Mié 10.12.2003

EL PAíS  › FELIPE SOLA REASUME EN MEDIO DE UNA TREGUA CON EL DUHALDISMO

Elogios para el caudillo ausente

El gobernador alabó al ex presidente –de viaje por Medio Oriente– y a los senadores provinciales. Una distensión precaria.

› Por Martín Piqué

Muchas cosas cambiaron en tres meses, desde aquel 14 de septiembre en que ganó la gobernación por amplio margen. Aquella noche, cuando los números terminaron de llegar a las pantallas, mostraron que Felipe Solá había sacado más votos que la lista de diputados que encabezaba Chiche Duhalde. Legitimado por los votos, Solá se imaginó entonces comenzando una gestión con la fortaleza que no había tenido antes, en la asunción obligada por la huida de Carlos Ruckauf. Pero no se imaginaba, en esa hora agraciada, que todo sería diferente y que comenzaría su segundo período asediado por los escuderos de Eduardo Duhalde. “Es un gobernador sitiado”, lo definió Elisa Carrió. La frase sirve para entender su situación ante la Legislatura controlada por el duhaldismo. No obstante, por ahora hay tregua, como se comprobó ayer en el Senado bonaerense, donde Solá elogió largamente a Duhalde y a sus hombres de confianza.
La tregua –acordada a partir de una llamada de Duhalde desde Medio Oriente– se reflejó en el discurso que hizo Solá en la jura de los senadores electos. “Mañana (por hoy) comenzaremos un período signado por una esperanza distinta en la patria, la tarea de recuperar la estabilidad mínima necesaria en las instituciones políticas que correspondió a nuestro compañero Eduardo Duhalde”, aseguró Solá en el acto. Unos minutos antes habían jurado los 23 senadores electos en septiembre –la mitad del cuerpo–, entre ellos Antonio “el Tano” Arcuri. Amigo personal de Duhalde, Arcuri fue designado vicepresidente primero de la cámara por presión del propio ex presidente. Aunque Solá pretendía que ese cargo lo ocupara Hugo Corvatta, ayer no se privó de elogiarlo con calidez. Lo llamó “el compañero Arcuri”, como antes había hecho con Osvaldo Mércuri.
Las palabras de Solá hicieron efecto entre los senadores electos. Después de la jura, Arcuri debutó en su rol de conductor real de la cámara (Graciela Giannettasio presidirá las sesiones, pero muchos dicen que su influencia será limitada y que su tarea es, sobre todo, “rodear a Felipe”). “Sería de un mal nacido no apoyar al gobernador. Este Senado siempre apoyó en forma prolija a todos los gobernadores, porque nosotros acá venimos a legislar y darles las herramientas para que puedan gobernar”, se comprometió Arcuri en un breve contacto con periodistas. La buena onda se completó también con varios gestos, como la sucesión de saludos y abrazos que recibió Solá de todos los senadores electos, sin falta. Evidentemente, nadie quería repetir un episodio como el resonado desplante de Manuel Quindimil en las narices del gobernador.
“Era una payasada total, parecía una película de Fellini”, decía anoche un intendente del conurbano sobre la jura de los legisladores y la actitud conciliadora de duhaldistas y felipistas, como también del propio Solá. El jefe comunal sospecha que la paz no será duradera, porque influirán los antecedentes, los objetivos políticos de cada uno y las necesidades del gobierno nacional, que ve en la provincia de Buenos Aires un potencial factor de desestabilización. Por ahora reina la calma, o una cierta armonía que se podría resumir en la siguiente ecuación: las dos cámaras para el duhaldismo y la integración del gabinete provincial a cargo de hombres del gobernador. De hecho, las dos cámaras quedaron para dos duhaldistas de pura cepa –Mércuri y Arcuri–, mientras que en el gobierno bonaerense sólo desembarcó un hombre de Duhalde, Jorge “Oveja” Sarghini, que llegó al Banco Provincia aunque por sugerencia del Presidente.
Hasta fines de la semana pasada, ese supuesto equilibrio no había gustado nada a los duhaldistas, que además de quedarse con las cámaras querían cargos en el Ejecutivo. En ese marco se puede entender el estudiado desplante de Quindimil, eterno intendente de Lanús, o la retirada sin saludar a Solá de los intendentes de Tres de Febrero y Florencio Varela, Hugo Curto y Julio Pereyra. Pero el amague de enfrentamiento sólo duró hasta que Duhalde llamó desde Medio Oriente –adonde acompañó a Luiz Inácio Lula da Silva como secretario permanente del Mercosur– y pactó con Solá una tregua por teléfono.
Como fruto de ese armisticio, los duhaldistas se quedaron con la vicepresidencia del Senado, pero no cumplieron con su amenaza de apartar a Juan Amondarain de la presidencia del bloque. Por un tiempo habían amagado con ubicar allí a Haroldo Lebed, ex secretario de Agricultura de Duhalde.
Amondarain es un hombre de confianza del intendente de La Plata, Julio Alak, y un aliado de Solá en la cámara. Alak y Balestrini (La Matanza) son los dos únicos intendentes de la región metropolitana que todavía apoyan al gobernador. Lo opuesto sucede con Mariano West (Moreno) y Gerardo Amieyro (San Fernando), dos ex integrantes de su gabinete, que no lo apoyaron en su pelea en la Legislatura y terminaron distanciados. Ayer, pese a todo, Amondarain fue electo otra vez como jefe del bloque, mientras que detrás de Arcuri quedaron a Jorge Scarone (PJ) y José Eseverri (UCR).
Detrás de las idas y vueltas en la Legislatura, lo que queda claro es que el poder está en las exclusivas manos del duhaldismo. Serán ellos quienes deberán aprobar, o no, los proyectos que envíe Solá y con eso tendrán la suerte de su gestión en sus manos. Claro que el gobernador también se guardó algunos ases, como el nombramiento de un gabinete sin influencias extrañas (léase conurbano) y hasta la ubicación en carteras claves de hombres enfrentados con duhaldistas en sus distritos. Es el caso de Eduardo Di Rocco, un reconocido adversario de José María Díaz Bancalari. Ese es el panorama que acompañará al gobernador cuando hoy asuma en La Plata, muy distinto del que imaginaba hace tres meses.

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