Mar 18.05.2004

EL PAíS  › OPINION

Fallas de comunicación

› Por Luis Bruschtein

Los sectores de derecha se han esforzado por mostrar al Gobierno arrepentido por el costo político que supuestamente habría pagado por el acto de la ESMA, el 24 de marzo pasado. En contraparte, sectores de la izquierda afirman que el Gobierno hizo el acto porque no le costaba nada.
En entrevistas publicadas el domingo y el lunes en dos matutinos, el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, incluyó como autocrítica a las “fallas de comunicación” de las acciones del Gobierno, que ejemplificó con el acto en la ESMA. Ayer el tema volvió a estar presente en el acto del Día de la Armada a través de las palabras del presidente Néstor Kirchner.
En realidad, las entrevistas a Fernández habían sido antecedidas por versiones y declaraciones extraoficiales difundidas por algunos medios, que daban la impresión de que todos los días un funcionario se golpeaba el pecho y exclamaba “¡Nos arrepentimos! ¡Cómo nos equivocamos!”.
Lo cierto es que los dos matutinos que publicaron las entrevistas con Fernández habían reaccionado con dureza con respecto al acto, aun antes de que éste se llevara a cabo. O sea, cuando todavía no se habían producido fallas de comunicación. Y no fueron los únicos, por supuesto. En realidad, el acto en la ESMA rompía determinadas reglas de juego en las que había quedado encerrada la problemática de los derechos humanos y que habían llevado a que cada paso que se avanzaba era automáticamente borrado por otro movimiento posterior.
Es imposible atender las razones de las víctimas y de los victimarios al mismo tiempo por más lobby que tengan los victimarios porque eso desemboca inevitablemente en las famosas leyes de la impunidad. La intención de mostrar al Gobierno arrepentido por el acto en la ESMA fue una forma de presión para regresar a esas reglas de juego.
La superación del conflicto y la convivencia no se da entre los asesinos y sus víctimas, sino en el seno de la sociedad a partir de la justicia y la verdad. Y cada quien lo hace desde su propia historia. El “yo no fui” es una mentira de patas cortas porque no expresa la realidad. Esa verdad es irritante y a veces inquieta porque proviene de una historia compleja y dolorosa. Pero el que se irrita tanto con ella también pone de manifiesto la poca voluntad de reconciliación que dice criticar. Porque es mucho más fácil reconciliarse con un sujeto inventado que con aquel que se odia o se odió alguna vez.
En ese sentido, lo que criticaron del acto en la ESMA muchos medios interesados en volver a la hipocresía del pasado reciente no fueron las fallas de comunicación, sino sencillamente que se haya hecho.

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