Lun 01.08.2016

EL PAíS  › DIáLOGO EXCLUSIVO CON BELéN, LA JOVEN QUE SUFRIó UN ABORTO ESPONTáNEO Y TERMINó CONDENADA EN TUCUMáN

“Que ninguna otra mujer pase por lo mismo”

Lleva presa 900 días. Su expediente tuvo falencias graves y estuvo mal defendida. Aquí relata su historia a Página/12. La situación vivida en el hospital, la acusación falsa, la detención. La vida en la cárcel y su nueva militancia: “Que ninguna otra mujer tenga miedo de ir a un hospital”. El Comité de DD.HH. de la ONU pidió por ella. La llave la tiene la Corte Suprema de Tucumán.

› Por Mariana Carbajal

Desde Tucumán

La mañana es gris, desapacible. Adentro de la cárcel, en la que está presa Belén desde hace más de dos años y tres meses, el frío húmedo se cuela sin permiso. “Yo no maté a nadie”, afirma, con tono riguroso, en una entrevista exclusiva de Página/12. En abril fue condenada por “homicidio doblemente agravado por el vínculo y por alevosía” a 8 años de cárcel, tras sufrir un aborto espontáneo en el Hospital Avellaneda, de esta ciudad. Por primera vez, la joven recibe a un medio nacional. Y se atreve a contar su historia. Aunque prefiere seguir siendo Belén. Ya no es la misma desde que la abogada Soledad Deza, de Católicas por el Derecho a Decidir, se enteró de su sentencia y le ofreció defenderla. Deza es su hada madrina. La visita al menos dos veces por semana y, tal vez lo más importante, le enseñó sobre sus derechos y la transformó en una mujer empoderada: Belén ya no deja que la maltraten otros médicos cuando la llevan a una consulta hospitalaria. “Ella me cambió de acá –dice, y se señala la cabeza– y de acá –y marca su corazón–. Hace tres meses, cuando la conoció, le decía que quería salir y volver a su casa con su familia. “Ahora quiero buscar respuestas, que se sepa la verdad y se haga Justicia. Que ninguna otra mujer pase por lo mismo ni tenga miedo de ir a un hospital”, dice Belén. Y cuenta que un día antes le llegó una carta de una mujer que fue a la Maternidad Nuestra Señora de las Mercedes, que depende del gobierno provincial –como el Avellaneda– y terminó yéndose sin atenderse: “Estaba embarazada, tenía dolores, le dio miedo terminar presa”, cuenta Belén.

Le duele como la (des)tratan los medios hegemónicos en la provincia –radios, tv y prensa–. El Canal 8 llegó a publicar una foto del expediente de uno de los fetos que le adjudican haber asesinado. La Gaceta vinculó su caso con el de Romina Tejerina. Pero sabe que ya no está sola para defenderse de médicos que violan el secreto profesional y de jueces que sentencian sin pruebas.

La muchacha de cabellos largos renegridos sonríe y agradece las múltiples voces que piden por su libertad. No sólo en Tucumán, en el mundo. El reclamo traspasó las fronteras de la provincia y del país.

A lo largo de casi tres horas, Belén repasó con este diario las primeras horas en el hospital –de donde salió detenida directo a la Unidad Penitenciaria N° 4, sin escalas–, las lágrimas nocturnas en el encierro, su pasión por la lectura, las horas que se dedica a escribir su propia historia, y sus sueños de publicar un libro y estudiar Literatura cuando recupere su libertad.

Su caso tiene en jaque al gobierno nacional por las presiones de organismos internacionales de derechos humanos que exigen la anulación de su injusta condena. La decisión está en manos de la corte tucumana. El secretario de Derechos Humanos de la Nación, Claudio Avruj, la quiso visitar el miércoles. Estaba en Tucumán para encabezar la reunión del Consejo Federal de Derechos Humanos, con referentes de todas las provincias. Fue hasta el penal, pero Belén no quiso recibirlo porque no estaba presente su abogada.

Ahora que sabe cuáles son sus derechos como detenida, les abrió la cabeza a las otras internas. “Yo les dije que exijan a sus abogados que las vengan a ver, que les traigan los expedientes. Nunca venían. Eso hice yo”, dice con picardía.

