Dom 11.01.2004

EL PAíS  › COMO SIGUE LA PUJA ETERNA EN LA PROVINCIA MAS PODEROSA DEL PAIS

Bonaerenses

Eduardo Duhalde quiere remozar su partido y dejar un paquete atado antes de retirarse, según dice. Imagina una Comisión de Acción Política (CAP), al igual que la del PJ nacional, para conducir al peronismo bonaerense, en la que estarían Felipe Solá, Díaz Bancalari, Eduardo Camaño y Aníbal Fernández, entre otros. Chiche no, según el paladar del ex presidente.

› Por Sergio Moreno

“Yo me estoy retirando”, dijo Eduardo Duhalde a este cronista semanas atrás. El viejo caudillo del peronismo bonaerense quiere dejar su sitio de poder en el PJ de su distrito, el más grande del país. Esta estructura, compleja, salvaje, decisiva y peligrosa a la vez, deberá afrontar una transición que –Duhalde espera– sea ordenada. Pero él mismo es consciente de que cualquier error en el paso de mando podría hacer saltar al partido por los aires y, con ello, la estructura de poder donde se asienta gran parte de la gobernabilidad, al menos actualmente, del presidente Néstor Kirchner. Duhalde conoce esa máxima de Carlos Fuentes que sostiene que “un hombre puede dejar de actuar en política. Lo que nunca deja de actuar son las consecuencias de sus actos políticos”. Por eso, y para no balcanizar su distrito, arma el aggiornamento del PJ bonaerense: imagina una Comisión de Acción Política, semejante a la que ya existe en el partido a nivel nacional, conducida por varios de sus centuriones y otros no tanto. En dicha comisión no imagina a su mujer. “Chiche no tiene vocación para conducir el partido”, insiste ante sus íntimos.
Hace tiempo que el territorio bonaerense desvela a varios en la Casa Rosada. Por envidia o temor, por ambición o necesidad, en Balcarce 50 son varias las cabezas que piensan cómo asaltar la fortaleza duhaldista. Muchos de los que miran más allá de la General Paz provienen de ese terreno, espacial y político. Otros han forjado sus armas con poca fortuna en la gran provincia. Quienes más cerca están del Presidente miran y esperan, como dicen los árabes, sentados en el umbral (ver nota aparte).
En la provincia sienten esas miradas. Y saben cuáles son los deseos de cada integrante de la Rosada; cuando menos, lo intuyen. Duhalde, que suele tener buen olfato para los aromas que traen los cambios en el viento, ha decidido dejar la conducción partidaria en manos de quienes puedan sostener una correa tan jabonosa. El ex presidente espera que su –o sus– sucesor (es) sean leales y gratos, sean fuertes y decididos. Ya ha tenido, según contó a los suyos, alguna decepción. “Yo quería que Felipe Solá fuese mi sucesor. Pero el peor enemigo de Felipe es Solá, Demostró que es un chico muy inseguro”, dice y repite el conductor cada vez que lo interrogan sobre el actual gobernador. El ex gobernador siente que el actual no le correspondió la gentileza del apoyo que le brindó para que ocupe el principal sitial en La Plata. Siente que Solá se cortó solo cuando criticó la lista de diputados que había armado para las elecciones, que fustigó en demasía a Carlos Ruckauf –un exageradamente protegido del caudillo de Lomas– y que se embrolló en una puja destinada al fracaso y al desgaste cuando quiso imponer a sus hombres en las cámaras legislativas de la provincia.
Solá, por su parte, cree que Duhalde y sus centuriones le marcan la cancha y menguan su poder, y teme que ello dificulte la gobernabilidad de la provincia más difícil de gobernar de todas. Para colmo, el propio Kirchner le pone el aliento en la nuca y sigue paso a paso las labores del gobernador. Así, el Presidente le amputó a su ministro de Seguridad Juan José Alvarez, a quien acusó de no tener la voluntad de erradicar el tumor pustulento de la Policía Bonaerense.
