EL PAíS › OPINIóN
› Por Juan Manuel Karg *
La vertiginosa agenda inicial de Mauricio Macri, que contempló decenas de DNU a fin de dejar sin efecto importantes políticas del kirchnerismo –como la ley de medios– también tiene su correlato en el área de las relaciones internacionales. La vuelta de un presidente argentino al Foro Económico Mundial de Davos así lo demuestra, visto y considerando que los tres antecesores directos en ese ámbito (Menem, De la Rúa y Duhalde) no fueron precisamente gobernantes que hayan planteado una diferenciación respecto a Washington y el FMI, como si lo hicieran los Kirchner. Más bien, fueron dirigentes que cumplieron al pie de la norma las exigencias de los organismos multilaterales de crédito para endeudar al país, en un círculo defectuoso que lamentablemente la Argentina parece dispuesta a retomar.
¿Está mal ir a Davos per se? No. Dilma y Lula lo han hecho, por ejemplo, visto y considerando el peso de la economía brasileña en el mundo contemporáneo. Pero ambos se cansaron de plantear allí la urgencia de la reforma del sistema financiero internacional. Y antes de viajar concurrían al Foro Social Mundial de Porto Alegre, mostrando un apego a otras instancias de participación internacional. Es decir: no iban a Davos a acatar, sino a intentar influir dentro de un movimiento de países emergentes, que luego configuraron los Brics, mostrando una alternativa a estas propias instancias. Esto en Macri es impensable, por su formación, pero sobre todo por su orientación ideológica y su marco de alianzas, proclive a aceptar condicionamientos externos.
Una particularidad más en este sentido: a la par de la confirmación del viaje a Suiza, nada ha dicho (ni el ni la cancillería argentina) en relación a la próxima cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), que se realizará el 27 de enero en Quito, Ecuador. Esto se relaciona con un dato evidente para cualquier persona que siga el ámbito de las relaciones regionales: ni Unasur ni Celac han sido organismos que el actual presidente haya mencionado en alguna ocasión en público. No forman parte de su consideración. En esto Macri se diferencia de otros dirigentes conservadores de la región, que contemplan que en la Celac se puede dar una “unidad en la diversidad”: Juan Manuel Santos (Colombia), Enrique Peña Nieto (México), Ollanta Humala (Perú), y hasta en su momento Sebastián Piñera (Chile) tuvieron participaciones en las diversas reuniones que la Celac. Piñera llegó a presidir la misma, y hasta tuvo que cederle la presidencia pro témpore a Raúl Castro, más allá de que indudablemente el “bloque posneoliberal” ha tenido una nítida conducción de este proceso integracionista. El propio Santos, por su parte, cumplió un destacado rol dentro de Unasur a través de su cancillería, antecedente que Macri tampoco parece tomar en consideración.
En relación a estos cambios en la política exterior argentina, en las últimas horas se conoció una noticia que debe ser analizada puntillosamente: Obama parece dispuesto a visitar Buenos Aores tras el viaje que hará a Perú en noviembre próximo, según da a conocer The New York Times. ¿Cuál es el objetivo del viaje a Lima del saliente presidente norteamericano? Su participación en la reunión del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico, instancia que impulsa el recientemente firmado TPP (Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica). Detrás del TPP hay un objetivo bien concreto, planificado durante la presidencia de George W. Bush: aumentar la influencia nortamericana en la región asiática, a expensas de la no participación de China –la segunda economía del mundo– en este tipo de acuerdos comerciales. ¿Qué busca en concreto EE.UU.? Que China no defina las reglas del comercio internacional. ¿Qué significará en concreto el TPP? Que los Estados tengan obligaciones, y las corporaciones derechos, como bien lo demuestra el lobby de la industria farmaceútica contra la elaboración de medicamentos genéricos.
Entonces, ¿es casual que Obama planifique venir a la Argentina luego de este viaje, siendo que antes –y desvinculado de este acuerdo– viajará a Cuba (deshielo) y Colombia (paz), según informa el propio NYT? La respuesta es no. Macri ya se ha mostrado favorable a “flexibilizar” el Mercosur para converger con la Alianza del Pacífico (de la que si habló, siempre elogioso, a diferencia de Unasur y Celac). Por ende, la visita de Obama podría tener un condimento especial para Argentina: sería la piedra fundacional para intentar sumar a un actor clave de la economía regional al TPP. EE.UU. sabe que no será sencillo, puesto que todo acuerdo comercial del país debe pasar por el Mercosur; sin embargo, buscará romper definitivamente la sólida unidad que hasta 2015 tuvo el eje Buenos Aires-Brasilia-Caracas (buscando asimismo formar un nuevo triángulo: Buenos Aires-Asunción-Montevideo).
Este último punto tiene relación, asimismo, con un cambio vertiginoso en relación a los Brics: Argentina ha pasado de pedir el ingreso al bloque –tal como hizo Cristina Fernández ante el propio Lula meses atrás– a decir que revisará los acuerdos firmados con China, entre los cuales están dos importantes represas en el sur del país. Paradójicamente, a sólo diez años de haberle dicho “no” a Bush en la IV Cumbre de las Américas de Mar del Plata –donde Néstor Kirchner ofició de anfitrión– la política exterior argentina sufre una ciclotimia veloz que la puede llevar nuevamente a negociar su participación en un nuevo tratado de libre comercio con hegemonía de la primera economía del mundo. Como se ve, un “cambio” a medida de Washington.
* Politólogo UBA. Analista Internacional.
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