al dicente y cuestionarlo por el pasado, que preocuparse por la gravedad de lo que manifiesta.” Luego, agrega que “ya que el señor ministro se retrotrae a mi pasado, el cual jamás negué ante las autoridades, yo también me quiero retrotraer al pasado vivido en el ámbito del Servicio Penitenciario”. Castronuovo acepta haberse fugado en dos ocasiones de dos penales en 1989 y sostiene que las fugas fueron arregladas con personal penitenciario: “No habrían ocurrido si la corrupción no existiera. Que el ministro investigue cómo es posible que unos pocos internos reduzcan a los empleados de la guardia interna y externa (guardia armada) y puedan darse a la fuga, con todo el armamento disponible para la seguridad del lugar”. El preso denuncia además que durante años padeció apremios ilegales, traslados injustificados, vejaciones y desarraigo familiar.
También pide que se investigue otro encargo de asesinato, de 1995, en la cárcel de Azul, donde la víctima debía ser el propio Castronuovo. Y sostiene haber enviado cartas a las autoridades bonaerenses y nacionales en las que denunciaba las irregularidades de un servicio donde “la vida vale lo mismo que una visita íntima o una caja de Rohipnol”.
Las casualidades del SPB hicieron que el mismo día en que Castronuovo presentaba su escrito, un familiar de un preso presentaba una denuncia de aquella práctica que el ministro desacreditaba, pero en sentido doble, porque en este caso el preso era denunciante y al mismo tiempo víctima.
La identidad del familiar, la de los dos presos, y el nombre de la unidad serán mantenidas en reserva para evitar males futuros. Lo interesante es la mente creativa de los penitenciarios: según la denuncia,el jefe y el subjefe del penal ofrecieron todo tipo de beneficios al primer preso si, a cambio, asesinaba a otro. A quien le hicieron la propuesta se negó y fue alojado en una celda de castigo, cuyas condiciones son peores que lo peor de las celdas comunes.
Después de un tiempo, el castigado tomó contacto con quien debería haber sido su víctima, el otro interno, que también sufría las consecuencias de alguna desobediencia. El preso le relató con detalle los motivos por los que había sido castigado. Después, con curiosidad y al amparo de la amistad que había surgido tras semejante confesión, el primero se animó a preguntarle al otro: “Che, ¿y a vos por qué te metieron en el yugo?”
La sorpresa fue mayúscula cuando escuchó la respuesta:
–A mí también el taquero me encargó un asesinato y me negué. Me mandó que te matara a vos.
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