Dom 17.03.2002

EL PAíS  › LAS IMPOSICIONES POLITICAS DEL ENVIADO DEL FONDO MONETARIO

El socio del silencio apretó de lo lindo

Los dimes y diretes intercambiados con un enviado más bien parco. Los banqueros calentando orejas y pidiendo impunidad. A qué se llama seguridad jurídica. El plan social que sueña Duhalde. Un consejo de “los gordos”.

› Por Mario Wainfeld

Gabriel García Márquez, bromeando ma non troppo, suele decir que el idioma universal es el inglés mal pronunciado. Esa variante del esperanto sonó abundantemente en estas pampas. El indio Anoop Singh, representante del Fondo Monetario Internacional (FMI), habló y oyó tal jerga. Más oyó que habló, pues hete aquí que el hombre es lacónico y proclive a largos silencios.
Su inexpresividad puso nervioso a más de un argentino, incluyendo al Presidente, ansioso de leer en su rostro lo que no expresaban sus labios. Pero no hubo modo. “Es un cara de poker”, define uno de los gobernadores que vio cara a cara al enviado y Eduardo Duhalde, que es un avezado jugador de ese juego, habrá maldecido la destreza del invitado.
Cortés, cauto, “polite”, define una mano derecha del Presidente que maneja con soltura el inglés. “Es tan político como técnico”, añade otro gobernador y esa frase implica un elogio viniendo de un peronista.
El indio, como lo ha hecho históricamente el organismo en el que trabaja, se llevó mucho más de lo que dejó, aun si se mide en palabras. Habló con buena parte del gobierno (significativamente se salteó a las carteras “sociales” y a Trabajo), con el obispo Jorge Casaretto, con un par de consultores de derecha (Manuel Mora y Araujo y Rosendo Fraga).
Una reunión acaso central y poco comentada fue la que mantuvo con banqueros ABC1 el miércoles. Los empresarios y gerentes le pintaron el cuadro de una dictadura populista, le hablaron de sus temores físicos ante las turbas en la calle y lloraron lágrimas de sangre porque hay jueces que osan investigarlos. La sociedad argentina ha realizado una intensa batida contra los fueros de los políticos, tal parece que ahora otros estamentos los reclaman para sí.
“El tipo se juega la carrera con nosotros. El FMI es una estructura muy burocrática y el caso argentino es único en el mundo. Es lógico que desconfíe de nosotros”, comprende un funcionario que lo vio varias veces cara a cara. Añade, indignado, algunas anécdotas del inefable Domingo Cavallo quien, acusa, hasta llegó a truchar planillas oficiales para pintar, a los ojos de los organismos internacionales, un mundo más parecido a sus fantasías que la esperpéntica realidad.
Desde el balcón
El indio se dio el gusto de salir al balcón de la Rosada, a mirar la Plaza de Mayo en la tórrida tarde del martes porteño. Los granaderos cambiaban la guardia, sonaba la diana y, contingentemente, no había movilizaciones masivas. “En este balcón ocurrieron cosas muy graves, muy importantes”, le comentó Eduardo Amadeo, vocero presidencial. Y el socio del silencio pareció asumir el hecho, a su manera, callando.
Los parcos suelen disfrutar de una ventaja: sus palabras semejan pesar más. Cuando el indio, cenando relajado con un par de funcionarios de primer nivel, comentó “el gobierno me parece algo desorganizado”. Los interlocutores tradujeron al criollo: “piensa que somos un quilombo”, según refirió uno de ellos a este diario.
Será parco y respetuoso, habrá venido en plan de conocer y no de proponer medidas, pero el enviado del Norte dejó sobradas señales de lo que pretende de la Argentina. Por supuesto, quiere que se aplique la vulgata del organismo que le paga: ajuste fiscal, libertad cambiaria inmediata, desaparición de las cuasimonedas que emiten las provincias para postergar estallidos sociales.
“Argentina debe recuperar la confianza, debe conseguir que vuelvan los capitales”, musitó el hombre ante tres pares de calificados oídos. Por si no se le entendía, explicó: los primeros capitales que deberían regresar son los que emigraron de este mismo suelo. “Imposible”, le contestaron, “se fueron hace rato y no volverán.” Inmutable, Singh insistió, no hablabadel pasado remoto sino del más reciente, de los 20.000 millones de dólares que buscaron mejores horizontes en 2001.