Al respecto, tanto en La Plata cuanto en Lomas de Zamora y hasta en la Casa Rosada hay muchos importantes dirigentes que no creen en la argumentación oficial para haber descabezado a Alvarez. “Lo cierto es que Néstor cargó contra Juanjo Alvarez por rencor. Todo se remonta a la época de la campaña electoral. Kirchner, Cristina –su mujer– y Duhalde querían que Roberto Lavagna fuese el vice. Lavagna no quiso porque creía que no ganábamos. Juanjo y Ruckauf, según cree Kirchner, hicieron trascender la postulación de Lavagna. Kirchner se preocupó, porque si salía a la luz que Lavagna no aceptaba iba a quedar pagando. Entonces Néstor salió, rápidamente, a instalar el nombre de (Daniel) Scioli. El Flaco (por Kirchner) transpiró, pero nunca le perdonó a Alvarez haber difundido el nombre de Lavagna”, relató a este diario una persona que formó parte de aquel fragmento de la historia reciente.
En la Rosada hay quien cree que este costado del comportamiento presidencial es pernicioso para la construcción política. Un importante integrante del gabinete así habló ante este reportero: “Kirchner echó a Juanjo mal, por rencor. Dice que le operó con Rucucu para ponerle a Lavagna de segundo. Es una tontería. Eso habla de una cierta inmadurez política. Duhalde, por ejemplo, les abrió los brazos a todos, menos a Menem. Pero sumó. Esos rencores que tiene (Kirchner) no son buenos, porque los mantiene en situaciones conflictivas. Por ejemplo, se mete a echarlo a Juanjo, por rencor, en medio de una ola feroz de inseguridad. Manejar a la Bonaerense es tremendo. No sé si la resolución fue buena”, cavila el funcionario y se queda pensativo.
“Kirchner es así, tiene ideas fuertes y rencores permanentes”, comentan alrededor de Duhalde, con un aire de justificación.
Volviendo a Solá, el gobernador ahora trata de morigerar los escozores que levantó a un lado y a otro de la General Paz. Gestos para con los intendentes, gestos hacia la Rosada. “Yo siempre aparezco como un tipo con una pierna en cada lado, a dos aguas. Soy independiente, pero dependo, me alejo y me acerco”, dice el gobernador a sus confidentes, sabedor de que esa actitud irrita a quienes quieren que se defina. Porque tanto Kirchner cuanto Duhalde lo quieren de su lado.
CAP
“Quiero formar una Comisión de Acción Política (CAP) para el partido”, dice Duhalde. Un instituto partidario que conduzca el destino en la transición del peronismo bonaerense. Actual y formalmente, Manuel Quindimil, el intendente de Lanús, es el presidente del PJ de la provincia. Duhalde y sus principales operadores saben que “Manolo” es una metáfora del justicialismo provincial: un dinosaurio anquilosado que necesita cambiar o enfrentarse a la muerte.
Duhalde imagina a varios de sus hombres en la CAP y, a la vez, a otros tantos que no le son tan de confianza pero que, a pesar de ello, cree que deben estar “Son dirigentes valiosos, jóvenes y capaces”, suele decir. “Ahí (en la CAP) deberían estar, entre otros, un muchacho muy querido por todos como es (José María) Díaz Bancalari (actual titular del bloque de diputados nacionales del PJ), otro muy querido también como Eduardo Camaño (presidente de la Cámara baja de la Nación), por supuesto que Felipe (Solá), y este otro muchacho que genera algunas resistencias pero que es muy capaz, Aníbal Fernández (ministro del Interior de la Nación) ...”, enuncia Duhalde cuando le requieren por la ingeniería de la CAP, tal como la imagina y anhela.
Uno de sus escuderos, de esos que esperan su turno para probar suerte por el sillón de Dardo Rocha, le preguntó:
–¿Y Chiche?
–No, Chiche no tiene vocación para conducir el partido –respondió, seco y rápido, el ex Presidente.
Hilda “Chiche” Duhalde intentará, si no media algún fenómeno (¿acaso la entrée de Cristina Kir-
chner?), suceder a Felipe Solá. Varios de los suyos esperan que la señora se defina para –si no se arriesga– lanzarse ellos al ruedo. Duhalde ve estos movimientos y se preocupa. Más allá de otorgarles legitimidad a los deseos de poder de sus muchachos, siempre conoció sus límites. Esta vez, ve una chance de atomización, la sombra tremenda de una pelea por el poder comarcal que trizaría el peso específico de la provincia en el contexto del ajedrez nacional. Duhalde, ajedrecista al fin, no quiere que ello ocurra, por eso intentará mover las piezas y dejar el tablero servido, a su gusto más que al del que tome la posta.
Después de todo, y volviendo a Carlos Fuentes, “la política es la actuación pública de las pasiones privadas”.

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