EL PAíS
› UN PANORAMA DE LOS CRECIENTES EMPRENDIMIENTOS DE LAS ORGANIZACIONES DE DESOCUPADOS
Proyectos con 100.000 trabajadores propios
Fundamentalmente son textiles y alimentarios, con algunas empresas de construcción y hasta una funeraria. Son viables cuando logran llegar a los compradores, pero no pueden acceder a mercados principales y les falta capital y capacidad de reparto.
› Por Laura Vales
Según los datos del Ministerio de Desarrollo Social, en el país hay 100 mil personas trabajando en emprendimientos productivos apoyados por el Estado. Son desocupados que cobran un plan Jefas de Hogar y están abriendo panaderías, talleres, granjas u otras pequeñas unidades de producción. El Gobierno les otorgó préstamos o subsidios con la idea de que las cuatro horas de contraprestación por el subsidio generen puestos de trabajo real. Pero ¿es esto posible? Las organizaciones de desocupados, que recibieron una parte de estos fondos, contaron a Página/12 cómo les está yendo y cuáles son sus perspectivas.
Todos tienen en claro que los niveles de desempleo no se van a revertir en muchos años. “La tasa de desocupación es hoy del 16,3 por ciento (2 millones 400 mil desocupados)”, dice el economista Claudio Lozano. “Es una tasa que considera trabajadores a los beneficiarios de los planes. Excluyendo los planes, el porcentaje sube al 21,4 por ciento, es decir 3 millones doscientas mil personas sin trabajo.”
Lozano parte del marco económico actual para hacer la siguiente proyección: “Suponiendo que nos vaya muy bien y la Argentina crezca este año un 6 por ciento, en el 2005 un 5 por ciento y en los años siguientes un 4 por ciento, al final del período Kirchner, en el 2007, tendríamos todavía dos millones de desocupados (13 por ciento de desocupación) contando los beneficiarios de planes como trabajadores. O cerca de tres millones de personas sin trabajo (una tasa del 18,3 por ciento) sin los planes”. Este es el piso desde el que conviene mirar el impulso a los emprendimientos productivos.
Qué se produce
La mayoría de los desocupados se volcó a dos rubros: el textil (confección de ropa en general y de guardapolvos) y el alimentario, donde las panaderías son las estrellas. Hacer pan es un negocio muy elegido porque los insumos son baratos y la venta segura. Compran la harina en los lugares tradicionales, buscando el mejor precio, pero también hay organizaciones que suelen conseguirla con movilizaciones a los supermercados o a la Sociedad Rural.
Además de los rubros textil y alimentario, en estos meses se armaron muchas cooperativas de trabajo para la construcción, que apuestan a crecer traccionadas por la reactivación del sector.
“Varios compañeros antes de quedarse sin trabajo eran albañiles o pintores, así armamos una cuadrilla. Nos ofrecemos como una cooperativa de desocupados del Teresa Rodríguez en las obras y los countries, y estuvimos trabajando en algunos de ellos”, cuenta Luis Márquez.
Hay carpinterías, huertas, fábricas de calzado y algunas iniciativas más raras. El MIJD (Movimiento Independiente de Jubilados y Desocupados) tiene una funeraria. Ubicada en Villa Albertina, brinda el servicio gratis a los integrantes del movimiento y lo cobra a los que no lo son. “Un entierro cuesta entre 1500 y 2000 pesos. Nosotros lo ofrecemos a 600 y nos queda una pequeña ganancia”, dice Ovidio Pepe. El emprendimiento tiene una ambulancia y un coche fúnebre “que no es como los que uno está acostumbrado a ver, sino una camioneta común, equipada. No es un servicio de categoría, pero es muy necesario y valorado”.
Durante los últimos seis meses del año pasado, Desarrollo Social financió 7 mil proyectos de este tipo a través del programa Manos a la Obra, que entrega subsidios de entre 500 y 20 mil pesos. La idea es multiplicar esa inversión por cinco para llegar este año a los 35 mil proyectos.
Cómo se trabaja
Aunque el discurso oficial hable de generar empleo, en las organizaciones de desocupados ven los emprendimientos como un paliativo. Son la posibilidad de llevar a la casa algunos pesos más, pero sería un error hacerse más expectativas, dicen.
“Lo importante de la experiencia es la autoorganización del trabajo, la posibilidad de generar nuestro propio trabajo creando conciencia de que somos trabajadores, circunstancialmente sin trabajo, pero que si estamos vivos, y si nos autoorganizamos, podemos conseguir una sociedad distinta, en donde no dependamos de la clase dominante”, dice Luis Márquez.
