EL PAíS
› UNA QUIEBRA EN TRENQUE LAUQUEN DIO LA INESPERADA PISTA
“El Guardián” era de Moneta, nomás
Una acopiadora de granos en un pueblito cercano a Trenque Lauquen fue la punta del ovillo para encontrar, en la maraña de préstamos dados por su Banco República y por sociedades encabezadas por sus testaferros, la relación entre el banquero menemista y el libelo que eliminó hace un par de meses. Una historia de cajas chinas, hombres de paja y obstáculos para saber quién es quién.
› Por Susana Viau
Casi por casualidad, la investigación del vaciamiento y posterior quiebra de una acopiadora de cereales de Trenque Lauquen, Casa Marroquin, acabó revelando que la empresa propietaria de El Guardián, el libelo autoeliminado hace poco más de dos meses, pertenece, tal como se sospechaba, a Raúl Moneta. De entre la maraña de préstamos otorgados por el Banco República y sociedades encabezadas por hombres de paja del ex banquero y destinada a completar la maniobra de apoderamiento, surgió Río de la Plata Construcciones e Instalaciones SRL, la misma sociedad que cinco años después compraría la Editorial Urgente, responsable de la publicación El Guardián, el pasquín que Moneta nunca quiso reconocer como propio. Como titular figuraba uno de los directores del Banco República. No sería la única revelación con que, hurgando en los archivos judiciales, iba a encontrarse Luis Balaguer, pilar de la investigación sobre lavado de dinero que acorraló a Moneta. El listado de esos hallazgos fue presentado ante la fiscalía criminal en turno de Trenque Lauquen bajo la carátula de “denuncia de estafa y vaciamiento”.
Asentada en Treinta de Agosto, una pequeña localidad del partido de Trenque Lauquen, Casa Marroquin había llegado a ser en menos de 40 años la acopiadora más importante de la zona. Un hombre que tenía intereses económicos y emprendimientos agropecuarios en la región y además un banco, Jaime Lucini, a través de la entidad concedió a Casa Marroquin una línea de préstamos. Jaime Lucini era tío y socio de Moneta en la financiera que, al igual que la mayor parte de las mesas de dinero, gracias a José Alfredo Martínez de Hoz había tenido la opción de convertirse en banco, el Banco República; los créditos no eran sino una solución de cortísimo plazo a causa de los intereses leoninos pero Casa Marroquin ya había puesto la mano en la trampa. Jaqueada por los vencimientos, en 1981 la acopiadora se concursó. La propuesta que presentó a sus acreedores fue aceptada por el más importante de ellos, el banco. Esa generosidad del República, como los créditos, le había costado un Perú a Casa Marroquin: pese a que los préstamos se habían otorgado con los correspondientes avales hipotecarios y prendarios, éstos no fueron ejecutados pero, en cambio, Isidoro Antonio Rago, propietario de la cerealera, debió cederle sus acciones. Eso sí, no directamente al banco, al que las disposiciones del Central limitaban la cantidad de empresas controladas, sino a una de sus pantallas, Ancayanca.
Barnum & Strauss, un circo
Los accionistas de Ancayanca eran Jorge Gerardo Videla y Guido Ernesto von Bernard, ambos amigos de Lucini. Von Bernard era el arquitecto del Banco República, y Videla, un abogado que años más tarde aparecería como firmante de la cuenta que American Exchange tenía en el Citibank de Nueva York. American Exchange fue una de las tantas sociedades de Moneta que el subcomité del Senado americano investigó por lavado de dinero. Videla, además, iba a figurar como director de CCI Capital Investors, otra fantasía de Moneta vinculada con el CEI. Sin embargo, a pesar de esas alquimias financieras, en la contabilidad del República Casa Marroquin continuaba en la lista de deudores con un rojo de 567.900. Mientras tanto, Rago continuaba manteniendo la ficción y el cargo formal de miembro del directorio. A su lado, Moneta y Lucini colocaron a un hombre que venía del República, Oscar Germinario. Germinario era, en realidad, el verdadero artífice del manejo de la empresa y esa situación quedó plasmada en numerosos memorándums internos en los que Rago se dirigía a Germinario como un subalterno. A su vez, Germinario y Ramón Franco, yerno de Lucini, se reportaban a éste y a Moneta, según también quedó asentado en la documentación recogida por el juzgado. Tan dependiente del República era Casa Marroquin que entre las dos se había hecho instalar una línea de télex punto a punto. Así las cosas, en 1987 Ancayanca realizó un ficticioioaumento de capital, un dibujo contable que le dio el control del 99 por ciento del paquete accionario.