La muchacha, de cuerpo esbelto y rostro anguloso, siente impotencia por la condena injusta y arbitraria que recibió, por las mentiras que se dijeron en el juicio y que se repiten en la sentencia firmada por la Cámara Penal III de Tucumán, conformada por los jueces Dante Ibáñez, Néstor Rafael Macoritto y Fabián Adolfo Fradejas. La causa en su contra se inició como “aborto seguido de presunto homicidio”, tipo penal imposible e inexistente. Luego se recaratuló como “homicidio doblemente agravado por el vínculo y por alevosía”, a pesar de que no hay ninguna prueba que vincule en términos de filiación a Belén con el feto supuestamente encontrado en el hospital. Tampoco hay pruebas de que ella se haya provocado un aborto y mucho menos que haya matado a un bebé recién nacido, arrojándolo a una cañería. Belén lo dijo a gritos y con llanto ante el Tribunal. Pero nadie quiso escucharla.

El encierro

La Unidad Penitenciaria Femenina N° 4 es la única cárcel de mujeres de la provincia. Está ubicada en las afueras de esta ciudad, en Banda del Río Salí. Desde el exterior no parece una cárcel. Solo el nombre la identifica. Sus muros y su reja de la entrada podrían encerrar un depósito mayorista. Está recién pintada: el gobierno provincial le lavó la cara por fuera y por dentro para la visita purpurada que se hizo durante el Congreso Eucarístico Nacional que se celebró semanas atrás. Casualidad o no, pero para las paredes del interior eligieron amarillo vaticano. Quedan colgadas todavía algunas escarapelas con los colores papales, y otras celestes y blancas, por el Bicentenario.

En la recepción, aparecen los primeros signos del encierro: en una pared está pegado un papel afiche blanco, con letras hechas a mano, con fibra, que aclara que alimentos no pueden ingresar las visitas: embutidos (salchichas, morcillas, chorizo), comidas crudas (empanadas, hamburguesas, bombas de carne/queso) y sigue la lista…. Hay poco más de treinta internas por estos días.

Unos cuantos gritos de una agente penitenciaria llaman a Belén por su verdadero apellido para avisarle que llegaron las visitas. La joven contará después que la tratan muy bien, y que incluso algunas guardias le han propuesto festejar juntas afuera una vez que recupere su libertad.

Afectos

La entrevista transcurre en la oficina de la jefa del penal, sin su presencia, claro.

–¿Cómo era tu vida antes de la cárcel? –le pregunta este diario.

–Era una chica normal. De 26 años. Trabajaba en una cooperativa…

Belén no quiere contar mucho más. Tienen pánico de que algún dato pueda identificarla. Quiere continuar con su vida “normal” cuando deje de estar presa. Estudiar Literatura, conseguir un trabajo. Tiene varios hermanos, varones y mujeres. Las mujeres la visitan, igual que su mamá, incondicional, a su lado. Los varones no quieren verla en la cárcel. Tampoco su papá. “A mi gorda la espero afuera”, dice el padre. Ella los extraña.

Indefensa

El abogado particular que contrató su familia, Abraham Musi, un ex fiscal penal destituido por su vinculación con la venta de autos mellizos, la dejó en banda unos días antes del inicio del juicio porque los padres de Belén no lograron juntar el monto total que les exigió para su defensa: “Le pagamos 7500 pesos y él quería 20 mil. Y encima se los quedó. Musi me decía que había un ADN que me condenaba. Yo le decía, me inventaron todo. Me hizo creer que me iban a dar una perpetua. Recién dos años y medio después me entero a través de Soledad que no había ni ADN ni cuerpo que me incrimine. No entiendo por qué me hicieron eso. La defensora oficial Norma Bulacio vino a verme justo antes del juicio. Ahí la conocí. Vino con sus tacos, con su cartera. Yo voy a ser tu defensora, se presentó. Es un embarazo muy grande, de 8 meses, te tenés que hacer cargo, me dijo. Yo me alteré, le pegué una piña a este escritorio –y lo señala–. ¿Cómo me voy a hacer cargo de algo que no hice?, le dije a los gritos”, cuenta la muchacha.