Desde una posición autonomista, Neka Jara, del MTD de Solano, señala que allí tampoco piensan en los emprendimientos como una forma de suplantar el trabajo tradicional, “sino que buscamos el armado de una red que funcione por fuera del mercado, que tenga que ver con el autosustento y en un segundo momento con la promoción humana, es decir con la búsqueda de un sentido nuevo del trabajo para salir del marco de la explotación, del patrón y el obrero”.
Las tareas, con matices en las distintas organizaciones, se hacen en forma cooperativa. Las decisiones sobre cómo se produce se toman en común, los ritmos y los horarios se acuerdan entre pares, no hay jefes y los que saben transmiten su conocimiento a los demás.
Conseguir que todo esto funcione es absolutamente complicado. Máximo Quispe (Movimiento Barrial Desde Abajo), quien trabaja en una panadería de Villa 15, cuenta: “Tuvimos muchas dificultades para tomar las cosas en serio, para ponernos de acuerdo con los horarios, organizarnos en grupos chicos para rotar durante el día y no superponernos. Armar un grupo sólido lleva mucho esfuerzo”.
En el tema de las ganancias hay diferentes criterios. Algunos las reparten por igual entre los integrantes de la cooperativa, otros las dejan para el conjunto de la organización, con el objetivo de que respalden otros emprendimientos, para comprar carne para los comedores o sostener el área de salud.
Problemas
El principal problema es el de la comercialización. Para poner un ejemplo: uno de los grupos de la Corriente Clasista y Combativa de La Matanza fabrica escobillones. Los venden casa por casa y con eso se defienden. Para crecer deberían llegar a supermercados y almacenes, pero no pueden dar ese paso porque no tienen factura. Tampoco vehículos para hacer el reparto.
Y la competencia con el sector privado. Varias organizaciones han probado fabricar zapatillas. “Si las ofrecemos a nuestro propio mercado las vendemos, pero no tenemos supermárgenes de ganancia. Si las llevamos afuera, la competencia con las grandes empresas nos mata. ¿A qué mercado ir, qué mercado podemos ganar?”, pregunta Juan Carlos Alderete. Para el dirigente de la CCC “el Estado debe ayudar comprando parte de lo producido, porque si no, no hay posibilidades de sobrevivir”.
Los piqueteros han buscado articularse con las fábricas ocupadas y las asambleas vendiendo en ferias barriales, pero no es suficiente. La propuesta de que el Estado compre la producción es compartida en todo el movimiento de desocupados, donde plantean que los comedores escolares podrían abastecerse de pan y verduras producidos por ellos en lugar de adquirirlo en el sector privado, de la misma manera que los hospitales podrían encargarles sábanas, guardapolvos y otros insumos.
¿Hay ganancias? En los casos exitosos, de 200 o 300 pesos por mes. Eso es lo que sacan en la cooperativa que el Movimiento de Jubilados y Desocupados (MIJD) tiene en Berazategui, donde fraccionan y venden lavandina y desodorante para pisos. En la panadería de Villa 15 se llevan entre 100 y 150 pesos por mes. Los albañiles del MTR tienen ingresos quevarían de acuerdo al trabajo, “hay semanas que no ganamos nada, pero cuando hay trabajo podemos llegar a más de 250 pesos por semana”, dicen.
¿Cuántos de estos emprendimientos sobreviven y crean puestos de trabajo real? Por ahora, un porcentaje bajo. Un técnico del Ministerio de Desarrollo Social que conoce el proceso estimó que 20 de cada cien.
Para los dirigentes piqueteros consultados, son muy pocos los proyectos que pueden caminar solos. Consideran que para que la economía social funcione como generadora de empleo se necesitaría no sólo de financiamiento sino de una política de protección al sector. “Un organismo como el IAPI que tenía Perón, que planifique y distribuya la producción, asigne roles, compre lo que hacemos y lo coloque en el mercado”, propone Luis D’Elía (FTV).
“Es difícil vender porque hay sectores que nos miran con indiferencia y no compran por prejuicio. Habría que pelear por leyes que nos beneficien en la venta en la vía pública o en ferias”, agregó Márquez (MTR).
Los desocupados ven que la capacidad de resistencia de sus emprendimientos es baja. “Si hay un remezón de la crisis, son lo primero que va a caer”, anticipa Alderete. Los que tienen expectativas las condicionan a que un mayor apoyo del Estado convierta a la economía social en un nuevo actor dentro del mercado. Los más no se hacen mayores ilusiones y ponen el tema en el mismo nivel que los programas sociales, como algo que ayuda a paliar la situación, una salida transitoria, en todo caso, algo mejor que nada.
Subnotas