EL PAíS
› BIELSA ORDENO EL CESE DE BARTTFELD, DE LA P-DUE
Un dinosaurio camino a casa
La revelación por parte de Página/12 de las incursiones del cónsul Vignaud en labores de plomería puso al descubierto la situación real de la Cancillería, que Ruckauf y Caselli dejaron sembrada de regalos. Ahora podría comenzar el desminado. Darío Alessandro, vuelo directo desde Kirchner y Fernández.
› Por Martín Granovsky
El escándalo Vignaud fue sólo la parte más espectacular de un terremoto que hizo visible la errática política de destinos de la Cancillería, pero a la vez podría ser el comienzo de un cambio de rumbo. El ministro Rafael Bielsa envió a la Presidencia un proyecto de decreto ordenando la vuelta a su casa del embajador Federico Barttfeld, un miembro de la organización fascista Propaganda Dos que había retornado a la Cancillería después de su jubilación por iniciativa del actual diputado Carlos Ruckauf.
Página/12 publicó el lunes último, con el título “Un negocio chino”, la información de que Barttfeld estaba refugiado en un despacho del viejo Palacio San Martín, antigua sede de la Cancillería, intentando organizar la visita a China que el presidente Néstor Kirchner tiene programada para junio.
Al día siguiente este diario informó que Barttfeld sería cesado por Bielsa. El envío del decreto es una confirmación de esa noticia.
Cuando los embajadores se jubilan y terminan su carrera, pueden ser convocados en cualquier momento por los cancilleres. Eso ocurrió en su momento con Lucio García del Solar, a quien llamaron primero Dante Caputo y luego Domingo Cavallo. También sucede ahora lo mismo con Mario Cámpora, ex embajador en Londres. Pero García del Solar es el embajador que construyó la relación con los Estados Unidos en los comienzos de la democracia. Y Cámpora, que sigue siendo un buen observador de la política mundial, en 1976 fue cesanteado por la dictadura.
El caso de Barttfeld es distinto por razones evidentes: fue embajador en Rumania y estando en Europa trabó relación con Propaganda Dos. A la misma organización pertenecieron otros argentinos como José López Rega, Carlos Guillermo Suárez Mason, Emilio Massera y Alberto Vignes, el canciller de Isabel Perón que colocó a Juan Carlos Vignaud como encargado de negocios en Libia luego de que López Rega montara un negocio petrolero de acuerdo con Muamar Kadafi.
Cuando lo reconvocaron, en tiempos de Ruckauf, ocupó la poderosa Subsecretaría Técnico-Administrativa, donde se dirimen traslados y dineros. La cúpula del Ministerio se completaba con Jorge Faurie, actual embajador en Portugal; Esteban Caselli, secretario de Culto y hombre de extrema confianza de Ruckauf, y Martín Redrado, entonces vicecanciller y actual secretario de Relaciones Económicas Internacionales, un área en la que retuvo a Barttfeld cuando podría haber elegido otro profesional con otro curriculum en cuestiones del Estado argentino.
El embajador que está a punto de volver a su hogar fue también representante argentino en Pekín.
Barttfeld tuvo siempre un espíritu práctico: cuentan los diplomáticos más veteranos que su ingreso al servicio exterior, de joven, fue un premio por haber participado de la Revolución Libertadora.
En su libro La Masonería, el recientemente fallecido historiador Emilio Corbière definió a la P-Due como un caso de “utilización de la cobertura masónica como parte de la provocación política”. Bajo el comando de Licio Gelli, un antiguo simpatizante de Benito Mussolini, la P-Due construyó una paradoja: operar desde la masonería cuando esa organización había sido perseguida duramente por el fascismo. El 1976, según Corbière, la propia masonería italiana, a través de sus autoridades, denunció la infiltración de Gelli y sus conexiones con el submundo de las finanzas y las tramas negras del terrorismo neofascista, y expulsó a sus miembros, a los que además expuso públicamente. La lista se completó con los 962 nombres hallados por la policía al requisar la residencia de Villa Wanda, en Arezzo, en 1981, como narra el investigador Marcelo Larraquy en su libro López Rega.
Corbière escribió que Barttfeld tenía el carnet 1755 de Propaganda Dos.Los casos de Vignaud y Barttfeld son distintos, porque el segundo tiene más peso político que el primero, pero revelan un mismo (y sorprendente) comportamiento: el gobierno que vino a terminar con las relaciones carnales y a reconstruir la relación con Brasil hizo designaciones capaces de impedir ese cambio desde dentro del aparato estatal. Si a nadie se le podría ocurrir que, por poner un ejemplo, un carapintada pudiera ejercer el control operativo de la Secretaría de Seguridad, puesto que su “saber técnico” fue aplicado para levantarse contra la Constitución, suena contradictorio que importantes destinos diplomáticos vayan para cuadros de Ruckauf, Caselli o Massera. Sobre todo cuando muchos de los diplomáticos de carrera que fueron críticos de Carlos Menem y Carlos Ruckauf, y fueron relegados por eso, oscilan entre verse arrumbados en la Cancillería, rumiar su frustración en la casa o conseguir el premio consuelo de un destino secundario para la política exterior del país.
Con esta situación de perplejidad interna se encontrará mañana, cuando asuma el nuevo subsecretario de Política Latinoamericana, el frepasista Darío Alessandro.
Un dato a tener en cuenta es que Alessandro –un político con capacidad de articulación, una vanidad personal muy por debajo de la media en su profesión y un Subaru ’86 que reemplazó a un 505 modelo 1984– militó con Bielsa en el Frepaso, pero fue designado por iniciativa directa de Kirchner y del jefe de Gabinete Alberto Fernández.
Entre los diplomáticos la pregunta que recogió este diario es si, con Alessandro, Kirchner no estará dando una señal de verticalización en la Cancillería. Si eso fuera cierto, sería un indicio más de que el segundo año de gobierno, que se inicia el 25 de mayo, comenzará con un mayor control de los resortes del Estado por parte del propio Presidente. Ampliado a otras áreas, lo mismo que acaba de ocurrir en la Policía Federal.
Mientras tanto, algo es seguro: pase lo que pase con el sumario de Juan Carlos Vignaud, un tema que puede arreglarse fácilmente recogiendo el testimonio de los 30 empleados del consulado, el embajador experto en asuntos de plomería no volverá a Nueva York.