Vie 16.09.2016

EL PAíS  › ESTEBAN BULLRICH IMPROVISO UN DISCURSO EN CHOELE CHOEL AL INAUGURAR UN HOSPITAL VETERINARIO

“Por una nueva Campaña del Desierto”

En una de las sedes de la Universidad Nacional de Río Negro, el ministro de Educación dijo que “esta es la nueva Campaña del Desierto pero sin espadas, con educación”. Después intentó aclarar.

› Por Nora Veiras

“Esta es la nueva Campaña del Desierto, pero sin espadas con educación”. La frase del ministro de Educación, Esteban Bullrich, al inaugurar el Hospital Escuela de Veterinaria de la Universidad Nacional de Río Negro logró, por lo menos, desconcertar al auditorio. No fue la única: “Sin profesionales que multipliquen lo que hacemos, no sirve de nada porque no estaríamos poblando este desierto”, dijo y trató de alcarar “ustedes hacen que no sea un desierto”.

Hace poco más de un mes, Bullrich había dicho que Soy Roca, la biografía de Félix Luna sobre el ideólogo y ejecutor del exterminio de los pueblos originarios es uno de sus libros de cabecera. Quizás esa inspiración sumada al escenario, Choele Choel, la ciudad fundada en 1879 durante la llamada Segunda Campaña al Desierto, inspiró el breve discurso del ministro ante la invitación del gobernador Alberto Weretilneck. La inmediata reacción de repudio en las redes sociales generó otra aclaración.

En medio de una rueda de prensa Bullrich tuvo que volver sobre su analogía: “Me refiero a ese proceso histórico, del avance en un territorio que no estaba conquistado, ocupado. Ahora, a partir de una construcción distinta con la educación, los pueblos originarios tienen que ser reconocidos, hay que trabajar con ellos para que haya una cultura común y no la aniquilación para que (una cultura) predomine”, dijo.

Las aclaraciones no lograron neutralizar la carga ideológica de la comparación del ministro. En diálogo con Página/12 el historiador Sergio Wischñevsky, señaló que ya es un problema la legitimación del nombre: “Apelan al ‘desierto’ porque consideraban que toda la gente que vivía ahí no era gente. Beatriz Sarlo y Carlos Altamirano analizaron, en un ya clásico ensayo, que la idea del desierto surge de Europa, donde ellos se consideraban la civilización y veían al mundo árabe como el desierto. Esa concepción se traslada a Buenos Aires como la civilización que avanza sobre la barbarie. Es increíble que nuevamente apelen a esa idea de avanzar sobre el atraso”.

Wischñevsky remarcó que “lo más triste es que esa campaña fue un genocidio. Miles de indios fueron exterminados o enviados a la Isla Martín García, fueron torturados en lo que puede analizarse como uno de los primeros campos de concentración. Marcelo Valko en su libro Pedagogia de la Desmemoria cuenta que hubo una epidemia de viruela que mató en masa a los indios, hicieron hornos crematorios y a los muertos para que no contagien los iban tirando a los hornos. A los chicos que quedaban huérfanos los ofrecían en avisos en los diarios, que decían ‘pequeño indiecito se vende para servicio doméstico y otros quehaceres’”.

La masacre no se puede atenuar refugiándose en la mentalidad de la época porque ya en ese momento se discutió sobre la posibilidad de integrar a esas poblaciones. “Ese avance criminal permitió que se apropiaran de once millones de hectáreas y se repartieran entre unas 290 familias, entre ellas los Martínez de Hoz fueron beneficiadas con 2,5 millones de hectáreas”, reseñó el historiador. La familia Bullrich, con dos ministros en el gabinete de Cambiemos, fue otra de las beneficiarias de los grandes latifundios bonaerenses surgidos de la Campaña al Desierto. Una marca en el ADN.

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