Lun 16.02.2004

EL PAíS  › LA NEGOCIACION

La historia secreta de la entrada de Merrill Lynch

¿Por qué el banco de inversión, con un directivo importante que asesoró a Cavallo, se agregó a último momento al comité que debe trabajar con el Ministerio de Economía? ¿Lo hicieron los propios bancos o fue Nielsen?

Por C. S.

Un llamado de la Secretaría del Tesoro fue la clave para que el banco de inversión Merrill Lynch integre la tríada de entidades financieras encargadas, junto al Ministerio de Economía, de traducir los lineamientos de Dubai en una propuesta concreta. Nadie quiere firmar la especie, pero todos los analistas de mercados emergentes de Wall Street consultados por Página/12 así lo dijeron. Desde la Secretaría de Finanzas, en cambio, intentan deslizar que se trata de un logro de Guillermo Nielsen, quien habría convencido personalmente a un argentino que trabaja en Londres para el banco internacional.
“Estas decisiones no responden sólo a cuestiones objetivas, siempre tienen en medio el condimento político. La Secretaría del Tesoro no podía dejar que Argentina deje de pagarle al FMI y la renegociación de la deuda se estaba cayendo. Era imprescindible ayudar a que se conforme el sindicato.” La explicación fue dada a este diario por un economista especializado en mercados emergentes de un importante banco internacional con sede en Wall Street. La ayuda fue clave para que el sindicato pueda contar con un banco importante en Estados Unidos. De hecho, se trata del principal banco del país. También es cierto que, a diferencia de los primeros ‘90, ya no integra los primeros lugares entre los colocadores de deuda de mercados emergentes. La pregunta es cuál será la retribución que recibirá, dato que aun no trascendió. En Wall Street creen que JP Morgan Chase y Morgan Stanley, los otros dos pesos pesados estadounidenses en banca de inversión, no aceptaron el convite argentino porque la oferta económica era escasa en relación a la tarea. Si embargo, el negocio de participar de la reestructuración argentina está en el volumen. Como fue recordado recientemente por el ministro Alberto Fernández, se trata del “default más grande de la historia”.
Tanto los analistas locales como internacionales coincidieron en que resultaba imprescindible que “el sindicato” contara al menos con un gran banco en Europa, otro en Estados Unidos, y con menor importancia, otro en Asia. Desde esta perspectiva, la inclusión de Merrill Lynch puede ser considerada un logro para el gobierno y un paso adelante en el camino para salir de la cesación de pagos.
Técnicos de planta del Ministerio de Economía dijeron a este diario que la reestructuración de la deuda estaba “planchada”. En el FMI el malestar con Guillermo Nielsen era evidente y la cuestión habría sido tratada en la reunión a solas mantenida en Miami entre Horst Köhler y Roberto Lavagna. Quizá Köhler se haya enterado allí del parentesco político existente entre los dos funcionarios argentinos. Según se dejó trascender en quienes sostienen la explicación Nielsen, el acuerdo con Merrill Lynch habría dependido de una gestión personal del secretario, quien se habría encontrado en sus vacaciones en Pinamar con un “viejo conocido”, un argentino especializado en mercados emergentes con despacho en la sucursal londinense de Merrill.
El hombre en cuestión es Juan del Azar, un economista recibido en la Universidad Católica y con estudios en Harvard. Del Azar también es vicepresidente de EMTA (Emerging Markets Traders Association), una entidad formada por un selecto grupo de bancos encargados de colocar papeles de mercados emergentes nacida al calor de los planes Brady en América latina. La utilidad de esta versión del Ministerio de Economía es que también logra sacar del medio la cuestionada figura del número uno de Merrill Lynch International, Jacob Frenkel, asesor de Domingo Cavallo y, a fines del 2001, artífice deslucido de un abortado segundo megacanje.
Lavagna había excluido de la invitación a formar el sindicato a dos bancos de primera línea: el Credit Suisse First Boston y Merrill Lynch. Si bien no fueron nombrados, por entonces se habló de la necesidad de no incluir a las entidades más comprometidas con la gestión de Domingo Cavallo. El CSFB quedó en el camino por su participación en el ruinoso megacanje de julio del 2001, que contó con la activa participación de unosde sus máximos directivos, David Mulford, mientras que Merrill había quedado fuera por Frenkel.
A fines del 2001, antes de su estrepitosa caída, Cavallo suponía que el presidente de Merrill Lynch International lo ayudaría a solucionar el problema agravado por él mismo con el megacanje. Para evitar el inminente default, y luego de canjear los papeles en poder de las AFJP por los préstamos garantizados, intentó, con el asesoramiento conjunto de Frenkel y de Merrill, que los acreedores internacionales también acepten nuevos papeles con menores intereses. La idea era bajar el devengado anual del 12 por ciento promedio a un tope del 7 por ciento. Por entonces, el país destinaba el 20 por ciento de sus recursos fiscales a cumplir con el creciente servicio de la deuda. Pero los esfuerzos fueron vanos, la persistente recesión y la fuga de capitales ya habían marcado el próximo destino.
Finalmente, el asesoramiento Frenkel/Merryll Lynch terminó en papelón. El contrato de 75.000 dólares de honorarios profesionales que cobraría personalmente el banquero, a razón de 15.000 mensuales que, dijo, donaría a la Fundación Favaloro, se interrumpió intempestivamente con la caída de la Alianza. Página/12 consultó a la Fundación si había recibido dinero de alguien llamado Jacob Frenkel o de Merrill Lynch International. La respuesta fue que el generoso presente jamás existió.
Al parecer, la falta de consistencia entre discurso y hechos no es exclusiva de algún alto ejecutivo de Merrill. En el 2002, el banco estadounidense debió pagar una multa de 100 millones de dólares. La razón: Haber engañado a los inversores a quienes asesoraba. La fiscalía de Nueva York demostró que los analistas de la firma aconsejaban a sus clientes la compra de acciones de empresas con quienes Merrill tenía negocios de banca. El descubrimiento se produjo a raíz de una filtración de correos electrónicos en los que los brokers se burlaban de sus propios consejos criticando a las mismas firmas que habían recomendado.
No obstante, también es cierto que el banco estadounidense cuenta con un conocimiento previo del devenir argentino. No solo asesoró sobre el filo del default. En la primera mitad de los ‘90 tuvo una activa participación en las privatizaciones de empresas de servicios públicos. Además, algunas de las recomendaciones que el número uno de su división internacional realizó como asesor de Cavallo y Daniel Marx no perdieron vigencia. A poco de ser contratado declaró: “Los acreedores concurrirán a la mesa de negociaciones. No pueden seguir viviendo una ilusión. Conocen la realidad. Saben una cosa. Que la alternativa es peor”.

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