“Imposible”, arguyeron en sus oídos trajinados los gobernadores cuando les propuso que se quedaran sin moneda de la noche a la mañana. “Vaya usted a explicarle a los matacos y tobas de nuestras provincias que no le daremos más bonos, que es lo único que tienen y les permite comer”, le replicó el formoseño Gildo Insfrán en el cantarín castellano que hablan los que también se expresan en guaraní. El hombre, claro, calló. Pero seguramente confirmó su visión previa explicada por su vocero oficioso Ricardo López Murphy: éste es un país feudal.
Pero sólo una mirada distraída o superficial puede concluir que Singh dejó murallas de silencio y apolillados consejos económicos. Su principal mensaje fue político y bien claro. Lo que pidió, desde luego con excelentes modales y con otras palabras, es que no haya más democracia en la Argentina. Que las instituciones se modelen, como una pilcha, a la medida de los intereses de los grandes capitales.
Ahora le dicen seguridad jurídica
“Seguridad jurídica” es la expresión que encubre tamaño designio. Suena bien, si no se registra qué implica: que el Poder Judicial y el Legislativo practiquen la obediencia debida respecto de las leyes que de consuno, determinen el FMI y el gobierno nacional.
“¿Pidió que no tocaran a la Corte?”, pregunta Página/12 a un hombre con despacho en la Rosada. “No es tan así –se consuela el funcionario– pero quiere saber pronto cuántos jueces tendrá el tribunal, cuándo se conocerá la nueva integración, quiénes serán, cómo van a fallar.” Al fin y al cabo, recuerda, hay sólo un país en el globo terráqueo que está sometiendo a juicio político a su máximo tribunal. Tamaña originalidad escuece a los hombres de una burocracia que se arroba con la previsibilidad. Para darle un contexto más serio a la crítica, cabría ponderar que hay unos cuantos países del mundo que –en materia de garantías democráticas– están bastante por debajo de la Argentina y que la existencia del juicio político alude a una crisis grave pero también a cierta civilización política. Un detalle que pocos registran en otras latitudes y unos cuantos olvidan acá mismo.
Lo que pide el enviado en apretada síntesis, es que el Legislativo y luego el Poder Judicial se verticalicen pasando como topadora sobre los -de por sí maltratados– mecanismos institucionales nativos.
El reclamo contiene planteos concretos, tan detallistas como humillantes. Suprimir el tipo legal “subversión económica” y poner fin al desfile de banqueros por Tribunales. El sistema judicial argentino es un calco, apenas corregido, del de Estados Unidos cuya Constitución copiaron con escasas variantes nuestros prohombres del pasado. Proponer disciplinar a los jueces de primera instancia equivale a minar las bases legales del Poder Judicial. Los pedidos del indio se alinean con operaciones del establishment financiero en la Argentina. El embajador de Canadá pidió asistir a una audiencia en que uno de sus compatriotas debía ser interrogado por un juez argentino. Sería interesante imaginar cómo reaccionaría un juez de Canadá ante tamaño apriete y falta de respeto a su investidura. ¿Lo llamaría “seguridad jurídica”?.. hum...
Una cabeza en bandeja
La derogación de la ley de quiebras es otro reclamo “impostergable” del FMI y el gobierno de los Estados Unidos. Políticos argentinos de todo pelaje que padecen ataques de soberanía y se envuelven en los pliegues de la bandera cuando, en nombre de los derechos humanos algún juez les pide la extradición de un genocida, analizan esas demandas como quien repasa un menú analizando su eligen pastas o un bife. Esas intromisiones políticas deben valorarse entreveradas con los consejos económicos del Norte. Cabe imaginar qué pasaría si en un abrir y cerrar de ojos se liberara el dólar: suba exorbitante de su cotización, inflación, licuación feroz de salarios, acentuación de la concentración y la inequidad. Una propuesta que parece imaginada para crear condiciones objetivas de golpe de estado.
“Algo tenemos que llevar a México”, se alarma un economista del Gobierno. Duhalde debe poner algo, algo más, en la bandeja que presentará el viernes, en Monterrey, a Horst Köhler, el número uno del FMI. ¿Qué otra cabeza de Juan el Bautista ofrendar frente a los ojos de esa insaciable Salomé? Acaso la derogación de las dos leyes más cuestionadas.
