Mié 04.05.2016

EL PAíS  › LA TESTIGO FABIANA ROUSSEAUX

El horror íntimo

Una de las primeras imágenes que Fabiana Rousseaux retuvo de Tucumán fue la “intervención” de los militares en los álbumes de fotos de los cumpleaños. Ella es ex directora del Centro Ulloa de Asistencia a las Víctimas del Terrorismo de Estado y una de las especialistas convocadas a declarar en el debate por el Operativo Independencia como testigo de contexto. Ella habla de cómo la “ocupación” habilitó la idea del “centro clandestino a cielo abierto” donde “la escuela, las casas, el almacén, los clubes, todo estaba tomado bajo ese ‘terror naturalizado’”.

–¿Cómo entiende la ocupación?

–Durante los viajes que hicimos a varias localidades de la región, como Santa Lucía y Monteros, supimos que ese cordón de pueblos estaba militarizado. Hubo lugares en el que ocurrieron hechos de este estilo, tengo muy presente un caso de Reconquista donde tomaron una vivienda y se instalaron por dos años al menos y utilizaron esa vivienda como base de operaciones pero también a quienes vivían allí. Pero si bien es cierto que esas cosas sucedieron en otras provincias, lo significativo de Tucumán es que tomó un cariz más “sistemático” por decirlo de algún modo. Durante años esos pueblos, esas familias, vivieron literalmente “intervenidos” en su intimidad, por las Fuerzas Armadas y de Seguridad.

–¿Cómo alteró eso la vida cotidiana?

–Por ejemplo, me contaron en un viaje que hicimos que hay familias que tienen sus álbumes familiares de fotos donde los militares están ‘interviniendo’ los álbumes ¿De qué modo? Habiéndose incluido forzadamente en esas fotografías dado que si había una fiesta, un casamiento, una fiesta de 15 años o lo que fuera, ellos tomaban esos ámbitos privados como propios. Llegaban, comían la torta, se sacaban las fotos como si fueran parte de ese espacio familiar y hasta podían tomar a las mujeres como objetos a ser utilizados al igual que los demás objetos domésticos. Durante el viaje capacitábamos y consolidábamos equipos de profesionales para que estén en condiciones no sólo de asistir y acompañar a los sobrevivientes y familiares en los juicios, sino también para realizar evaluaciones en el marco de las leyes de reparación que el Estado otorga a las víctimas.

–¿Ahí aparece una nueva manera de mirar el efecto social?

–Eso configuró un escenario novedoso que podríamos definir como una suerte de CCD a cielo abierto, es decir, que ya no fue necesario configurar los secuestros sólo en un espacio métrico, sino que se aplicó esa tortura sobre toda una población. En una suerte de lógica de espacio topológico, por llamarlo de algún modo, donde el efecto de terror se diseminó entrando en los cuerpos a través de la convivencia con ese espacio. Así la escuela, las casas, el almacén, los clubes, todo estaba tomado bajo ese “terror naturalizado”. En la Escuelita de Famaillá hasta el día de hoy –según tengo entendido– persisten relatos de vecinos que aluden a sonoridades fantasmáticas, como resultado de los hechos atroces que allí se vivieron, por la convivencia forzada con ese horror, que nunca es sin consecuencias.

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