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KIRCHNER, EL PERONISMO Y LA POLíTICA DE DERECHOS HUMANOS
Impunidad y memoria
Por Raúl Fernández*
En 1995 presentamos en el Concejo Deliberante, con el socialista Jorge Tula, un proyecto de ordenanza para la creación del Museo de la Memoria, a afincarse en el predio de la ESMA. En los fundamentos de la iniciativa, que acompañaron la totalidad de los organismos de derechos humanos, definíamos su objetivo como “la reconstrucción y protección de la memoria colectiva sobre los horrores del Terrorismo de Estado”. Por esa época, la larga, tenaz lucha por mantener vigente la consigna de “juicio y castigo” y la búsqueda de la verdad atravesaba un momento difícil, tras el golpe feroz de los indultos para los genocidas dictados por Carlos Menem, que se sumaron a la iniquidad de las leyes de impunidad sancionadas en los primeros años de la democracia.
Nueve años después, en un gesto cargado de valentía y de potencia política, un presidente de la Nación desafía las connivencias y complicidades que, desde los grupos de poder y de presión y desde la política misma, pretenden un olvido sin justicia, y encabeza una acción de enorme valor simbólico como es la ocupación física de la ESMA por una multitud a la vez transida e incrédula ante los espacios del horror.
Las palabras presidenciales, acaso dictadas por la conmoción del momento o por un espontáneo propósito fundacional, tuvieron un deslizamiento cuando pidió perdón en nombre del Estado por los años de silencio. Porque si la construcción de la memoria es una tarea colectiva, social, garantizar la justicia es responsabilidad de los poderes del Estado. No es entonces la imposición del silencio su mayor culpa, sino la impunidad, ya que, a diferencia de la España franquista o el Chile de Pinochet, aquí no hubo silencio sino su contrario, es decir la memoria, que aún en los aciagos, terribles años de la dictadura, se imponía a través de la imagen de un puñado de mujeres solitarias que giraban en la plaza mientras rechazaban a los jóvenes que intentaban acompañarlas para no poner en riesgo sus vidas. Su tenacidad, que irguió a todo un pueblo, estuvo en la matriz del juicio a las Juntas que llegó años después.
Dice Bruno Bethelheim, hablando de los campos nazis, en uno de los cuales él mismo estuvo, que un campo de concentración es una experiencia destinada a actuar sobre el conjunto de la sociedad y no sólo sobre sus víctimas inmediatas. Así, las 30 hectáreas de la ESMA, al igual que los otros campos de la dictadura, no sólo fueron teatro de la infinita deshumanización sino que, también y sobre todo, ordenaron y disciplinaron la sociedad entera a través del Terror de Estado, lo que fue decisivo para que la Argentina terminara siendo un país socialmente devastado.
Es contra ese cautiverio colectivo que actúa la recuperación de la ESMA para darle otro significado, es contra ese campo invisible que llevamos casi 30 años de lucha social y política por la Justicia que, a través de múltiples acciones y desde diversos ámbitos, impidió que se impusiera la niebla y la noche y, por lo tanto, contribuyó para que hoy nos atrevamos a pensar en un país distinto, más humano, más justo y más solidario.
* Jefe de Gabinete del Gobierno de la Ciudad.