Mié 03.03.2004

EL PAíS  › DIPUTADOS HIZO LEY LA
REFORMA LABORAL, CON EL VOTO DEL PJ Y DE LA UCR

La ley Pontaquarto deroga la ley Banelco

El debate fue largo y previsible. Tanto los peronistas como los radicales fundaron la necesidad de derogar la reforma de la Alianza viciada por la sospecha de coimas. La votación fue aplastante: 215 votos a favor y 23 en contra. Díaz Bancalari y Ubaldini, portavoces del oficialismo. Stolbizer hizo la autocrítica radical. Maffei y Zamora, dos de las voces críticas.

Por Eduardo Tagliaferro y Felipe Yapur

Para el justicialismo era un gesto necesario. Para el radicalismo era la posibilidad de concretar un cambio de imagen después de haber impulsado la ley Banelco o de los sobornos. Para la oposición se trató del primer tema del año parlamentario en el que tomaron fuerte distancia del Gobierno y en el que se pusieron de acuerdos varios bloques de centroizquierda impulsando la nulidad. Más allá de algunos cruces picantes y del extenso debate, el oficialismo logró imponer sus números, con la aquiescencia de la UCR, y sancionar la nueva ley laboral enviada por el gobierno de Néstor Kirchner. Los votos afirmativos fueron 215 y los negativos 23. No hubo ninguna abstención.
Los que respaldaron la derogación de la anterior norma laboral básicamente condenaron las oprobiosas condiciones que rodearon la sanción de la anterior ley de reforma laboral. Aquella que impulsó Fernando de la Rúa en el 2000 y que tras las sospechas del pago de sobornos a senadores, terminó con la renuncia del vice de la Alianza, Carlos “Chacho” Alvarez primero y luego con el desmoronamiento de la coalición de gobierno.
Fueron ocho horas y media de discusión en las que hubo de todo. Desde algunos discursos muy aburridos y reiterativos, hasta otros, como el del jefe de bloque del PJ, el bonaerense José María Díaz Bancalari, con un marcado tono de sectarismo. En el medio hubo espacio para una liviana autocrítica de la radical bonaerense Margarita Stolbizer, una defensa apasionada y descarnada de los derechos de los trabajadores por parte de la arista Marta Maffei. El oficialismo transversal o no peronista tuvo en el periodista Miguel Bonasso a uno de sus principales voceros. También se escuchó una vehemente crítica del socialista Jorge Rivas al contexto de corrupción en el que se sancionó la anterior norma laboral.
Como miembro informante de la Comisión de Legislación del Trabajo habló Saúl Ubaldini. Su exposición reivindicó al papa Juan Pablo II en la condena que éste hizo del capitalismo salvaje y manifestó su “orgullo por que se discutieran normas que favorecen a los trabajadores”. Claro que no fundamentó tamaña conclusión. Al final del debate, cuando el peronismo impuso su mayoría y rechazó las modificaciones propuestas por otros bloques, para expresar la negativa de la comisión hablaba la ex ministra de Trabajo, la bonaerense Graciela Camaño.
Esperó con paciencia su turno. Cuando lo nombraron mostró su mejor sonrisa con la que graficó la alegría y emoción que le provocaba votar la derogación de la ley de los sobornos. Adolfo Rodríguez Saá hacía así su debut en la Cámara. Justificó su decisión al considerar que la voluntad de los legisladores de ambas Cámaras estuvo viciada. Reivindicó la actitud de los representantes de San Luis que no acompañaron aquella ley. Claro, no dejó pasar la oportunidad para enrostrarle a sus colegas del PJ que durante su corto mandato presentó un proyecto de derogación: “No hubo coraje y voluntad política de torcer el brazo de quienes habían perjudicado al trabajador con flexibilización y desempleo”.
Stolbizer tuvo a su cargo verbalizar el arrepentimiento radical: “El pueblo espera un mea culpa del radicalismo y de la Alianza. Yo estoy dispuesta a hacerlo sin ningún tipo de pudor, porque creo que si somos capaces de reconocer los errores sin culpa y sin vergüenza, pero con arrepentimiento, recién ahí podremos tener la autoridad para construir y diseñar una perspectiva de futuro”. Luego adelantó la votación a favor de la iniciativa oficial.
La arista Maffei, otra debutante, tomó el guante lanzado por los radicales y dijo que “no alcanza con decir que nos equivocamos”. La ex titular de la Ctera coincidió con el argumento oficial de que la ley no generará empleo pero criticó la remanida explicación de que el crecimientoeconómico lo logrará: “La década de la acumulación infame produjo en el trabajo enormes daños como el período de prueba, las indemnizaciones a la baja, caída de los aportes y de los impuestos”.
El debate transcurría con tonos disonantes. Algunos se retiraban a almorzar en los restaurantes vecinos al Palacio Legislativo. El promedio de presentes no superaba los 100 diputados. Hasta que una cuestión de privilegio presentada por la diputada Camaño rompió la rutina. La ex ministra la retiró luego de que Alicia Castro dijera que no había querido ofenderla cuando dijo que “tal vez Recalde no llegó a ministro de Trabajo porque nunca entregó a los trabajadores”.
Luego de criticar a la ley Banelco, el socialista Rivas señaló que “los que tenemos una mirada distinta de la del Gobierno no estamos guiados por el odio. Queremos aportar al debate. Lo mínimo que podríamos demandar es tolerancia”. La frase tenía como destinatario a Kirchner. El legislador se mostró indignado con una definición que anteayer el Presidente hizo en el mismo recinto. “Yo escucho y seguiré escuchando a los ciudadanos. Dialogando con ellos, sin intermediarios ni exegetas”, fue la afirmación de Kirchner que generó la rebeldía del socialista.
Bonasso, también debutante en la Cámara, aseguró que “venía a derogar una ley infame”. Se remontó a los comienzos históricos del peronismo para hablar de los derechos laborales y sobre la causa judicial de los sobornos aventuró un deseo: “que Fernando de la Rúa y Alberto Flamarique terminen en la cárcel”.
“La coima y la presión, son los mecanismos de los empresarios, de los gobiernos y del FMI”, azuzó Luis Zamora. La respuesta la entregó Díaz Bancalari. El legislador señaló que “la política de degradación del trabajo no se le puede atribuir al justicialismo alegremente”. El legislador apeló a tener memoria, repasó los nefastos resultados de la Revolución Libertadora, se detuvo en el gobierno de la Alianza, pero tuvo una amnesia selectiva y olvidó los 10 años de menemismo.
Fue la primera sesión de ordinarias. El peronismo estrenó su mayoría propia y la manejó a su guisa. Tal como había solicitado el Ejecutivo, no aceptó cambios y obtuvo una holgada aprobación. Desde la confesión del arrepentido Mario Pontaquarto el Gobierno buscó la derogación de la ley Banelco. La logró, por así decirlo, sin despeinarse.

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