Sáb 30.01.2016

EL PAíS  › JORNADA DE PROTESTA POR LOS DESPIDOS DE TRABAJADORES EN DISTINTAS AREAS DEL ESTADO

Para mostrarle a Macri lo que son los ñoquis

Las principales manifestaciones fueron frente al Congreso y el Centro Cultural Kirchner. Allí cesanteados junto a autoconvocados amasaron cien kilos de ñoquis y repudiaron la política de achicamiento del Estado implementada por el macrismo.

Cien kilos de ñoquis fueron amasados, hervidos y servidos ayer en plaza Congreso y frente al Centro Cultural Kirchner en protesta por los más de 25 mil despidos en el Estado desde que Mauricio Macri asumió la presidencia. “Querían ver ñoquis, acá los tienen”, ironizó una de las delegadas del CCK, Bárbara Pistoica, minutos antes que Liliana Herrero inaugurara el festival en apoyo a los 450 trabajadores que todavía esperan una respuesta del responsable del Sistema Federal de Medios y Contenidos Públicos, Hernán Lombardi. Hasta ahora, el ex ministro de Cultura de la Alianza, que los dejó en la calle, se limitó a darles la noticia por Twitter y a través de la televisión: “No va a haber más ñoquis en la Argentina”, dijo a principios de año. Ayer, los trabajadores se hicieron cargo y siguieron la tradición de cada 29. “Tomamos el insulto con humor y lo convertimos en una metáfora de cómo concebimos nuestro trabajo acá: muchas manos juntas amasando algo”, explicó Bárbara señalando el ex edificio de Correos (adonde ya no pueden entrar) y a sus compañeros. En Congreso, bajo el lema “la masa es poder”, colectivos autoconvocados por las redes sociales hicieron lo propio y con apoyo de ATE Capital y del sindicato de docentes porteños UTE, prepararon sus porciones al aire libre mientras por la radio abierta se hacían escuchar trabajadores cesanteados de los ministerios de Salud, Justicia, Cultura y de Jefatura de Gabinete, Fabricaciones Militares, Arsat, Renatea, Radio Nacional e Infojus.

Ñoquis

La primera en subirse al escenario montado por los trabajadores del CCK sobre la avenida Alem, por entonces ya cortada totalmente al tránsito en el carril hacia Retiro, fue Liliana Herrero. “Lo que está pasando es atroz, me cuesta cantar con tantos compañeros abrazados, llorando porque no tienen trabajo”, dijo emocionada antes de entonar las primeras estrofas de “Chacarera de las piedras”, de Atahualpa Yupanqui. “Ellos no tienen patria. La patria es una memoria musical, poética, política. ¿Cuál es el libro, cuál la música que sostiene a este gobierno?”, se preguntó ante los aplausos del público. “Yo pude ver cómo estos compañeros trabajaban –siguió–. Así que de ñoquis, nada”. “¡Y si son militantes, qué importa!”, exclamó. Era la primera vez cantaba puertas afuera. “¿Cómo no iba a venir?”, le dijo luego a Página/12, y explicó que el CCK “fue un faro artístico y cultural altísimo”. La lluvia, que había amenazado la actividad, cesó unas horas antes, dejando algunos charcos sobre el pavimento de Alem. El festival siguió con Malena D`Alessio, Pampa Yacuza y Chiqui Ledesma, entre otros.

“Amasa la gente, nosotros cocinamos”, describió uno de los trabajadores que hacía de cocinero frente al Congreso. A sus espaldas, sobre las rejas de la plaza, se podían leer carteles caseros que invertían la ecuación: “Ñoqui es faltar al 70 por ciento de las sesiones”, le recordaba una cartulina a Macri su desempeño durante el período 2005-2007 de la Cámara baja; “Trabajo cero: ¿Pobreza cero?”, se preguntaba otro cartel. Los ñoquis –algunos de ellos pincelados con colorante– se acabaron pronto, al ritmo de las entrevistas de la radio abierta, comandada por la periodista Cynthia García. “Están buenos. Sobre todo porque son comunitarios”, detalló una de las comensales. Actividades similares se replicaron en Boedo, Villa Urquiza y La Plata.

