EL PAíS
› KIRCHNER Y DUHALDE CONTINUAN ALEJANDOSE
La guerra de las fotos
Los cruces por interpósitas fotos que se propinaron el Presidente y el ex la semana que pasó, más algunas bromas cargadas de hiriente ironía que descerrajó K desde Estados Unidos, hacen pensar a sus respectivos entornos que la pelea viene en serio, y que “se adelantó”. Preparan una mediación, que no se sabe aún si funcionará. La apuesta de Duhalde por Scioli para la gobernación. La réplica del Presidente. El rol de CFK.
› Por Sergio Moreno
El hombre, que manda, que acostumbra dar órdenes, que integra el gabinete de ministros, habla. Dice: “Mire, estos dos están enojados en serio”. Estos dos son, según refiere el hombre, Néstor Kirchner y Eduardo Duhalde. Sigue: “Uno nunca habría pensado que con una jodita tras otra se podía armar una bola de nieve como la que se armó”. La bola de nieve, según dice el hombre consultado, conocedor tanto de uno como de otro, de Kirchner como de Duhalde, vendría a ser la que se apelmazó con la foto de los transversales, después la del tren, después la del avión, después los chistes de K en Estados Unidos sobre la “transeternidad”, y así. “Ahora –dice el hombre, que sabe, que manda y conoce a los dos–, estamos en un punto en el que hay que mediar, armar una reunión entre operadores y después otra entre los dos. Esto no está bien. Esto se adelantó. Esto no debería estar ocurriendo”, dice el hombre, y guarda silencio, un silencio que habla.
Primero, Kirchner se sacó la foto con el jefe de Gobierno porteño, Aníbal Ibarra, sus pares de Rosario y Córdoba, Miguel Lifschitz y Luis Juez, y el ex de la primera Hermes Binner. Los gobernadores de Santa Fe y de Córdoba, Jorge Obeid y José Manuel de la Sota, montaron en cólera. Y se sacaron otra foto. Una que, con picardía, imaginó rápidamente Eduardo Duhalde. Fueron hasta San Vicente y se tomaron la instantánea los tres, además de Antonio Arcuri, viejo operador del ex presidente, José María Díaz Bancalari y Eduardo Camaño. Desde esa foto, Duhalde dijo varias cosas.
1 Me reconcilio con De la Sota, con quien estaba peleado; ante la avanzada kirchnerista recompongo relaciones con su enemigo.
2 Atiendo a los peronistas enemigos de los transversales.
3 Ratifico mi lealtad a mis viejos amigos y a mi estructura bonaerense (Arcuri, Manuel Quindimil, Antonio Cafiero, Bancalari y Camaño).
4 Apuesto a un joven que me gustaría me herede en la provincia cuando se vaya Felipe Solá: Daniel Scioli.
Muchos mensajes los del ex presidente en una sola foto. Todos esos desafiantes a Kirchner. El Presidente sabe decodificar. En esta oportunidad, no fue muy difícil.
Por si no bastara, Duhalde se hizo tomar otra foto. Esta vez, en el avión que lo condujo a Colombia y en el que de casualidad coincidió con Raúl Alfonsín. La casualidad dejó de serlo cuando el ex gobernador se tomó la fotografía y la esparció por la Argentina. “Son la transeternidad”, bromeó y no tanto el Presidente en un alto de su visita a Estados Unidos.
Ese sentido del humor no cayó bien en Duhalde. Aprovechando su cargo en el Mercosur, el gobernador partió raudo rumbo a Colombia, primero, Venezuela, después, y Bélgica, finalmente, previa escala en Madrid. Dejó flotando en el aire, como el humo de un cigarro, unas palabras dichas a la prensa. “Hay que apoyar al Presidente”, dijo, como siempre dice luego de una tenida con quien considera su golem, Kirchner.
¿Qué le pasa a Duhalde? “Quiere contener, no se confunda –dice a este diario, como alertando, uno de sus fieles–. Trata de que Obeid y De la Sota no se pasen al enemigo, no comploten.” El confidente, un sujeto que ha sabido trajinar las alfombras de la Rosada y el césped de Lomas de Zamora, tiene una mirada harto benévola para con la praxis política del ex gobernador. El sujeto, que dice haber cruzado una que otra palabra con el caudillo bonaerense, infiere: “Duhalde sabe que lo más importante es la gestión, y está de acuerdo con cada paso que ha dado Néstor (Kirchner) en el gobierno. Pero disiente con el trato que le dispensa a sus compañeros, a aquellos que también son importantes y él no les da bola. Entonces –continúa, como contando un cuento–, actúa y trata de contener. En el almuerzo con Obeid y De la Sota se quedó callado mientras los otros dos escupían veneno por la boca. Los escuchó, los contuvo”.
