EL PAíS › OPINIóN
› Por Mempo Giardinelli
Tras la impresionante repercusión del texto del lunes pasado sobre la pobre inocencia de la gente, esta columna cree válido reflexionar ahora sobre la zonza perversión de los contentos, que son muchos y en estos tiempos viven su festival de espaldas a una realidad crecientemente atroz.
Mientras Clarín y su gigante mentimedio, ahora, fustiga al gobierno macrista para que no entregue el Fútbol para Todos al emporio Turner y lo reserve para la voracidad del grupo, La Nación practica su habitual seguidismo y mantiene titulares idiotas durante varios días seguidos, como para distraer a la gilada. Por ejemplo, “Juliana Awada y Carla Peterson, con ‘buena química’ en su estadía en Washington” es un título que ayer domingo cumplió tres días ininterrumpidos en el centro del portal digital.
En paralelo, y también varios días seguidos, el título “Stolbizer denunció ‘una clara estrategia’ para culpar a Lázaro Báez y no a Cristina Kirchner”, siguió intentando dar relieve a una no-noticia que solamente delata el ciego odio de la diputada y ex candidata presidencial, que jamás denunció los muchos procesamientos al ahora presidente, ni las incontables licitaciones y otros negocios protegidos en favor del íntimo amigo presidencial.
Como sea, cualquiera se da cuenta de las burdas intencionalidades de estos escarceos. Cualquiera menos los contentos mentecatos que aplauden todo. Aunque ya hay algunos que reconocen la mentira y el desastre y al menos dicen, un poquitín culposos: “Bueno, pero todavía hay que darles tiempo porque la herencia...”. Y alzan las cejas como supuestos buenos entendedores.
Los contentos no es que sean todos felices –que sería lo de menos, e irreprochable– sino que se han revelado resentidos sin razones, lo que es absurdo porque a ellos siempre les va fenómeno gobierne quien gobierne.
Lo perverso, pues, es que son incapaces de reconocer por lo menos dos obviedades: que todo se dirige hacia el encarcelamiento vil de ex funcionarios –cierto que algunos de dudosísima moralidad– pero vil porque lo único que importa a los fiscales y jueces del régimen es satisfacer la venganza macrista asegurándole sonoridad mediática, lo que es natural resultado de la corrupción que infecta al que ya se podría llamar Poder Injusticial de la Nación. Y la segunda: que todo esto parece anticipar la muerte del acceso televisivo gratuito al deporte más popular de esta nación, que fue una de las mejores medidas tomadas por el kirchnerismo.
En todos los órdenes se advierten los sinsentidos que aplauden los contentos. No les importa que se deje sin trabajo a decenas de miles de trabajadores; ellos les gritan que son “ñoquis” y que “ahora van a tener que laburar”. Y les parece bárbaro, ¿viste?, que en el Centro Cultural emblemático del kirchnerismo, donde se despidió a más de 600 personas ahora se llama a un circo mediático dizque concurso para contratar 20 técnicos. Y miran para otro lado frente al nepotismo serial de este gobierno, que ahora designa al ahijado de la ministra Patricia Bullrich en un alto puesto de la Anses.
Y por supuesto tampoco se alarman ante la próxima, casi segura prisión de Cristina Kirchner el 13 de abril. Con el antecedente de la absurda prisión de Milagro Sala, y el show del Sr. Jaime esta semana, es fácil imaginar la gruesa enjundia del juez Bonadio profesorando ante los canales amigos, lo cual será para los contentos como pasto verde para bestias.
Porque, y hay que reiterarlo, si acaso la familia Kirchner o los Sres. Báez, López, De Vido, Boudou o cualesquiera otros funcionarios hicieron indebidos negocios –acerca de los cuales esta columna viene reclamando transparencia por lo menos desde 2007– lo que habría que hacer son investigaciones serias, probanzas claras si las hubiere, y entonces, velozmente, o condenas precisas o bien disculpas públicas. Que eso es lo que corresponde a la Constitución, la democracia y la paz de la república. Todo lo demás, como viene la mano y con la injusticia que padecemos, es basura.
Sumisos seguidores y creyentes de las heces del periodismo infame que se ha entronizado en esta república y este continente, los contentos más zonzos aceptan y comen sonrientes los mugrientos maníes que les tiran la tele, los operadores de redes a sueldo y algunos diarios masivos.
Frente a esas mal disimuladas perversiones, y a la vista de la ingenuidad (que no necesariamente inocencia) de muchos distraídos, a la ciudadanía sensible y atenta no le queda otra que embanderarse en la recuperación moral de esta nación. Sería una noble tarea, además, para desautorizar a los economistas gobernantes que medran con el sufrimiento del pueblo y a los medios corruptos que incendian sociedades. Esa bandera es, y debe ser, nuestra. Y para ello hay ser firmes, derechos y no traidores. No es un camino fácil, pero es digno, necesario y posible.
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