La fantasmagoría consistió en la supuesta entrega de Bonex, también caucionados hipotéticamente por Barnum & Strauss Brokers, una compañía panameña presidida por Videla y domiciliada en el estudio de Alberto Petracchi, socio y mano derecha de Moneta, primo hermano del presidente de la Corte Suprema Enrique Petracchi. Como las sociedades formadas por Moneta servían para diversas faenas, Barnum & Strauss Brokers sería utilizada luego para intentar despojar a la ex modelo Claudia Sánchez de la casa de Palermo Chico que había pertenecido a Victoria Ocampo. Tras la muerte accidental de su ex marido, el publicista “Nono” Pugliese, compañero de colegio de Moneta y una de las personas a las que se le atribuye haberle facilitado el contacto con Carlos Menem, Claudia Sánchez tuvo la desagradable sorpresa de saber por el ex banquero que Pugliese le debía dinero y la acreedora era Barnum & Strauss, interesada en quedarse con la famosa residencia. La casa era codiciada por Moneta, quien solía pedirla para hacer allí las comidas a las que asistían empresarios y miembros del Poder Judicial.
La casualidad permanente
A fines de 1989 la maniobra de vaciamiento de Casa Marroquin da un salto cualitativo: la firma Río de la Plata Construcciones e Instalaciones vende a la cerealera maquinaria de desmonte por más de dos millones de dólares. La maquinaria siguió de largo por Casa Marroquin rumbo al Chaco, a la Cabaña Los Gatos, propiedad de Moneta. Tres años después esas mismas máquinas fueron revendidas a otra empresa de Moneta, Corporación del Estuario, en menos de trescientos mil dólares. El director de Corporación del Estuario era Eduardo Ferro, miembro del directorio de Banco República y uno de los personeros que Moneta y Lucini habían designado en el directorio de Casa Marroquin. Río de la Plata Construcciones e Instalaciones hizo su rentrée hace poco más de un año, cuando compró a la Editorial Urgente la revista El Guardián, la publicación de la que se valió Moneta para acosar a sus adversarios y montar campañas difamatorias contra aquellos a quienes pretendía desplazar.
Las falsas operaciones con Bonex se sucedieron y la acopiadora de cereales quedó maniatada y encadenada a Barnum & Strauss. La deuda se canceló con préstamo de Ignacio Rospide, el más importante agente de Bolsa de Uruguay y ex presidente de la Bolsa de Comercio de ese país, en la actualidad procesado por el vaciamiento del Banco Comercial, el banco oriental de los hermanos José y Carlos Rohm. El préstamo de Rospide se canceló luego con otro del quebrado Banco Feigin, propiedad de Angel Moyano Padilla, el fallecido amigo de Moneta y quien lo tuvo en su casa durante parte del tiempo en que el ex banquero estuvo prófugo de la Justicia. El Feigin concedió el crédito el mismo día que se presentó la solicitud y sin verificar los bienes que se ofrecían como respaldo. La operación dejaba sin posibilidades de cobrar a los 142 acreedores de la Casa Marroquin. Antes de su cierre, el banco cordobés Feigin cedió su crédito sobre la cerealera a dos empresas –Marke y El Atamisque– constituidas por empleados del Banco República.
El proceso de la quiebra de Casa Marroquin resulta hoy una caja de sorpresas y una fuente de casualidades. No sólo surge allí la sociedad mediante la que Moneta compró El Guardián: el síndico de la quiebra de Casa Marroquin recibió la visita de un abogado bonaerense que ofreció un especialista para querellar a Moneta, Lucini y sus amigos por los perjuicios causados. El especialista, Paul Warsawski, en efecto, se hizo cargo de la demanda a la que dejó dormir el sueño de los justos y pereció por prescripción. Pero el mediador, el comedido letrado que recomendó al síndico sus servicios se llamaba Juan Gersenobitz, integrante de la Comisión de Acusación del anterior Consejo de la Magistratura y uno de los consejeros que con más ahínco reclamó –y obtuvo– la destitución del juez federal mendocino Luis Leiva, el magistrado que le había dictado a Moneta la orden de captura de la que el ex banquero juró vengarse.