Pero existe un ítem que no figura en la agenda del FMI y que Duhalde sigue considerando esencial: la implementación de algo parecido a un salario ciudadano para millones de argentinos que padecen la emergencia de la crisis. Se trata del subsidio para jefas y jefes de hogar desocupados. La iniciativa, parcialmente, ya se aplica y está prevista en el Presupuesto 2002. Por ahora implica 1000 millones de pesos y abarca algo así como 650.000 beneficiarios.
Pero en el Gobierno imaginan, vía retenciones a las exportaciones, aumentar los recursos disponibles. El domingo, en Olivos, el Presidente se entusiasmó sugiriendo disponer, durante 2002, alrededor de 3600 millones de pesos. Con esa cifra se implementarían:
- 1.500.000 asignaciones mensuales de 150 pesos a jefas y jefes de hogar.
- Beneficios de 100 pesos a jóvenes desocupados sin cobertura familiar (alrededor de medio millón).
- Aproximadamente 400.000 beneficios a personas mayores de 65 años carentes de cobertura familiar o jubilatoria.
Entusiasmado ante su gente, Duhalde postuló que lo que pensaba establecer era una suerte de “ingreso ciudadano”, un derecho de cada uno de los beneficiarios. La estructura de aplicación sería la que ya está funcionando, el Ministerio de Trabajo, por una sencilla razón operativa: es la única repartición del Estado nacional con implantación en todo el territorio del país.
–Va a hacerlo sí o sí. Está convencido de que él mismo es “lo social”– se entusiasman ante este diario un par de funcionarios políticos. En Economía se hacen cruces ante la sola propuesta. Página/12 lo comenta. “Entonces Remes Lenicov tendrá que irse”, se da ínfulas una espada del ala política.
Una discusión novedosa, un giro para bien en la mezquina política social argentina puede aparecer en escena en estos días. Si así ocurriera, mejoraría algo la atmósfera ominosa de un país, antes que dependiente, hincado sin dignidad.
Final futbolero
“El indio quería ir a ver Boca-River”, relatan varios de sus contertulios. Al hombre se le antojaba, con buen olfato, que era una forma de acercarse a conocer la Argentina. Hasta se había preparado un cierto operativo para llegar sin incidentes a la Bombonera. Pero en definitiva desistió, para alivio de los funcionarios de la embajada de Estados Unidos, preocupados por su seguridad.
Lástima, porque el fútbol permea la cultura y hasta las metáforas de los argentinos. Vaya como muestra una, urdida por el sindicalista Carlos West Ocampo, en pleno quincho presidencial. Fue en el marco de una reunión grata para el Presidente. Los “gordos” de la CGT, en pleno, se le acercaron testimoniando su acercamiento a Duhalde y su alejamiento de -hasta ahí– su favorito José Manuel de la Sota. “Si te vas vos, nos vamos todos –dijo West Ocampo y luego, por si no había sido claro, se tocó el frondoso abdomen y precisó– y cuando todos, digo todos nosotros también.”Pero luego agregó: “Vos tenés que contribuir. Cuando eras gobernador, eras como el técnico de Banfield (aludió al club de los amores de Duhalde). Podías jugar con jugadores de Lomas, comprar alguno de Tigre, alguno que venía de primera A y defenderte. Pero ahora tenés que dirigir el equipo de Pekerman”. Duhalde, consciente de que su gabinete no es precisamente la selección juvenil de fútbol, se quejó de la falta de cooperación de Néstor Kirchner, de De la Sota y hasta de Jorge Busti cuando definió su plantel de gobierno. Pero se fue, dicen sus íntimos, asumiendo que debe mejorar ese elenco.
“Necesitamos un cinco”, redondea la anécdota con otra alegoría un confidente del Presidente. Un cinco, habría que explicarle al indio, es un jugador que ordena al equipo desde el medio de la cancha, que frena a los contrarios, que manda a su equipo al ataque, que manda. Falta densidad al equipo de gobierno y los cambios siguen ahí, en ciernes.
Claro que al Gobierno le falta algo más que un cinco. Cierto es que le tocaron tiempos de confusión y debilidad. Como fuera, lo que parece faltarle es una ciencia que sí existía en aquellos tiempos en que desde el balcón de la Plaza se generaban cosas graves. La de saber, no ya jugar de modo excelso como a veces lo hace la selección de Pekerman, sino apenitas para qué arco patear.

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