Dom 01.02.2004

EL PAíS

Un taller de no violencia para la resolución de los conflictos

Un grupo de activistas sociales participó de un taller para resolver conflictos como algo creativo que no tiene por qué terminar en violencia. El rol piquetero como un ejemplo.

Una madre de Plaza de Mayo, el sacerdote de un asentamiento y un piquetero. Una defensora de los derechos de los niños, una boliviana y una integrante de un centro cultural. Todos en ronda, compartiendo un espacio y detrás de un mismo objetivo: encontrar una solución no violenta a los conflictos con los que conviven cotidianamente. Buscar una salida activa dentro de un sistema violento de exclusión y marginación. Para eso, un variado grupo de movimientos sociales participó durante toda la semana del taller “Educar en y para el conflicto”. Carles Vidal, coordinador del Programa de Educación de la Escuela Cultura de Paz de la Universidad Autónoma de Barcelona, estuvo al frente de las jornadas que organizó la Cátedra Derechos Humanos de la UBA, a cargo del Premio Nobel Adolfo Pérez Esquivel. “No violencia no es pasividad sino todo lo contrario. Estamos a favor de la acción directa, de la lucha”, fue lo primero que aclaró Vidal ante las 35 personas con las que compartió cinco días de experiencias.
“En un momento en el que confundimos invasión con ayuda humanitaria, o llamamos guerra preventiva a un ataque, es cuando más debemos recuperar el valor de las palabras”, disparó el coordinador. A partir de esa idea, la primera tarea que se les encomendó a los participantes del taller fue desnaturalizar los nombres que se imponen a las cosas. El concepto de conflicto fue uno de ellos. “Cuesta entenderlos positivamente, por lo general se esquiva el problema porque se piensa que es difícil de resolver”, retrucó alguien. Perderles el miedo y lograr ver en los conflictos una oportunidad de cambio fue, justamente, el eje del encuentro. “Al pensarlo como algo positivo, no se trata de prevenirlo sino de proveer de estrategias que permitan enfrentarlo antes de que estalle la crisis”, explicó Vidal.
Y en esta pelea contra la imposición de las palabras se enmarca el concepto de “No violencia” –sin separarlas y sin guión– para determinar su método de acción. “No es un capricho semántico”, aclaran quienes crearon esa idea que explica una opción de lucha que no supone simplemente una negación de la violencia directa, sino un proyecto positivo de transformación radical de la sociedad. “Creo que la violencia, al fin y al cabo –concluye el coordinador–, intenta sustituir una verdad por otra, con la imposición de una fuerza destructiva.”
Una de las características del taller en la sede de la APDH fue su dinámica de trabajo. A través de actividades grupales donde se puso en juego las emociones, Vidal intentó trasmitir de qué manera la afectividad, la cooperación, la comunicación y la creatividad favorecen la búsqueda de soluciones consensuadas durante un conflicto. “No me interesa mucho que intelectualicen sobre temas macro sino que construyan desde experiencias emocionales”, explicó en uno de los tantos juegos en medio de la ronda.
Todos los movimientos sociales que asistieron a las jornadas desarrollan su propia lucha activa. Por eso, uno de los objetivos principales fue que cada uno se convierta en actor multiplicador de las experiencias compartidas. “Nos vamos de aquí con nuevas herramientas para nuestro trabajo diario y para transmitir a los que se encuentran en una situación conflictiva, para que logren pensarlo desde otro lugar”, dijo Margarita Nicoliche, presidenta del Centro de Estudios Sociales y Políticos para el Desarrollo Humano, que promueve los derechos de niños y mujeres.
Daniel Echeverría es sacerdote y miembro de una asociación civil que se organizó para conseguir tierra y vivienda para 532 familias de Ciudad Evita. “Lo más valioso que me estoy llevando es el reconocimiento de los vínculos, algo que quizá uno no tiene en cuenta en lo cotidiano. Esta propuesta de no violencia activa es la única que puede sacarnos de este círculo violento donde nos quieren meter para que respondamos de la misma manera.” El asentamiento 22 de Enero en el que trabaja sufrió, de manos de la policía, una expulsión violenta de terrenos que ahora reclaman. “La condición de miseria en la que viven los pobres ya es violenta, y aunqueno salga en los diarios como los secuestros extorsivos, tiene peores consecuencias”, cuenta Echeverría.
En la última jornada del taller, el coordinador propuso trabajar sobre un conflicto concreto. Rápidamente se llegó al acuerdo de que el problema que abordarían sería el de los piqueteros. “Muchos ponen en duda que los piqueteros tienen una acción noviolenta. Quizá molestan a los que tienen autos o a los que tienen que ir a trabajar, pero en sí misma es una forma de protesta muy interesante y muy válida”, opinó Juan De Wandelaer, un belga que trabaja en el área de educación del Servicio Paz y Justicia (Serpaj). “Nos quieren hacer creer que es un conflicto que no es nuestro –se sumó Daniel Echeverría–. Nos muestran a los piqueteros como enemigos, pero en realidad estamos en la misma vereda.” La representante de Cesppedh consideró el tema de los piqueteros “como un conflicto social que está en erupción”. Por eso, explicó, “es un desafío ver si podemos consensuar cuestiones mínimas en el marco del respeto y de la noviolencia. Hay que tratar de oírnos, los argentinos nunca nos escuchamos”.

Informe: Martina Noailles.

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