EL PAíS
› HECTOR TIMERMAN, CONSUL EN NUEVA YORK
“Kirchner es un peronista de Roosevelt”
El Presidente decidió reemplazar al cónsul plomero, Juan Carlos Vignaud, por el periodista Héctor Timerman, que asumirá el consulado en Nueva York después de haber tirado alquitrán contra la Embajada de los Estados Unidos en los ’70 y haber sido salvado por ella en 1979, cuando su padre, Jacobo, estaba en prisión domiciliaria después del secuestro a manos de la dictadura.
› Por Martín Granovsky
Dice que está contento de volver a un país donde podrá explicar en qué consiste el gobierno de Néstor Kirchner a amigos de la familia como Arthur Miller o el director de cine Oliver Stone y a una ciudad donde se puede discutir de política argentina caminando un domingo de sol por el Soho. A los 50 años, casado y con dos hijas de 21 y 19 años, Héctor Timerman explicó a Página/12 qué piensa hacer como cónsul en Nueva York.
–¿Cuál es el sentido de dejar el periodismo por un cargo político?
–No dejo de ser periodista.
–No se puede ser periodista y cónsul a la vez.
–Por supuesto. Con mi socio en Debate, Marcelo Capurro, siempre establecimos que uno podía dejar la sociedad y otro tendría opción a comprar la otra. Me tomo una licencia del periodismo.
–Bien. ¿Y por qué la política?
–Yo fui candidato a diputado por el ARI. Y acepté el cargo de la misma manera en que en la adolescencia comencé con la militancia política y poco después con el periodismo. Siempre traté de expresar mis ideas. Siempre expresé una opinión determinada. Y esa opinión mostraba cómo debía ser el país y cómo debía organizarse la sociedad. Este ofrecimiento del presidente Kirchner me abre la posibilidad de llevar adelante las ideas en otro campo.
–¿Cuál campo?
–El de las relaciones con sectores del poder en los Estados Unidos con base en Nueva York. Tengo que mostrar los problemas de la Argentina en el mundo financiero, en el cultural, en las universidades, en el campo de los derechos humanos, en el mundo literario específicamente y en el periodismo. Nueva York es todo eso. Nueva York también es The New York Times, The Wall Street Journal, The New Yorker.
–¿Allí trabajará el consulado?
–Sí. Tendrá que ser un nexo.
–¿Nexo entre qué?
–Entre sectores de la Argentina que sirvan para presentar una visión más certera de los problemas por los cuales atraviesa el país y también de las oportunidades. Voy a formar acuerdos para solucionar conflictos y para profundizar coincidencias. Voy a aprovechar todos mis contactos de mi vida en Nueva York.
–¿Cuántos años fueron?
–Diez. Tengo un master en Relaciones Internacionales en la Universidad de Columbia, una de las cinco mejores de los Estados Unidos. Me auspiciaron dos académicos importantes, Alfred Stephan y Douglas Chalmers. Soy fundador del Americas Watch Committee. Mantengo una relación de intercambio e información con el Comité de Protección de Periodistas y el Comité Internacional de Abogados para los Derechos Humanos.
–Los diez años de residencia fueron de exilio.
–Sí. Llegué como exiliado político a los Estados Unidos en el ’79, mientras mi padre todavía cumplía arresto domiciliario en Buenos Aires. Yo venía de Israel. En Estados Unidos logramos el último empujón antes de lograr su liberación. Llegué a los Estados Unidos justo antes de que partiera para Buenos Aires la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y declaré en Washington junto con Emilio Mignone, el fundador del Centro de Estudios Legales y Sociales.
–¿El consulado tenderá puentes especiales con la comunidad judía?
–Tengo buenas relaciones tanto con la comunidad judía de los Estados Unidos como con los cristianos activos en derechos humanos.
–¿Dónde vivieron en Nueva York?
–En el Village, primero, y después en el Upper East Side.
–Junto a Central Park.
–Sí.
–¿Y ahora la familia Timerman vivirá en Purchase, junto al bosque, donde tenía su residencia Vignaud?
–No. El cónsul tiene que vivir en Manhattan porque debe estar disponible para encontrarse con la gente influyente. ¿Voy a ir a Purchase para ver a mis amigos periodistas? Escribí varios artículos en The New York Times, Newsweek y The Nation. Tengo amigos periodistas como el director del New Yorker o Anthony Lewis, durante años columnista importante del New York Times. Son mis amigos, pero no voy a obligarlos a viajar más de una hora para ver al cónsul argentino, porque entonces no lo harán. Y lo mismo con Ben Gilman. Presidió la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes y fue mi padrino de bodas. Pero lo veré en Manhattan.
–Una de las misiones es explicar a Kirchner en los Estados Unidos.
–Esta es mi imagen resumida: Kirchner es una persona que privilegia sus principios a la hora de tomar decisiones, pero al mismo tiempo entiende que su interlocutor también privilegia los intereses que representa. A ver: es un pragmático que no abandona sus principios, pero tampoco espera que la contraparte abandone los suyos. A veces confrontando y a veces dialogando busca la forma de obtener un consenso. Kirchner es el emergente de una generación que vio cómo el neoliberalismo destruyó las bases sociales de un país e intenta recomponerlas.
–¿Es un socialdemócrata?
