EL PAíS › OPINIóN
› Por Alfredo Zaiat
El regreso de las auditorias anuales del FMI tiene una carga simbólica y política debido a la traumática historia que une a la Argentina con ese organismo financiero multilateral. Simbólica por lo que ha significado la acción del Fondo como entidad tutelar de la economía. Política por la relación de subordinación de gobiernos mendigando paquetes financieros de auxilio para garantizar el pago a los acreedores con estrategias de ajuste, hasta que a comienzos de enero de 2006 se canceló la totalidad de la deuda con ese organismo para quitar su bota opresiva sobre el país. Hoy, en cambio, el regreso del FMI en términos económicos no significa ningún retroceso ni alteración de las actuales condiciones económicas. No lo es porque la orientación económica del gobierno de Mauricio Macri coincide con las recomendaciones habituales del FMI en la necesidad de instrumentar una política de ajuste, desregulación, privatización y apertura comercial.
La cuestión central no es el desembarco de un grupo de tecnócratas de Washington, recibido con entusiasmo por diferentes actores económicos y políticos, incluso por sectores que serán víctimas del neoliberalismo que postula, por ejemplo industriales reunidos en la UIA. El aspecto relevante es precisamente esas políticas que derivarán, de acuerdo a experiencias pasadas en Argentina y en América latina y presentes en Europa, en retrocesos en las condiciones sociales, laborales y económicas de la mayoría de la población.
El vínculo con el FMI no es bueno o malo en sí mismo. Argentina es miembro pleno de ese organismo multilateral. Lo importante es cómo se define el nexo. Después de años de una relación muy distante, el anterior gobierno había comenzado una estrategia de acercamiento a través de un acuerdo de asistencia técnica para la confección de indicadores estadísticas en el Indec. Esa recuperación del diálogo a nivel técnico no significaba cambios en la orientación de la política económica. Esta era opuesta a las recomendadas por el Fondo e implicaba el cuestionamiento de las bases teóricas y de los resultados de la ortodoxia económica. Ahora, con la política económica de Macri, el regreso del FMI es el reencuentro de una pareja que vuelve hacer el amor después de años de ausencia.
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