EL PAíS
› EL CUMPLEAÑOS DEL VICE COMO PRESI
Cuando Scioli asoma
Después de meses de bajo perfil, el vicepresidente empezó el 2004 decidido a reposicionarse pero eso sí con elogios para el presidente Néstor Kirchner.
› Por Diego Schurman
Un Partagás serie D número 4. El preferido. No por nada Daniel Scioli agradeció ampulosamente. Pero el mejor regalo de cumpleaños no fue ése sino el que le obsequió Néstor Kirchner: la presidencia interina de la Nación. Por eso no hubo martes 13 que pudiera con su alegría. Ni espejo que le recordara que los 47 abriles no vienen solos. A quien unos meses atrás zarandearon y hasta pensaron desplazar de la Casa Rosada, terminó de levantar ayer el perfil y, con una sonrisa a flor de piel, cumplió el sueño de pibe.
Es evidente, el Scioli-2004 quiere tener mayor presencia. Mediática y de la otra. Hubo unas grageas el fin de semana. Se mostró en la costa. Primero en Pinamar, después en Mar del Plata. Hubo fotos que lo retrataron corriendo en la Rambla. Otras en la “Fragata Libertad”. Y también junto a personajes del mundo del espectáculo, como Los Midachi y Mariano Mores. Si Kirchner sale en la tapa de Gente, por qué no, habrá pensado.
A las fotos, siguieron las entrevistas. Con Mirtha Legrand, con las radios, con las revistas. Ayer se regocijaba en el desayuno relojeando el reportaje que Clarín le hizo en la playa, donde habla maravillas de Kirchner. No estaba solo. Pasadas las siete, compartía el café con leche y la pastafrola –fresca, del día, porque si no no la come– con su mujer Karina Rabolini y su hija Lorena. A una hora un poco más razonable aparecieron sus hermanos Pepe y Nicolás.
Besos, abrazos y a correr. Si Carlos Menem impuso el golf entre sus pares, Kirchner hizo escuela con la cinta. Scioli ejercitó algunos cuantos kilómetros, se bañó y partió rumbo al cementerio de Chacarita. Desde que fallecieron, cada cumpleaños va a visitar la tumba de sus padres.
Pasadas las 10, ingresó a paso firme en la Casa Rosada. El edecán y el jefe de servicio –a cargo de los granaderos– cumplieron con el saludo de rutina.
–Buenos días. En Casa de Gobierno, sin novedades –le dijeron.
Después vino la sorpresa:
–Señor Presidente, ¡¡¡muy feliz cumpleaños!!! –engolaron los dos, desmadrándose del protocolo.
Scioli aflojó la mueca que traía de la calle y entregó una sonrisa.
Ya en su despacho del primer piso, habló de los regalos que había recibido. Del tablero de ajedrez con piezas gauchescas de madera tallada. Y también de una atractiva mesa para jugar a las damas y el backgamon.
El primer encuentro protocolar estaba agendado para el mediodía. El embajador de Japón en la Argentina, Shinya Nagai. Pasó la prueba y se quedó unos minutos más en su enorme despacho. Allí recibió poco después a los periodistas acreditados en Casa de Gobierno.
Signos de los tiempos: a pesar de haber sabido confraternizar con Menem, y tener en su staff al ultramenemista Javier Mouriño, no hubo pizzas con champagne. El vice y los hombres de prensa celebraron el cumpleaños con una austera mesa de café, gaseosas y agua. La excepción: un privilegiado que pidió té y lo obtuvo.
Poco antes de las 14, cuando preludiaba la cumbre de Kirchner con George W. Bush en Monterrey, partió a su casa del Abasto, en la calle Anchorena, para almorzar con su esposa. Radios y celulares de por medio, siguió desde allí las alternativas del encuentro más esperado por el Gobierno. Hubo un stand-by de media hora: esa siesta de rigor que lo vuelve inubicable.
A las 17 volvió a la Rosada. Y se plantó frente al televisor para escuchar el discurso de Kirchner en la Cumbre de las Américas. Cuando finalizó, recibió decenas de llamados. Pero no del Presidente, con quien viene mejorando la relación. Para los de memoria flaca: Kirchner lo puso en caja y le sacó el control de la Secretaría de Turismo, por sus contactos paralelos con el establishment.
A pesar de renegar de la política, y sostener que no tiene amigos en ella, desde ese universo le hicieron llegar buenos augurios. Eduardo Duhalde, quien el sábado lo había vencido en un partido de ajedrez en Pinamar, lo entretuvo en el celular. Pero no se quedó con el gesto: el ex presidente además le envió una camisa de regalo. Felipe Solá hizo llegar sus salutaciones. Con el gobernador bonaerense compartió el fin de semana un humeante puro en el Hotel Hermitage.
En Gobierno recibió un abrazo fraternal del ministro de Defensa, José Pampuro. También le trasladaron su Happy Birthday el secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli; el ministro de Justicia, Gustavo Beliz, y el de Educación, Daniel Filmus. Fuera del peronismo, el llamado más importante, políticamente hablando, fue el del jefe de Gobierno porteño, Aníbal Ibarra.
Poco antes de las 10, tras ajustar detalles para el encuentro que mantendrá en el Congreso con un contingente de senadores norteamericanos, partió otra vez a su hogar. Amigos y familiares lo esperaban con un asado jugoso, un buen vino y, desde ya, un Partagás serie D número 4.