EL PAíS › OPINIóN
› Por Luis Bruschtein
“Choriplanero empoderado” mandó un pibe en la planilla del operativo Aprender en el casillero sobre “ocupación del padre”. Hubo escuelas tomadas por los estudiantes y sindicatos enojados con mucho respaldo docente. Los medios se dieron una panzada de demagogia sarmientina. Los movileros, adoctrinados por sus jefes, trataron de darles clase a los estudiantes. A la mayoría les salió mal. “¿Decime una pregunta que te haya parecido ofensiva -primereó uno– o que vaya en contra de tus intereses?” Y le plantó el micrófono en la cara a un pibe de 16 o 17 años que primero se quedó mudo y enseguida reaccionó. “No sé porque todavía no las vi, pero qué podés esperar de una encuesta que hace una trasnacional”. Largó un golpe bajo y le entró un gancho a la mandíbula. “Bah, see”, balbuceó el movilero.
En las redes se multiplicaron las páginas que los pibes escribieron en la encuesta. Uno subrayó la pregunta sobre si algún miembro de su familia recibía a AUH: “¿Cuál es la relevancia de la pregunta?” escribió bien grande con marcador. Otra pregunta: “¿Cuáles fueron los actores sociales más reprimidos durante la dictadura?”, en las opciones figuraban: “Los miembros de las organizaciones armadas”, “empresarios”, “trabajadores”. El interrogado no marcó ninguna de esas pero hizo su propia lista: “estudiantes, maestros, pensadores, los que pensaban diferente”. Hay otra pregunta sobre la calidad de la educación y la forma de mejorarla. Otro que escribió grande con marcador: “La educación no va a mejorar hasta que los subsidios a las escuelas privadas pasen a ser presupuesto para la educación pública”. Seguramente fue una minoría la que escribió estas cosas que hicieron circular por las redes.
La bajada de línea de movileros y locutores fue más pública. Uno discutió con la docente de una escuela tomada. “No entiendo por qué está ofendida con la encuesta”, “no estoy ofendida”, responde la señora. “Peor entonces, porqué está tomando la escuela ¿le parece bien?”. “La escuela la están tomando los estudiantes, usted entendió mal”. Insiste el locutor: “Pero los docentes tampoco quieren que los evalúen”. “Se equivoca, nosotros queremos que nos evalúen, pero no así. Esto lo usará el gobierno para denigrar a la educación pública”. La maestra estaba tranquila, el locutor no. Daba discursos desde el curul del estudio. Parecía un busto de Sarmiento.
La docente no estaba tan errada. Ese domingo, el mismo canal había lanzado una furibunda andanada contra la educación pública y gratuita. Los periodistas, militantes de las políticas privatistas del macrismo, se rasgaban las vestiduras por los extranjeros que se benefician de la gratuidad de la enseñanza. A la mañana, los editoriales fueron contra los maestros en la radio de la misma corporación. “Cuando el río suena”… dice el refrán. Y los medios oficialistas no gastan saliva gratis. Cuando dicen corrupción en Fútbol para Todos, están preparando la pileta para la reprivatización del fútbol. Cuando critican al sindicalismo docente y a los paros o a la participación de extranjeros o inmigrantes en la escuela pública es porque también están preparando el terreno.
“Lo que importa no solamente es el contenido, sino también el contexto” fue una de las respuestas de la docente interrogada desde el canal. El macrismo no necesita ser explicado. Es neoliberal, privatista y antiestatista. Desde hace tiempo los medios corporativos y la derecha mantienen una campaña de desprestigio contra la educación pública. La docente dio a entender que harán lo mismo que con la pobreza. La encuesta dirá que todo está mal y a partir de allí: arancelar y privatizar.
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