EL PAíS
› NORIEGA, AHORA, DICE QUE KIRCHNER ES UN BUEN SOCIO DE EE.UU.
Un muchacho de firmes convicciones
El funcionario norteamericano, que había criticado a la Argentina, destacó el apoyo de Bush tras la Cumbre de las Américas.
Aquello del que se quema con leche ve una vaca y llora le va muy bien al subsecretario para América latina del Departamento de Estado, Roger Noriega. Quince días después de declararse decepcionado por lo que llamó “el giro a la izquierda” del gobierno de Néstor Kirchner, ayer reconsideró su evaluación y calificó al presidente argentino como “un buen socio” de los Estados Unidos. También contó que en el reciente encuentro que mantuvieron en Monterrey, México, el presidente norteamericano, George Bush, le dio su “apoyo” a Kirchner en su pelea contra las consecuencias del “reciente desastre económico” que sufrió el país. Esta vez, de Cuba, ni mu.
En los primeros días del año Noriega se ganó la tapa de los diarios argentinos. El funcionario había dado una conferencia ante el Consejo de las Américas, una entidad que nuclea al establishment de Nueva York, y en las preguntas posteriores le pidieron que opinara sobre los cambios de la política argentina hacia Cuba.
Noriega –un furibundo anticastrista al igual que su jefe inmediato, el secretario de Asuntos Hemisféricos, Otto Reich– se despachó de lo lindo. Además del giro a la izquierda de Kirchner también lo habían decepcionado algunas actitudes del canciller Rafael Bielsa, como que hubiera ido de visita a La Habana y se negara a recibir a los cubanos disidentes.
Las declaraciones fueron un cimbronazo. Para más, ese mismo día quedó confirmado el encuentro entre Bush y Kirchner para la semana que coincidirían en México, lo que abría perspectivas negras. “No somos la alfombra de nadie”, retrucó Kirchner a Noriega, rápidamente convertido en el blanco de todos los odios de los hombres de la Rosada. El secretario del Departamento de Estado, Colin Powell, ratificó dos días después las afirmaciones de Noriega, pero también añadió que conversaría con Bielsa sobre el entredicho.
En Monterrey, Noriega transitó los mismos pasillos que la delegación argentina y fueron notorios sus gestos de acercamiento. Pudo conversar con Bielsa y con el ministro de Economía, Roberto Lavagna, pero Kirchner nunca le dio el gusto de saludarlo.
En el encuentro Bush-Kirchner, Noriega formó parte de la comitiva norteamericana pero no abrió la boca. La reunión, según ambas partes, fue positiva. Además, el tema Cuba no formó parte de la reunión ni ningún funcionario de la Casa Blanca se lo mencionó a ningún argentino en los días que duró la Cumbre de las Américas.
Ayer, a Noriega le tocaba hacer una exposición en la Universidad George Washington. “Creemos que tenemos un buen socio en el presidente Kirchner”, sorprendió el funcionario norteamericano. Si antes se había quejado de los giros del gobierno argentino, Noriega demostró que también tiene los suyos.
El subsecretario de Asuntos Hemisféricos relató que el encuentro que ambos presidentes habían mantenido en México resultó “muy bueno y práctico”. Contó que Bush le manifestó a Kirchner su “apoyo” para enfrentar las consecuencias del “reciente desastre económico” que sufrió la Argentina. Y que ese respaldo también abarcó “la recuperación de una agenda total” en el país “en la cual el presidente Kirchner sabe más que nadie lo que se requiere hacer”.
Esta última aclaración se explica en las reacciones que había generado en el país sus anteriores declaraciones. En la Cancillería le habían respondido a Noriega que sus opiniones sobre la relación con Cuba estaban absolutamente fuera de lugar porque –una obviedad– Argentina era un país independiente y tenía derecho a elegir su política exterior.
Cerca del canciller Bielsa entienden que Noriega y su jefe Reich forman parte del ala reaccionaria del Departamento de Estado que en estos tiempos han perdido terreno en la consideración de Bush ante el ala “racional” que integrarían Powell y la secretaria de Seguridad, Condoleezza Rice. Ellos impulsarían una postura más contemplativa de la Casa Blanca hacia Kirchner a la que se adaptó, un poco tardíamente, Noriega.