EL PAíS
› RODRIGUEZ SAA HACE COMO QUE NO LE PREOCUPA LA OPOSICION
Alberto no le teme a la clase media
Las críticas también surgieron de su hermano Adolfo, el ex presidente, ante la ausencia de peronistas en el gobierno provincial.
› Por Felipe Yapur
Nada de lo que sucede en la provincia parece inmutar al gobernador Alberto Rodríguez Saá. Sus allegados reconocen que la masiva marcha del jueves en su contra no lo preocupó. “Los que participan son de la clase media. Me preocuparé el día que haya piqueteros”, lo escucharon decir en su amplio despacho de la casa de gobierno. La misma actitud tiene cuando le acercan las cada vez más frecuentes quejas de los dirigentes del PJ por no tener cabida en su gabinete: “Lo hacen porque terminé con su corruptela”, es otra de las frases que suele brotar de los labios de Rodríguez Saá. El que sí está preocupado es el diputado –y ex presidente– Adolfo Rodríguez Saá, quien anoche reconoció en una reunión partidaria diferencias de opinión.
Tal vez la calma que envolvió a la capital puntana el día después de la multitudinaria marcha de la multisectorial provocó que el gobernador ingresara recién cerca del mediodía en su despacho. Rodeado de sus ministros y principales colaboradores –casi ninguno tiene un pasado peronista–, evaluó que es poco probable el éxito de sus por ahora inorgánicos y heterogéneos opositores. La confianza del “Alberto”, como lo llaman en la provincia, reside en el control y la devoción que tienen por él los 40.000 beneficiarios del programa social provincial “Pico y Pala”.
Este es un programa que en un principio llevó a los desocupados a realizar tareas de desmalezamiento y otras actividades similares y que se transformó desde la asunción del gobernador en el “Programa de Inclusión Social”. Este verdadero ejército de desempleados que reciben una retribución de 300 pesos por mes, a cambio de una serie de tareas, representan la base social del gobierno del “Alberto”.
Mientras el programa funcione aceitadamente, para el gobernador los problemas suscitados con los docentes, la Curia e incluso el de la intendencia, se le antojan secundarios y magnificados por la prensa nacional. Sin embargo, su hermano, el breve ex presidente, parece no opinar lo mismo.
Adolfo, mucho más apegado a los usos y costumbres del justicialismo, considera que se hacen necesarias algunas rectificaciones en el rumbo de la administración provincial. Al diputado nacional le preocupa la no inclusión de los dirigentes del PJ en el gobierno y ya advirtió el nacimiento de un nuevo foco de conflicto que, de prosperar, puede ser mucho más dañino para el gobernador que la incipiente multisectorial.
“El peronismo le aportó el 80 por ciento de los votos al gobierno del Alberto y no nos dio un lugar”, se quejó anoche Carlos, un dirigente del PJ puntano poco antes de ingresar en la sede partidaria donde Adolfo iba a presidir un encuentro de la dirigencia. “Algún día va a tener que explicarlo”, insistió el peronista y no estaba equivocado. Durante la reunión en la sede del PJ y frente a unos 200 representantes de la estructura partidaria de toda la provincia, el ex presidente reconoció que “tengo algunas diferencias, por eso vamos a llamarlo al Alberto y le vamos a preguntar por el tema de los docentes, de los viales y sobre el partido”, dijo.
La frase significó un reconocimiento explícito del descontento y el anuncio de una convocatoria al gobernador da cuenta de la prescindencia que tiene éste de los principales dirigentes del justicialismo. “Se hace difícil explicar por qué un gobierno peronista no tiene peronistas en los ministerios”, indicó a este diario otro dirigente del PJ.
De todas formas, ayer el Adolfo se cuidó de avanzar en las críticas a su hermano y prefirió apuntarlas a los medios de prensa nacionales: “Son cómplices de una campaña orquestada desde el gobierno nacional para tapar el problema de la deuda”, dijo en medio de los primeros aplausos. Agregó que “hubo mucha bravuconada por la negociación de la deuda externa pero al final sólo fue eso, puras bravuconadas” y los aplausos otra vez se escucharon.
Este fue el primer paso del ex presidente para apaciguar los ánimos en el justicialismo. Es probable que esto represente un problema menor frente a la manifiesta intrasigencia de Alberto ante estas críticas. “Yo terminé con la corruptela. Las quejas del partido las escucho, pero me tienen sin cuidado. El gobierno es una cosa y el partido es otra muy distinta”, es la respuesta que suele utilizar ante cualquiera que le pregunte sobre este nuevo conflicto.
Más allá de la despreocupación que muestra el gobernador Rodríguez Saá, que coincide con la tranquilidad que vivió ayer la capital provincial, todo indica que la crisis está lejos de solucionarse. El próximo martes la multisectorial convocó a otra marcha de protesta. El desafío de éstos es mantener el mismo caudal de participantes. Si se supera, es probable que el gobernador comience a preocuparse un poco.
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