EL PAíS
Cuando los diplomáticos discuten de política
Con la designación de Miller en Personal, Bielsa nombró a un diplomático con respaldo a la vez de la cúpula y de sus colegas de carrera. Definiciones de Saracho y Villagra Delgado.
› Por Martín Granovsky
Por primera vez desde 1983, cuando el equipo del entonces canciller Dante Caputo quitó el tapón de los viejos diplomáticos e impulsó el ascenso de profesionales comprometidos con la democracia y valores nuevos de la política internacional como la asociación con Brasil, el Ministerio de Relaciones Exteriores tiene la chance de renovarse. El personaje en quien están puestas las expectativas es el nuevo director de Personal, Julio Miller, que consiguió el milagro de obtener el respaldo simultáneo del canciller Rafael Bielsa, el vice Joge Taiana, el jefe de Gabinete Eduardo Valdés, el secretario económico Martín Redrado, el secretario de Culto Guillermo Oliveri y el gremio de los diplomáticos.
Según pudo saber Página/12, Bielsa nombró a Miller por dos motivos: conoce de política internacional y es experto en administración y recursos humanos.
Podría agregarse un dato más: Miller, que tiene rango de ministro de primera, uno menos que el de embajador, no pertenece a ninguna de las roscas que detentaron el poder interno. Es nula su relación con Carlos Ruckauf, no tiene ningún vínculo con el ex secretario de Culto Esteban Caselli, nada lo une a los embajadores amigos del ex miembro de Propaganda Dos Federico Barttfeld, no es del aparato ditellista y tampoco está controlado por la Unión de Personal Civil de la Nación.
“Si Bielsa quiere hacer limpieza evitando el amiguismo y busca cuadros más abajo de los ascendidos por Guido Di Tella y Carlos Ru-
ckauf, Miller le servirá”, dijo un diplomático de carrera que pidió reserva de su nombre.
Y un funcionario político se asombró tras hablar con Miller por algo que debería sonar obvio: “Me dijo que hay que asignar recursos y gente de acuerdo con las prioridades en política exterior, y no por inercia. Yo sé que es elemental, pero uno se desacostumbra a las cosas más elementales”.
Hasta ahora era director de Personal el embajador Pedro Herrera, mantenido en el cargo durante un año y premiado con un destino en Nueva Zelanda por el subsecretario Carlos Kulikowski y su colaborador Jaime Farji. Kulikowski llegó al cargo tras administrar un hospital. Farji estuvo con Bielsa en la Sindicatura General de Empresas Nacionales durante el gobierno de la Alianza.
Ambos querían nombrar un director de personal por concurso administrativo, que implicaría “desdiplomatizar” el cargo, pero Bielsa optó por imponer su criterio, compartido por la cúpula del ministerio.
La designación de Miller completa otras recientes como la de Gregorio Dupont como cónsul en Miami, la de Antonio Seward como embajador en Suiza y la de Vicente Espeche Gil como director de América del Norte. Hoy asumirá en el Instituto del Servicio Exterior Horacio Basabe, que tampoco pertenece al casellismo. Los nuevos nombramientos coincidieron con la vuelta a su casa de Barttfeld y la salida del consulado en Nueva York de Juan Carlos Vignaud, que será reemplazado por Héctor Timerman.
Una buena parte de los diplomáticos de carrera recién promovidos a nuevos cargos o están personalmente comprometidos con la estrategia de sociedad con Brasil y fin de las relaciones carnales, o pueden asumir profesionalmente esa estrategia, o ambas cosas a la vez.
Un acto producido hace pocos días en un salón de la Cancillería mostró que las tres cosas fueron posibles alguna vez y pueden ser posibles de nuevo. La Dirección General de Asuntos Nucleares, hoy a cargo de Carlos Sersale, cumplió 20 años y lo festejó con un acto en el que estuvieron sus directores anteriores, Adolfo Saracho, Roberto García Moritán, Enrique de la Torre, Vicente Espeche Gil y Pedro Villagra Delgado.
El primer director fue el embajador Adolfo Saracho. Al hablar en el acto, Saracho dijo que la Digan original buscó “la transparencia del programa nuclear argentino y la seguridad de la no proliferación, pero también la máxima posibilidad de exportación de tecnología nuclear a Turquía, China, Egipto o Argelia”.
También rescató una fecha: “El 30 de noviembre de 1985 José Sarney y Raúl Alfonsín se reunieron en Foz de Iguazú para tratar el tema nuclear, y muchos tratadistas ven en ese gesto el embrión del Mercosur”.
Saracho se quejó de “en los años ‘90 imperó una filosofía que impidió las inversiones a largo plazo”. Dijo que el tipo de alianza “con la potencia dominante dejó de lado el desarrollo de la tecnología nuclear”.
Villagra Delgado completó después la idea con otra frase: “En este tema la Argentina toma contacto con el mundo junto con Brasil y con Chile, y eso es así porque a la Argentina cualquier seguridad no le da lo mismo”.