Bulacio no aportó en el juicio ninguna prueba para defender a Belén. Ni siquiera una foto de ella de los días previos a que fuera a atenderse al hospital por dolores abdominales, que la mostraran sin panza. Un embarazo de 8 meses no se puede ocultar. Al juicio fue con la misma campera blanca, con florcitas, ceñida al cuerpo, que tuvo esa madrugada en la guardia. “Si hubiera cortado con mis manos el cordón umbilical y tirado el bebé por la cañería, como me acusan, tendría que haberme manchado de sangre. Ni mi ropa ni en el baño había sangre”, apunta la joven. Bulacio alegó que ella estaba en shock esa madrugada por el supuesto parto, afectada por el estado puerperal, dando a entender su culpabilidad, a pesar de que su defendida decía otra cosa, y siempre sostuvo que no sabía de su embarazo y que el médico del hospital José Daniel Martín le dijo –y escribió eso en su historia clínica–que había tenido un aborto espontáneo. “En el juicio escuché barbaridades. Mi defensora oficial me decía que no conteste. El último día hablé y dije la verdad. Hasta lo hice poner colorado al presidente del Tribunal, por las cosas que dije”, recuerda.

–¿Qué pasó en la madrugada del 21 de marzo de 2014, cuando fuiste a la guardia?

–Desperté a mi mamá a eso de las 3 y media, le dije que no me sentía bien, que me llevara al hospital. Ingreso a las 3.50 y no a las 3, como dicen. Me atendió la doctora de la guardia, me inyectó un calmante. No me revisó. De ahí me fui al baño. No tardé media hora como dicen. Fui y volví en 5 minutos. Me pusieron suero. Me acosté en una camilla. Tenía frío. Me dan una frazadita. A eso de las 6.30 me levanto. Creo que me hice pis, le dije a mi mamá. Estaba con sangre. Me llevan a la sala de parto. Me dice el doctor Martín que me quede tranquila, que estaba teniendo un aborto espontáneo. Y cuando me desperté estaba rodeada de policías. Un empleado de la policía, uniformado, me estaba mirando mis partes íntimas. Después vino un enfermero con una cajita que tenía una cosita negra chiquita. Y me dice, este es tu hijo. Yo le dije que estaba equivocado. Tipo 8 me pasan a una sola común con mamás y niñitos recién nacidos.

A esa altura, Belén ya había sido denunciada y se le había dado intervención a la Fiscalía V a cargo de Washington Dávila, quien dispuso quede “aprehendida” en su internación. Unos días después fue trasladada directamente al penal, donde permanece presa desde hace alrededor de 900 días. Nunca volvió a su casa. Sobre la edad gestacional del feto, la investigación penal –que duró apenas 4 meses– tiene serias contradicciones que lo llevan de menos de 15 semanas de gestación, hasta 32. Ningún profesional justifica en qué criterio basa sus apreciaciones.

Presa

“De mi casa al hospital. Y del hospital a la cárcel”, describe Belén.

–¿Cómo fueron esos primeros días en el penal?

–Lloraba como loca. Cuando entré, el pasillo que da a los pabellones se me hizo eterno. Tuve que aprender códigos, señas.

Está alojada en un pabellón compartido, con otras 11 mujeres privadas de su libertad. Tiene agua caliente, secarropas, enumera. No se queja por las condiciones de encierro. Por estos días, está a cargo de la cocina, desde las 7 de la mañana hasta las 20. Le gusta. “Tenemos teatro, gimnasia, profesores de secundaria, así que estoy repasando. Aprendí a hacer peluches”, cuenta. Leyó casi todos los libros de la biblioteca del penal. Le encanta leer. Su abogada le lleva libros. Uno de los últimos que la deleitó fue El país de las mujeres, de la novelista nicaragüense Gioconda Belli. “Fue como un diccionario para mí”, dice. Ahora se entretiene con Por siempre Mujercitas, el clásico de Louise May Alcott. Pero leyó también Jaque a la reina, el libro que publicó Deza con otras dos abogadas en 2014, justo cuando Belén caía presa, donde se analizan las causas iniciadas por aborto en los últimos 20 años en la capital provincial, y se demuestra que si una mujer llega a un hospital público con complicaciones por un aborto, por ejemplo, hemorragias, puede terminar con una denuncia penal en su contra y la amenaza de ir presa. Poco importa si se trató de un aborto espontáneo. La violación del secreto médico es una práctica recurrente. “Lo leí tres veces, lo marqué todo”, dice Belén.

