EL PAíS
“La suma de cuatro grupos no da cuatro grupos, da mucho más”
La primera convocatoria unificada del kirchnerismo atrajo a mucha gente espontánea, peronistas y no peronistas, ex frepasistas y agrupaciones del movimiento social, y excedió las expectativas de sus organizadores.
› Por Luis Bruschtein
La Marcha Peronista sonó con más entusiasmo del que se esperaba en una convocatoria “transversal”, poco peronista. De hecho, en Parque Norte no había aparatos del PJ y, sin embargo, el sesgo mayoritario del público parecía provenir de ese origen, un tipo de peronista que se había alejado de su partido, que hivernó en los últimos años o soportó estoicamente en un rincón marginal, muchos que sostuvieron la identidad pero se alejaron del partido. También había no peronistas que transitaron el Frepaso, representantes de agrupaciones sociales combativas y los eternos aspirantes a funcionarios de cualquier gobierno que nunca faltan.
Poco antes de comenzar, el salón principal de Parque Norte, más una inmensa carpa adicional, estaban prácticamente llenos a la espera de la llegada de la senadora Cristina Fernández de Kirchner. En ese momento entró un grupo importante de la Federación de Tierra y Vivienda que dirige Luis D’Elía cantando “Ya van a ver, ya van a ver, no somos como esos putos de Castells” y con consignas de apoyo al Presidente. Algunos sonrieron, pero para evitar la interna piquetera, desde otro sector comenzaron a cantar la Marcha Peronista, que fue acogida con entusiasmo. Y para evitar el desaire a los no peronistas, poco antes de terminar con la marchita, se impuso el grito de “Argentina”.
Cuando habló la senadora, en un tono más “transversal” y cultural que agitador y peronista, desde el público hubo grupos que comenzaron a gritar “Cristina Kirchner, gobernadora” introduciendo un tema que irrita al PJ bonaerense.
La afluencia de público desbordó las espectativas de los organizadores. “La suma de cuatro grupos no da cuatro grupos, da mucho más”, comentaba con relación a los organizadores un ex JotaPé que había llegado escéptico y retomaba un entusiasmo castigado por el tiempo. Los setentistas eran numerosos, aunque no mayoría, y los abrazos por los reencuentros formaron parte de la escena. Para ellos, el 11 de marzo tiene connotaciones personales importantes aunque, en este caso, la fecha fue la excusa para una convocatoria que el kirchnerismo venía postergando, en parte por sus compromisos con otros sectores del PJ y en parte por la indecisión de los grupos que debían realizarla. El ex presidente Héctor Cámpora fue mencionado por Cristina y Néstor Kirchner pero su homenaje no fue el eje de la actividad.
Para los veteranos, sin embargo, la ocasión tenía sus efluvios de cierta nostalgia, sobre todo cuando Pedro Cámpora, sobrino del “Tío”, ingresó al patio. Pedro Cámpora integra el equipo del ministro de Trabajo, Carlos Tomada, y en los ‘70, cuando tenía 29 años, fue de alguna manera quien creó el vínculo entre Cámpora y la Tendencia Revolucionaria y por eso, la JotaPé le decía “el tío Cámpora”.
Entre abrazos y reencuentros se mantenía cierto escepticismo. “Cuántos hay que vienen a abrir su kiosco”, decía uno, mientras otro le contestaba que lo mejor que podía hacer Kirchner era mantener bajos los sueldos de los puestos políticos para “alejar a los oportunistas”. Aun así, el ambiente general era de entusiasmo, con gente hablándose a los gritos o gritando consignas y hasta cuando se cantó la marchita, sobre todo si se tiene en cuenta que era un clima espontáneo porque no había grandes aparatos políticos que dirigieran la batuta.
En la entrada a los edificios y a las salas donde se ubicaron las mesas se repartía infinidad de volantes y publicaciones de pequeñas agrupaciones sindicales o barriales. Otros volanteaban: “Bruera te escucha” decía uno de ellos que caía del cielo con un número de teléfono junto a la consigna reality que el eterno opositor del intendente de La Plata le robó a “Luisa te escucha”. Y también estaban los locos temáticos que suelen atraer estos actos, como un hombre mayor que buscaba a los periodistas para mostrarles sigilosamente una misteriosa bandera de Montoneros en una hoja de anotador.
Por el desorden, entre caótico y vital, la reunión se parecía más a un acto peronista que los últimos actos peronistas oficiales donde los aparatos ya son tan estructurados y previsibles que enfrían hasta una plancha. Con un fuerte componente de clase media-media, con delegaciones del interior y agrupaciones sociales con personas muy humildes, también estaban los infaltables funcionarios de traje y celular que parecían más sorprendidos que cómodos.
En los sobrepoblados pasillos había grupos que buscaban afanosamente y con poca suerte las salas donde se habían organizado las mesas. Algunos de los expositores, entre altos funcionarios, legisladores y dirigentes sociales, habían llevado a sus hinchadas como si dudaran de la efectividad de una convocatoria que finalmente supo atraer a mucha gente espontánea.
La sala donde se habló del movimiento obrero y luego del movimiento social estaba repleta, mientras que en la sala vecina, donde exponía el ministro de Cultura, Torcuato Di Tella, sobre el tema de su cartera, estaba raleada. Los camioneros de Hugo Moyano festejaron con consignas la exposición de su líder y también cantaron “Y ya lo ve y ya lo ve, hay una sola CGT” cuando le tocó el turno al Barba Gutiérrez y a Edgardo De Petris, de la CTA. En esa misma sala entró luego Luis D’Elía, quien compartió la mesa con el diputado Miguel Bonasso, el secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli, y otros oradores. Los camioneros que se estaban concentrando en el estacionamiento se trenzaron a golpes con un grupo de la FTV que había permanecido allí y se produjeron corridas y escenas de pugilato de las que resultaron cuatro heridos de la agrupación piquetera. Entre la imperfección y hasta la desprolijidad poco frepasista y pejotista, el mérito de esta primera convocatoria del kirchnerismo, atravesada también por sus internas, fue que se expresó más por la expectativa por un proyecto que por el rechazo a otras expresiones. Fue el primer paso en un espacio que hasta ahora estaba casi vacío.