EL PAíS › TRAS EL ESCáNDALO POR LA REVELACIóN DE QUE HABíA COMPRADO UNA EMPRESA OFFSHORE
Según los Panama Papers, compró en 2007 una empresa offshore acreedora de los bancos islandeses que se declararon en bancarrota en el 2008. Cuando asumió como diputado en 2009 no la declaró y después se la vendió a su mujer por un dólar.
El primer ministro de Islandia, Sigmundur Gunnlaugsson, renunció ayer acosado por el escándalo político desatado por su mención en los Panama Papers, tras una jornada cargada de tensión, rumores, acusaciones cruzadas con el presidente del país y su propio partido, y masivas protestas frente al Parlamento.
La salida del primer ministro fue desordenada, anunciada por su sucesor y hasta ahora ministro de Agricultura, y estuvo teñida por la negativa a renunciar del titular de Finanzas y socio minoritario del gobierno, Bjarni Benediktsson, quien también está mencionado en los Panama Papers. El domingo pasado el diario alemán Süddeutsche Zeitung y decenas de medios miembros del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ, por sus siglas en inglés) publicaron una investigación mundial que involucró a más de 130 líderes políticos y numerosas figuras de la cultura y el deporte que crearon o están vinculados a sociedades offshore en paraísos fiscales.
La investigación se sustentó en la filtración de 11,5 millones de documentos que reflejan cómo un estudio de abogados panameño, Mossack Fonseca, creó 15.000 compañías offshore a través de 500 bancos y subsidiarias en las últimas cuatro décadas. Uno de los líderes políticos de mayor rango que apareció mencionado en los documentos filtrados el domingo fue Gunnlaugsson, el ahora ex premier islandés. Según los documentos filtrados, el dirigente de 41 años compró en 2007 una empresa offshore acreedora de los bancos islandeses que se declararon en bancarrota en la famosa crisis de 2008. Cuando asumió como diputado en 2009 no la declaró y, ocho meses después, la vendió a su mujer por un dólar.
Poco después de conocerse la filtración de los documentos, se viralizó una entrevista televisiva en la que el periodista le preguntaba por el escándalo y el funcionario respondía con evasivas y finalmente se retiraba, enojado. Al día siguiente, decenas de miles de islandeses firmaron un petitorio para que Gunnlaugsson renunciara y, poco después, más de 10.000 personas marcharon en el centro de la capital, Reikiavik, luego que el premier anunciara públicamente que no dimitiría.
Ayer, al comienzo del día y con el rechazo popular aún en aumento, el partido político de Gunnlaugsson se reunió a puertas cerradas y acordó removerlo del puesto de primer ministro. Alertado sobre esta situación, el asediado dirigente se reunió con el presidente del país, Olafur Ragnar Grimsson, y le pidió que disolviera el Parlamento. Pero era muy tarde, su salida del gobierno ya estaba acordada. Grimsson se negó a responder al Parlamento y sostuvo en público que el premier debía primero hablar con su coalición de gobierno.
Desde ese momento, la crisis gubernamental se tornó una novela política con episodios por momentos inverosímiles. Los periodistas que esperaban una definición en el Parlamento lo vieron a Gunnlaugsson subir y bajar escaleras, moverse de un lado a otro y, de repente, cuando la televisión anunció que el premier había renunciado de forma definitiva, su ministro de Agricultura, Sigurour Ingi Johannsson, se acercó a las cámaras, confirmó la noticia y explicó que él asumiría como primer ministro interino.
En una breve explicación, que por ahora no sirvió para apagar las expectativas de la calle de un cambio de poder real, sostuvo que se mantendría la coalición de gobierno, que el Parlamento no sería disuelto y que no se llamaría a nuevas elecciones. Más tarde, el ministro de Finanzas, el otro funcionario del gobierno mencionado en los Panama Papers, anunció ante la televisión que no creía que “era necesario” renunciar luego de la salida del premier, y advirtió que el nuevo líder del gobierno necesita tomar “medidas drásticas” a partir de hoy.
Afuera del edificio del Parlamento, mientras tanto, los manifestantes seguían reclamando un cambio más profundo y una mayor transparencia.
La imagen de los islandeses en la calles no fue apenas un detalle más de esta novela política. La protesta del lunes frente al Parlamento fue aún más grande que la de 2008, cuando los tres principales bancos del país colapsaron e Islandia se convirtió en el país europeo en sumirse en la crisis financiera internacional originada en Estados Unidos.
Esa crisis le costó el cargo al primer ministro Geir Haarde y hasta lo terminó llevando ante las cortes de justicia, pero también reveló el espíritu orgulloso y nacionalista de los islandeses que no sólo se recuperaron –como no lo hizo ningún otro país europeo en estos años–, sino que además marcaron historia al negarse en un referéndum a que el Estado pagara la deuda de los bancos con Reino Unido y Holanda.
Por su parte, el gobierno francés anunció que volverá a incluir a Panamá en su lista de paraísos fiscales, lo que poco después provocó una respuesta airada de ese país centroamericano. “No vamos a aceptar que se use a Panamá como chivo expiatorio en las acciones y responsabilidades de terceros. Cada Estado debe hacer cumplir a sus empresas y a sus ciudadanos sus leyes y sus reglamentaciones”, sentenció ayer el ministro de la Presidencia, Alvaro Alemán, en una conferencia de prensa. El funcionario también rechazó a los que quieren “pisotear” el nombre de su país calificándolo como un paraíso fiscal y destacó que “Panamá cambió y estamos impulsando dramáticas reformas que no pueden ser ignoradas de ninguna manera”.
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