Unidad

“Queremos mostrar, a través de una acción colectiva, que este grupo de trabajadores se hizo fuerte y que crecimos juntos, adentro y ahora que estamos afuera también”, describió Bárbara. Detrás del escenario, el edificio del CCK continuaba igual que desde el 20 de diciembre, día en que abrió por última vez al público: puertas y ventanas cerradas, ningún cartel, personal de seguridad asomado por alguna de las aberturas. Desde que se conocieron los despidos, si bien los delegados lograron entablar reuniones con funcionarios del área a cargo de Lombardi y del Ministerio de Modernización, que conduce Andrés Ibarra, no hubo avances. Apenas un formulario, que los despedidos deben completar vía internet, a modo de entrevista a distancia sobre las funciones que desempeñaban, estudios alcanzados y demás. “Nos mandan a llenar siempre los mismos formularios online, que cuando terminás de completarlo, aparece un cartel que te da las gracias. Es el colmo de la burla, por más buena voluntad que nosotros ponemos, el gobierno sólo nos estigmatiza”, resumió la delegada.

Entrando por Sarmiento, una columna de trabajadores del Ministerio de Cultura despedidos también ayer (fueron quinientos, y circula entre los delegados la sospecha casi certera de que el próximo lunes serán mil quinientos más, según contaron) desembocó sobre Alem e irrumpió con un canto: “¡Unidad de los trabajadores, y al que no le gusta, se jode, se jode!”. Las voces alzadas parecieron sacar del letargo a los organizadores, que corrían detrás de los problemas técnicos generados por la lluvia del mediodía. “Sufrimos persecución política, con el agregado que las formas de despido vienen siendo de terror”, contó Martín, delegado de Cultura, donde se hacen asambleas diarias cada día, desde el lunes. Martín resume el reclamo de muchas de las bases. Para frenar la ola de recortes, opinó, se necesita “más movilización, hacer un paro nacional y que los gremios encaren realmente la unidad”.

En Congreso, se oían denuncias similares. “Zozobra, angustia, una presión que crece todos los días”, relató Federico, despedido de la ex Secretaría de Comunicación Pública, antes dependiente de Jefatura de Gabinete y disuelta por decreto, sobre cómo se vive en lo cotidiano la falta de trabajo. Precisamente ayer, a Federico le llegó el telegrama de despido. En total fueron 32 telegramas, enviados por Recursos Humanos de Jefatura desde el lunes pasado, en cuentagotas. En respuesta, varios de los despedidos cortaron ayer Diagonal Sur, momento desde el cual, contó, borraron las huellas digitales de los manifestantes del sistema de ingreso. Para Federico, los despidos se deben a “una política de vaciamiento del Estado que se acopla a una persecución política, a un revanchismo hacia quienes trabajaron durante la gestión anterior”.

Perder el miedo

“Es un método policial de despido que no se había visto nunca en el Estado”, se indignó el referente de La Cámpora, Mariano Recalde, mezclado entre los manifestantes frente al CCK. El ex candidato a jefe de Gobierno comparó la situación actual con la década del 90, “cuando se impuso la misma concepción del Estado que ahora, que consiste en que debe achicarse y vaciarse de contenido”. Para Recalde, detrás de los despidos está la intención de “achicar el gasto social” para “compensar el ajuste, la quita de retenciones” y otras medidas antipopulares. “Por eso sostenemos una visión distinta del Estado, para nosotros el Estado debe ser fuerte para ponerse al servicio del pueblo, y por eso reivindicamos a la militancia como el músculo de las políticas públicas”, definió.

El legislador porteño del FpV, José Cruz Campagnoli, fue otro de los dirigentes que se acercaron en solidaridad. “El conjunto de la dirigencia tiene que acompañar en solidaridad con los trabajadores y aportar a la organización, que tiene que crecer para parar este atropello”, sostuvo. “Nos quedamos cortos con la campaña del miedo”, bromeó a tono con la sensación imperante entre el público que salió a llenar las plazas contra el gobierno. “Nuestra mayor derrota sería asumnir el miedo que quieren generarle a los trabajadores en este contexto de ajuste”, concluyó.

Informe: Matías Ferrari.

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