La revolución

Belén llegó al juicio presa: estuvo dos años y un mes con una defensa negligente. Antes que Musi tuvo a otro abogado particular, Walter Frías Barrera, que tampoco hico mucho por demostrar la verdad. En apenas un mes, Soledad Deza “armó la revolución”, dice Belén y se ríe, desbordada de gratitud hacia su abogada y todas las personas que le expresan su apoyo. Deza le arma semanalmente una carpeta con los recortes de prensa sobre su caso. Compañeras de prisión le cuentan cuando la tele o alguna radio hablan sobre su caso. Amnistía Internacional le hizo llegar al penal las más de 120 mil firmas por su libertad que juntó, además de mensajes de apoyo provenientes de todo el mundo, cartas manuscritas en diversos idiomas de Suecia, Taiwán, Gran Bretaña, Noruega, y de distintos puntos de la Argentina. “Belén no estás sola”, “Animo Belén, estamos contigo”, “Luchamos por vos y por todas las mujeres que han sido encarceladas injustamente”, “te escribe una hermana desde el otro lado del mundo”, son algunos de los mensajes. La Defensoría General de la Nación y el Consejo Nacional de las Mujeres se presentaron como amicus curiae ante la corte tucumana y también diez organizaciones comprometidas con los derechos humanos –ELA, CELS, APDH, Cladem, entre otras– y el PO. Objetan la condena y piden su inmediata libertad. También lo hizo el Comité de Derechos Humanos de la ONU y varios relatores de organismos internacionales están pidiendo explicaciones al Gobierno nacional por la situación de la joven. Esta semana, otro soplo de aire fresco fue el dictamen del ministro fiscal, Edmundo Jiménez, que consideró que “debe anularse el fallo” contra Belén y liberarla. “Estimo que es un caso que no tiene pruebas suficientes para que haya una condena, hay deficiencias en cuanto a las medidas de prueba, no hay precisiones, no hay suficientes elementos como para imputarle un delito a esta persona, entonces considero que debe anularse el fallo. Para condenar a una persona y privarla de la libertad debe haber pruebas ciertas, certeras, que sean indubitables”, afirmó Jaramillo en conferencia de prensa.

“Me pone contenta saber que no estoy sola. Que hay mucha gente que me está ayudando”, dice, con orgullo. Cambia el tema, se habla de nuevo de su familia y Belén se quiebra.

–Varias veces cuando mi mamá venía, la agarraba y lloraba y le decía por favor no me dejes adentro, no me dejes sola –cuenta y los ojos se le nublan. Emociona escucharla. Verla tragarse las lágrimas. Lloramos. Sigue y se refiere a los que la acusaron y condenaron sin motivos: “Ellos me jodieron la vida. ¿Quién me va a pagar los casi tres años acá adentro? Lágrimas derramadas de noche… para que no te vean porque si llorás, te gozan (las otras internadas). Ocultar que cuando se va tu familia estás destrozada. Pasar Navidad con gente que no conocés, llamar por teléfono y no poder abrazarlo el día del cumpleaños a mi papá.

Se seca las lágrimas, con pañuelo de papel.

Común y corriente

Belén se ilusiona con el día en que pueda recuperar su libertad. Puede ser pronto. “Ya se sabe toda la verdad. Ahora hay que espera que mi virgencita del Valle y mi Dios le ablanden el corazón y firmen”, dice, sobre los tres jueces que integran la sala penal de la corte tucumana, que deben resolver sobre la apelación de su sentencia. El jueves salió sorteado como vocal preopinante Daniel Posse, quien fue secretario de Derechos Humanos durante la gestión del ex gobernador José Alperovich. El suyo será el primer voto. Los otros dos cortesanos son Antonio Estofán y Antonio Gadur. Tienen 90 días hábiles para pronunciarse. “Estoy nerviosa, ansiosa, angustiada”, dice.

En sus días de encierro, viene escribiendo su historia, con la idea de publicar un libro, siempre como Belén. “Para que vean que soy una mujer común y corriente, que no soy una asesina, que no soy el monstruo que han inventado”. El día que pueda volver a su casa, lo primero que planea hacer es meterse bajo la ducha caliente, con ropa y todo, y después acostarse en la cama, abrazada a sus padres, y quedarse dormida, y dormir “hasta que los ojos duelan”.

La abogada Soledad Deza, de Católicas por el Derecho a Decidir.

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