Vie 27.02.2004

EL PAíS  › UN GRUPO FASCISTA QUIERE ACERCARSE A LA ARGENTINA

Con amigos así, quién necesita enemigos

› Por Martín Granovsky

El Gobierno ya tiene una copia porque la envió, presto, el embajador en Dinamarca, Juan Carlos Kreckler. El título dice así: “I dag er vi alle argentinere”. Debajo hay un dibujo de un ave de rapiña, un buitre quizás, despanzurrando una vaca. Para los lectores que no sepan danés, aquí va una traducción: “Hoy, somos todos argentinos”. Y para los desprevenidos, una advertencia: los preocupados por la Argentina son lobbistas norteamericanos que en los ‘80 apoyaron a Mohamed Alí Seineldín.
El texto, fechado ayer mismo en Copenhagen y elaborado por el equipo del norteamericano Lyndon LaRouche, parece un canto al industrialismo keynesiano.
“Apoyamos a Néstor Kirchner, presidente de la República Argentina, en su postura contra el Fondo Monetario, los bancos depredadores y los fondos buitres”, dice.
Ellos son los que, según el documento, forzaron a la Argentina a aceptar “condiciones draconianas puestas por Goldman Sachs, Morgan Stanley y Credit Suisse First Boston, gracias a sus lazos con el ex ministro de Economía Domingo Cavallo”.
Para el larouchismo, “la deuda externa es ilegítima” y los culpables son “los sinárquicos del sector bancario”, que estarían buscando una reacción militar argentina de tal grado que deba ser respondida por una guerra preventiva que terminaría en una conflagración nuclear.
Todo esto se solucionaría haciéndole caso a Lyndon LaRouche y organizando préstamos de largo plazo con bajas tasas de interés para financiar la construcción de grandes proyectos de infraestructura.
Informa también el documento que “nuestros camaradas del Movimiento de la Juventud Larouchista en Buenos Aires pidieron ya que Kirchner continúe rechazando las presiones del Fondo Monetario”.
Fue imposible ubicar ayer a los camaradas. En cambio resultó más fácil dar con un antecedente argentino de LaRouche. En 1993 prologó con Seineldín un libro titulado “El complot para aniquilar a las Fuerzas Armadas y a las naciones de Iberoamérica”. El panfleto critica el juicio a las juntas de 1985 en estos términos: “Los integrantes de la junta militar, y por ende toda la institución castrense, fueron enjuiciados por osar enfrentarse a los británicos y por librar la guerra contra la subversión comunista”.
LaRouche también fue parte de la red de apoyo que amparó a Jorge Olivera, el militar argentino acusado por la desaparición de la ciudadana francesa Marie Anne Erize que logró escapar de la Justicia italiana. A LaRouche le agradeció su ayuda el socio de Olivera, Jorge Appiani, según lo contó él mismo al diario Libération de París. Appiani no fue ingrato y se acordó de otro benefactor en la campaña por Olivera, el neonazi Movimiento por la Independencia de Alsacia.
El dirigente norteamericano apoyó una campaña para poner en cuarentena a los estatales californianos con HIV y en 1984 se opuso a la ecología con el slogan “Que las ballenas se coman a Jane Fonda”.
LaRouche quiere presentarse como una buena compañía de la Argentina para pelear contra los fondos buitres. La suya es una apuesta a la candidez, porque si el país lo aceptara como aliado habría que preguntarse, en danés o castellano, con amigos así quién necesita enemigos.

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