EL PAíS
› REPORTAJE A FERNANDO HENRIQUE CARDOSO
“No hay cómo ayudar más”
El presidente de Brasil acaba de visitar Chile, donde estuvo exiliado durante la dictadura en su país. Antes de irse concedió una entrevista al semanario chileno independiente “Siete+7”, cuyo segundo número apareció ayer en Santiago. El reportaje estuvo centrado en la Argentina.
Por Mónica Pérez
Desde Santiago
La estadía del presidente de Brasil en Chile estuvo marcada por la nostalgia. Sólo nueve meses distancian a Fernando Henrique Cardoso (71 años) del día que deberá abandonar el moderno Palacio do Planalto, el centro del poder del país más importante de Sudamérica. El halo de emoción no se aparta de él. En esta visita de Estado, la segunda como presidente, se dio el tiempo para visitar –después de 34 años– las dos casas en que vivió durante su exilio en Chile.
Son tantos y tan buenos los recuerdos de Cardoso que incluso él y su esposa Ruth tararearon el himno chileno durante la cena oficial en la que el presidente Ricardo Lagos los recibió la noche del martes en el Palacio de la Moneda. “No me sé la letra completa del himno chileno. Mi mujer y los niños sí, pero a mí me gusta mucho esto de ‘Puro Chile es tu cielo azulado... y el asilo contra la opresión’ –y lo canta– porque yo era un exiliado en este país y acá, entonces, existía la idea de que la democracia sería para siempre, que a Chile no le pasaría lo mismo que le había pasado a otros países del continente.”
“Chile entonces era una especie de capital de la libertad, porque había exiliados de varias partes”, dice Cardoso. “En los años 60 y 70 hubo golpes por todos lados, en Argentina, en Uruguay, en Brasil y en Bolivia. Incluso había capas de exiliados, arqueológicamente hablando: unos que habían expulsado a otros y después un tercero los había expulsado a ellos. Todos se vinieron para acá y crearon en Santiago una especie de fermentación.”
Cardoso está preocupado por la situación argentina. “La veo con inquietud porque el problema no es sólo económico, es más profundo. La falta de legitimidad de sus instituciones es muy peligrosa. La violencia que hemos visto en las últimas semanas y la agresión física indican el comienzo de la anomia. La gente no se siente representada por sus instituciones y eso es grave”.
–¿Cree que el presidente Eduardo Duhalde está consciente del peligro?
–Creo que Duhalde tiene conciencia de que el asunto más importante es volver a tener legitimidad para gobernar. Una situación como la de la Argentina requiere valor moral. Y los organismos internacionales no se dan cuenta porque exigen planes, programas, ajustes, expectativas sobre las tasas de cambio. Sin embargo, hay algo antes y que es más importante: la capacidad de gobernar. No se puede apretar demasiado a la Argentina desde el punto de vista económico porque puede resquebrajarse el aparato institucional.
–¿Además de discursos y gestos, qué han hecho los socios del Mercosur por la Argentina?
–Estamos haciendo lo posible en varias direcciones. Primero hablando con el mundo, con los americanos, con las instituciones financieras, con los europeos, explicándoles que esto no es una cuestión meramente económica. Estamos apoyando a las instituciones del gobierno argentino y por esto fui y me quedé a dormir en Olivos, para demostrar que hay que fortalecer la institucionalidad.
–Pero esos son sólo gestos y palabras. ¿Qué más han hecho en concreto?
–Brasil nunca rechazó las peticiones concretas argentinas aunque fueran en contra de los principios del Mercosur. Hemos comprendido la situación, hemos tratado de mantener una relación muy fluida entre los ministros de Finanzas y entre el Banco Central de ambos países. Y Chile ha hecho lo mismo. Con el presidente (Ricardo) Lagos hablamos muy a menudo por teléfono y gran parte de nuestras conversaciones son sobre la Argentina. Tratamos de ser el eslabón entre la región y las organizaciones internacionales, pero el asunto no puede ser resuelto sino por los argentinos.
–¿Han bajado ustedes los aranceles a los productos argentinos para ayudarlos en su reactivación económica?
–Hemos bajado los aranceles en todo lo que nos han pedido los argentinos, ya casi no tenemos tarifas de ese tipo. La balanza comercial favorece a la Argentina en casi mil millones de dólares y aun así nunca levantamos este punto para frenar alguna demanda de una rebaja de aranceles. El 21 de marzo, el ministro de Comercio de Brasil irá a la Argentina. He hablado con el presidente Duhalde para que Brasil pueda comprar más vehículos en la Argentina, pero esto no es el corazón del problema sino la crisis política y financiera. Y en esto, ni Chile ni Brasil tienen cómo ayudar. No contamos con el dinero necesario para eso. La Argentina tiene que solucionar las dificultades de su sistema bancario y eso dependerá de la activa cooperación de la banca privada internacional. Sin el Fondo Monetario Internacional esto no tiene solución. No hay cómo ayudar más.