Un ministro, sentado frente al reportero de esta nota, lo mira, entrecierra sus ojos y vuelve a su interlocutor. Hace movimientos pausados, juguetea con una servilleta que sirve para que el cuero del escitorio no se moje con la transpiración de su copa de agua mineral, y, tras una larga pausa, dice “está todo mal”. La frase es densa, pastosa. “Todo mal”, repite, como si no hubieran entendido, los dos, el ministro y el reportero. Se refiere, el ministro, que vuelve a callarse, a hacer otra pausa, a Kirchner y a Duhalde.
“Si hubiese querido desafiar a Néstor (otras vez el nombre de pila, pero en distintos labios) no podría haberlo hecho mejor. Néstor estaba que se salía de la vaina en Estados Unidos, pero se contuvo, lo que pudo, se contuvo”, relató el ministro. Kirchner, según los cronistas que lo trataron en su minigira por Nueva York y Washington, hacía chistes cargados de vitriolo. “Este es del grupo mausoleo”, bromeaba apuntando a Díaz Bancalari, invitado al viaje y sufridor de las pullas del Presidente por su condición de bonaerense, duhaldista y titular del bloque de diputados peronistas. La mofa, de herida eficaz, llegó a destino. Bancalari, efectivo también, replicó que ninguna pelea, ni siquiera la de los dos hombres más poderosos del peronismo, debería atravesarse en el andar de la máquina de gobierno. Lo dijo como asiéndose a un totem que todos, tirios y troyanos, repetarían. Marró, porque si bien los decires sobre gobierno y gestión se enuncian ante cada rabieta, suelen decirse pour la galerie, lo cual nada soluciona.
Una hipótesis. Otro hombre, secretario de Estado este, importante, también él, plantea un desafío al reportero. Pregunta: “¿Por qué estaba Scioli en esa foto?”.
–¿Por qué? –pregunta el cronista.
–Porque es el elegido de Duhalde.
Elegido, según el contertulio de Página/12, para suceder a Solá. Sabido es –el ex presidente lo dice cada vez que le preguntan– que se siente defraudado con el gobernador. Solá fue su apuesta no sólo a la gobernación de la provincia sino a su sucesión. Una serie de enfrentamientos, desinteligencias y equívocos, contrariaron la relación. Ahora, Duhalde vuelve su mirada –siguiendo el relato del confidente del reportero– a Scioli, un “muchacho” (para utilizar una caracterización cara al caudillo) que llegó a la vicepresidencia gracias a él y a su mujer, Hilda “Chiche” González.
A propósito, Hilda, “Chiche”, está en baja. En baja en las encuestas, en baja en la ponderación de su propio marido, en baja en las esperanzas que depositaron en ella tantos dirigentes que tienen que hacer una apuesta ganadora en 2005/2007 para salvarse. Ese es, además, otros de los motivos por los que Duhalde ha sumado a su photo oportunity al vicepresidente. Vale destacar –nobleza obliga– que el ex presidente hacía tiempo que venía disintiendo con su esposa acerca de su candidatura (de ella) a la gobernación para 2007. Los últimos sondeos lo plantan aún más en aquella temprana certeza de, en esta tenida, no apostar por ella. “Si hubiese querido hacerla gobernadora, lo hubiese hecho en 2003”, suele decir el ex presidente a sus confidentes, y no se equivoca.
Mientras tanto, en una parte de palacio (presidencial) hay quien piensa en esos movimientos. “Todos vimos a Scioli en la foto. El Presidente bromeó con que le iba a hacer oposición con Miguel Nuñez (el vocero presidencial). Pero, valga la reiteración, es tan solo una broma. Néstor (otra vez el nombre de pila) tiene otra carta. Hay que ver si la juega.” El hombre del gabinete que así habló se refería a Cristina Fernández de Kirchner.
CFK es –sigue siendo– la mejor jugada del Presidente. Así lo creen varios fieles del patagónico. Uno de ellos hace un llamado de atención. Dice: “No se olvide que Aníbal (Fernández, ministro del Interior, bonaerense) está caminando la provincia. Está armando dentro del PJ y viene con la bandera de Kirchner. Si CFK baja al ruedo, Aníbal podría ser un muy buen vice; por ahora, es un empiojador de la tranquilidad de Duhalde”. El cronista piensa que empiojador es un oficio cuando menos novedoso. Mejor dicho, novedosa es su enunciación, porque empiojadores han habido muchos en la política argentina, quizá demasiados.
–¿Y CFK qué dice de todo esto? –pregunta el reportero de Página/12.
–Ella no dice nada directamente. Pero hay una luz, un brillo en sus ojos negros cuando se habla de la provincia –dice, como si fuese un letrista de boleros, la fuente consultada.
–Más allá de lo que digan sus ojos, ¿qué dicen sus palabras? –rompe el embrujo el cronista.
–Tiene ganas.