EL PAíS
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Por qué
› Por Martín Granovsky
El cruce de ayer entre Roger Noriega y Rafael Bielsa es inusual dentro de la relación entre los Estados Unidos y la Argentina por tres motivos.
Es inusual por el ámbito. Los funcionarios, cuando piensan duramente, suelen no decirlo. Actúan en silencio.
Es inusual por la nitidez. Aun diciendo que la Argentina es soberana, Noriega criticó abiertamente la política cubana de la Argentina. Y Bielsa no dejó lugar a eufemismos. Dijo sentirse “agraviado”. Es verdad que no escaló hacia un conflicto abierto y que buscó personalizar el tema en sí mismo, pero se trata del canciller, no de un ciudadano cualquiera: cuando personaliza, igual habla en nombre del Gobierno.
Es inusual por el nivel de los contendientes. En países de buena relación bilateral, tal vez el único ejemplo a mano sea el del conflicto entre Luiz Inácio Lula da Silva y el ministro norteamericano de comercio exterior Robert Zoelick. Zoelick criticó a Lula por su posición en el ALCA y Lula restó nivel a Zoelick para polemizar con él.
¿Por qué Noriega dijo lo que dijo?
Hipótesis uno: George Bush está en campaña y no puede desperdiciar el voto cubano del Estado de Florida. Noriega es de ascendencia cubana. Lo menos que esperan los cubanos de Miami es que los represente en su odio a Fidel Castro.
Hipótesis dos: la situación en Venezuela se está agudizando por el combate cada vez mayor entre el gobierno de Hugo Chávez y la oposición, y los Estados Unidos quieren preparar el terreno para lo que sea. O para intervenir de algún modo contra Chávez, o para aislarlo y favorecer de ese modo a la oposición más dura, o para aumentar el costo de ser, en América latina, no ya chavista, sino sencillamente respetuoso de un proceso democrático que ya mereció un intento de golpe de Estado.
Hipótesis tres: Washington se endurece globalmente para indicar que con esa misma intransigencia negociará con el resto de América latina por el ALCA.
¿Por qué Bielsa le respondió a Noriega?
Aquí no hace falta la hipótesis. El propio canciller habló y dijo que consideraba las declaraciones de Noriega como un agravio.
Un funcionario del Gobierno explicó anoche a Página/12 que, ante la perspectiva de un encuentro entre George Bush y Néstor Kirchner, Bielsa prefirió que el conflicto estallara ahora para que el Presidente llegara descargado al encuentro y no se viera obligado a tensar el clima. Es muy probable que en Monterrey Bush también pase por alto la escaramuza. Pero los dichos quedaron y ya forman parte de una relación bilateral. ¿Con qué efecto? La fortaleza argentina, pese a todo, sigue siendo una: la estabilidad política que Kirchner acrecentó. Mientras esa estabilidad también le convenga a Washington, no habrá un conflicto más importante.