–¿No cree que esta grave crisis y la ineficacia que ha demostrado el Mercosur para ayudar a su socio hacen peligrar la vida del pacto regional?
–El Mercosur no está herido de muerte con la crisis argentina porque el comercio sigue fluyendo. Esta crisis derivó de múltiples causas, pero económicamente del hecho de que no había una convergencia entre los sistemas de cambio. La Argentina mantuvo el cambio fijo y eso afectó su competitividad. Si tras esta debacle los argentinos logran restablecer su fuerza interna y solucionan el problema bancario, el Mercosur tiene más posibilidades de éxito. Hoy existe homogeneidad de los sistemas de cambio entre nuestros países y, por primera vez, se puede pensar en una convergencia macroeconómica.
–¿Está diciendo que esta crisis es positiva para el Mercosur?
–Por lo menos abrió una ventana, porque los argentinos no aceptaban cambiar su sistema de cambio fijo y le echaban la culpa a la devaluación de Brasil. Nuestra devaluación no ha afectado el comercio ya que continúa existiendo un superávit comercial en favor de la Argentina cercano a los mil millones de dólares. Lo que sí se ha visto deteriorado ha sido la productividad y la competitividad de los sectores manufactureros argentinos. Y esto tuvo su origen en la falta de inversiones productivas y en una tasa de cambio fijo.
–¿Podría asegurar que los temores de contagio de la situación argentina hacia otros países de la región están totalmente superados? ¿O es demasiado pronto para cantar victoria?
–Creo que –casi con seguridad– estamos libres. Los sistemas financieros privados han aislado a Brasil y a Chile de un contagio. La moneda brasileña se está valorizando frente al dólar. Hoy, por primera vez, uno percibe que la gente nota la diferencia entre los dos tipos de moneda. Este fue el factor central que evitó el contagio. El sistema mundial reconoció que los aparatos fiscales de Brasil y de Chile son sanos y nos diferencian de la Argentina. Sin embargo, no sé qué va a suceder en el futuro.
–¿Cómo afectaría a la región si se produjese en Argentina el escenario más probable según los expertos: una desintegración política definitiva y una anarquía?
–El problema político es el más preocupante. Los organismos internacionales tienen que darse cuenta de que la situación de la Argentina es grave.
–Frente al peligro de estallidos sociales, ¿ve a los ejércitos latinoamericanos con ganas de ocupar el vacío de poder?
–No, y ejemplo de esto es lo que ha sucedido en la Argentina. En otra época ya habría habido pronunciamientos y ahora no ha pasado nada. El mundo ha cambiado mucho. La globalización tendrá sus problemas, pero lo positivo es que la opinión pública mundial está con la democracia y se opone a acciones militares. En el caso de Brasil yo descarto totalmente esta posibilidad. –¿Cuánto le preocupan las próximas elecciones en su país? Las encuestas no favorecen a su candidato, José Serra, ex ministro de Sanidad de su gobierno.
–Las encuestas nos favorecen... Y todavía queda mucho tiempo por delante. Yo gané en primera y en segunda vuelta, pero no siempre debe ser así.
–Luiz Inácio Lula Da Silva, el legendario líder del Partido de los Trabajadores, mantiene una sólida ventaja en las encuestas. Aglutina el 30 por ciento de las preferencias por sobre los 16 puntos que tiene Serra. ¿Cree que con la inestabilidad que predomina en la región –la Argentina, Colombia, Venezuela y Perú– Brasil elegirá a Lula como presidente?
–Depende de cómo se comporte Lula frente a los nuevos desafíos. Creo que la democracia en Brasil está lo suficientemente sólida para que no exista ningún problema de fondo. Las instituciones y el cambio de mentalidad brasilera, las transformaciones económicas que hemos aprobado, la responsabilidad fiscal; todo está muy arraigado en mi país. No creo que Lula gane, pero aunque triunfase no pasaría nada si actúa de forma correcta.
–Si consideramos que Fernando de la Rúa ya se fue, que su partido puede ser derrotado en Brasil y que en Chile el candidato de la derecha tiene muchas opciones de suceder a Ricardo Lagos, ¿se podría decir que la “Tercera Vía” agoniza?
–Vamos a ver los resultados. Las elecciones no se ganan en la víspera. Cualquiera sea el resultado, lo que plantea la “Tercera Vía”, un proyecto de democracia progresista, sigue siendo válido. Es decir, el mercado es muy importante, regula precios y comportamientos, pero no es todo. Un país requiere de políticas públicas aunque el Estado no basta para que esas políticas logren buenos resultados. Ni fundamentalismo de mercado, ni estatal. Ese es un debate de fondo en el siglo XXI.