–Es un peronista que no olvida los principios sobre los cuales se fundó el movimiento peronista.
–¿Un peronista como Héctor Timerman?
–Un peronista del New Deal de Roosevelt.
–¿Por dónde empezarán los contactos financieros?
–Muchos compañeros que estudiaron conmigo hoy son responsables de varias de las principales instituciones financieras de los Estados Unidos y de fondos de inversión. Algunos tienen fuertes inversiones en América latina. Eso sí: me llama la atención que a Columbia University fui con ellos, y que ellos entendieron una cosa y yo, muchas veces, otra. Pero mantengo una estrecha amistad con una buena cantidad de mis compañeros. También tengo muchos conocidos en el Banco Mundial y en el Fondo.
–Tengo miedo de hacer una pregunta antisemita. El estereotipo es que la comunidad judía...
–...maneja el poder del dinero, sí, ya sé. Si bien la comunidad judía de Nueva York es tal vez la más importante del mundo, no hay que exagerar su poder ni su importancia a la hora de las relaciones bilaterales entre dos países. En general surge de una fantasía de quien no conoce la realidad de la vida política.
–¿Y la relación con George Soros?
–Es muy buena. Con él fundamos el Americas Watch Committee. Durante cinco años desayuné dos veces por mes con él y otro grupo de gente. Nunca se me ocurrió preguntarle cómo hacer una buena inversión. Solo hablábamos de derechos humanos.
–Lástima. Quizás hubiera recomendado poner una plomería en el consulado.
–Voy a llevar un electricista. Me dijeron que plomero ya hay.
–Siempre puede haber una empresa de la mujer del cónsul.
–La mía es arquitecta. Contrata plomeros.
–¿Cuándo fue la oferta de Kir-
chner para el puesto?
–El miércoles yo estaba en mi revista y me preguntó si podía ir a verlo. Me dijo que para él Nueva York era un lugar importante y que ya lo había hablado con Alberto Fernández, con Rafael Bielsa y con Roberto Lavagna y los tres habían estado de acuerdo en la designación. Pedí un día para hablar con mi familia, y cuando ellos estuvieron de acuerdo dije que sí. Una vez, hablando con uno de los funcionarios más cercanos a Kir-
chner, apenas habían asumido tomamos un café y me dijo que realmente era un privilegio pensar que después de tantos años, de tanta lucha, de tantas cosas que nos pasaron como generación, teníamos la posibilidad de poder contribuir a crear una sociedad mejor. Y que lo teníamos que tomar como una carga muy importante, en el buen sentido.
–¿Era un ejercicio de setentismo?
–No, aunque siempre valoro y valoricé los ideales políticos que nos llevaron a muchos de nosotros a participar de la militancia. Valoro la decisión de cambiar la sociedad y reconozco todos los errores.
–¿Qué dijo la familia?
–Mis hijas nacieron en Nueva York. Una de ellas estudia en Boston y la otra en la Universidad de Buenos Aires. Ellas y mi mujer están tratando de adaptarse a la nueva situación. Tengo un hermano viviendo en Nueva York, Javier. El otro, Daniel, vive en Israel.
–¿Uno se pregunta qué hubiera dicho Timerman siendo hijo de Jacobo?
–No tiene sentido. Es verdad que cada vez que tengo que tomar una decisión importante me pregunto qué hubiera dicho mi viejo. Pero era tan creativo que jamás puedo llegar a una respuesta segura. Una vez me dijo: “No puedo creer que tenga un hijo peronista, de Boca y religioso”.
–¿Religioso desde cuándo?
–Desde hace unos 10 años. Sin caer en ningún fundamentalismo, en la religión encontré muchas de las respuestas sobre cómo llegar alguna vez a una sociedad más justa.
–¿No hay contradicción entre un muchacho de los ’70 y un cónsul en Nueva York?
–En los ‘70 tiraba botellas de alquitrán en la Embajada de los Estados Unidos. Pero también reconozco que la embajada de los Estados Unidos me salvó la vida. Ellos un día me avisaron que me tenía que ir de la Argentina porque me iban a matar. Me dieron refugio político y eso me permitió estudiar en Columbia University y desarrollar una vida nueva. Mi postulación para Columbia la tenían que firmar tres profesores argentinos. Pero me había escapado del país y eso era imposible. El decano de Columbia dijo entonces: “Busque alguien que lo conozca”. Firmaron Pat Derian, que era encargada de derechos humanos de Jimmy Carter; Alejandro Orfila, secretario general de la OEA, y el director de la revista Newsweek. “Algunos son más importantes que sus profesores”, recuerdo que me dijo el decano. Tengo eterno agradecimiento al pueblo de los Estados Unidos. Sé cuáles son sus errores, pero también sé cuáles son sus valores. Uno los puede compartir. Uno de los que me llamó cuando se enteró de la designación fue Tex Harris, que fue encargado de derechos humanos en la embajada estadounidense en Buenos Aires y la persona con la cual yo más hablaba a diario. Me dijo que era una emoción muy grande que aquel tipo perseguido, maltratado y hostigado fuera a Nueva York representando a un gobierno democrático.
–¿Un cónsul que no es diplomático de carrera no puede causar irritación entre los diplomáticos?
–Sería una pequeñez teniendo en cuenta todo lo que hay para hacer en Nueva York. Voy a trabajar en equipo con ellos.