Dom 04.07.2004

EL PAíS  › LA CONFRONTACION ENTRE KIRCHNER Y DUHALDE Y EL PAPEL DE D’ELIA

El tiempo es ahora

El Presidente está decidido a batallar para modificar su relación de poder dentro del PJ, hacerse de la provincia y concentrar mayor poder para su gobierno. Para eso, considera que confrontará con el duhaldismo, si éste le da batalla. El rol que le otorga a D’Elía y las diferencias dentro del gabinete. Los gurkas del ex presidente que incitan al combate. Los plazos.

› Por Sergio Moreno

Néstor Kirchner ha tomado su decisión tiempo atrás respecto de Eduardo Duhalde: lo va a enfrentar si el caudillo le da pelea. El Presidente está convencido de que su tiempo ha llegado, y el del ex presidente, como él mismo lo ha dicho, ya pasó. Kirchner no puede tragar, entonces, que Duhalde siga en el medio de la escena y no lo ayude a acelerar los tiempos. “Si se va, que se vaya de una vez”, dicen, impiadosos, en la Casa Rosada. Si bien accedió y trajinó para extirpar el nombre de Duhalde del discurso del piquetero oficial Luis D’Elía, su actual condición lo impulsa a sostener la actitud del dirigente de la FTV, a pesar de que desde el propio Palacio sean varias las voces que se alzan en su contra. “Se le da un lugar que no debe dársele”, opina un integrante del gabinete. “Es un desmesurado, que con la toma de la comisaría complicó un trabajo de por sí delicado que venimos haciendo”, abona otro. Dicho esto, Kirchner –que escucha, pero no comparte estos argumentos– tiene en D’Elía un ariete que le seguirá sirviendo para el embate sobre su ex socio y ya no tan flamante adversario de allende el conurbano.
El período en el que Kirchner estuvo fuera del país coincidió con el de una enunciación vibrante de violencia y descontrol del Estado. Así lo machacaron los medios de la derecha y de los que no se dicen de derecha enlazando episodios de distinta raíz. Están los provocados por el piquetero Raúl Castells –cerril opositor al Gobierno y de flaco poder de convocatoria militante, no así mediática– y los otros. Los otros reconocen un factor común: la presencia de la policía, sea Federal, como el caso de La Boca, sea Bonaerense, como en Isidro Casanova o en Tres Arroyos. Más allá de la faena que sobre estas instituciones tienen por delante la sociedad civil y los ministros de Justicia nacional, Gustavo Beliz, y de la provincia, León Arslanian, la histeria desatada a partir del supuesto caos era diseccionada en la Casa Rosada con una calma notoria. Un importante operador presidencial, miembro del gabinete, así hablaba a este diario: “Si fuese por lo que decían los diarios hace dos meses, ahora deberíamos estar a oscuras, cagados de frío, y con colas de desocupados echados de sus empleos por el parate productivo que hubiese traído la crisis energética. Sin embargo, acá estamos. Lo de los piqueteros, la violencia y el hartazgo, es otro tema inflado de cierto sector de la prensa.”
Quien así habló a Página/12, kirchnerista prehistórico él, tomó distancia de D’Elía, sobre quien echó una crítica distancia. “Debió haber medido mejor sus movimientos. Mucho más después de que recibió el apoyo del Gobierno”, dijo la fuente respecto de la toma de la comisaría. El jefe de Gabinete, Alberto Fernández, es otro, quien en la intimidad piensa como el confidente citado. Si bien Fernández ha hecho una encuadrada defensa pública de D’Elía, no se privó de calificar la toma de la 24ª de La Boca como un delito. Su opinión difiere, en este tema, de la del Presidente, quien si bien no tributa a cada uno de los dichos del piquetero oficial, coincide en el espíritu de su letra: la cobertura policial que tuvo Juan Duarte, el asesino del “Oso” Cisneros, no podría haber sido posible sin esa connivencia entre delito, policía y poder político a la que hizo referencia Marcelo Saín, cuando era viceministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, y por la cual se hizo odiar por Duhalde y sus mesnadas.
El jefe de Gabinete no es el único miembro del Gobierno que tiene una mirada crítica sobre el accionar de D’Elía. Otros integrantes del team oficial –uno ya fue citado más arriba– estuvieron impiadosos con el dirigente de la CTA. “Lo de D’Elía empioja todo y la jugada con él es, a mi entender, equivocada: tomó una comisaría y lo recibieron cuatro ministros en dos días en la Casa Rosada. Se le da a D’Elía un lugar que no se le debe dar.” El funcionario analiza que Kirchner no tiene ganancia haciendo esa movida. Argumenta: “D’Elía es un tipo execrado por el votante de Néstor, y él no mueve nada; en las elecciones perdió en su ciudad, en su barrio,” fustiga.
Hubo, incluso, quien en las tiendas del Presidente presagió una complicación en un distrito vital, como es la Capital Federal, a partir del apoyo oficial al dirigente de la FTV. Su razonamiento fue el siguiente:
u “Los piqueteros nos hacen ir mal en la Capital. Por eso crece (Elisa) Carrió. Nosotros no tenemos a nadie para enfrentarla. Con (Aníbal) Ibarra, las cosas no están fáciles para acordar. Ibarra tomó distancia de D’Elía, con buen tino.”
u “En Capital tenemos que inventar algo urgente y no sé si nosotros, el gobierno, podremos ganar.”
La mirada un tanto apocalíptica del confidente consultado se da de bruces con el optimismo de uno de sus pares del Gobierno, para quien la construcción de un candidato progresista en concordancia con Ibarra no es una tarea imposible, si bien reconoce que Carrió va a quitarle a la alianza entre el gobierno nacional y el comunal un caudal necesario para vencer a la derecha, representada por Mauricio Macri. “Tranquilo, que todavía falta un año,” dice el optimista a Página/12.
Gurkas del Conurbano
“En la provincia vamos a ganar, seguramente. Porque el quilombo con Duhalde se arregla.” La frase, que suena más como una expresión de deseos que como análisis político, pertenece a un alto funcionario del Gobierno, conocedor tanto de los aquivos como de los troyanos. El hombre, experimentado batallador de las labores oficiales, se reconoce kirchnerista. Está persuadido de que el patagónico tiene por delante un mandato más, además del tiempo que resta para vencer el primero, y que las estrellas, la economía del país y el panorama político lo favorecen para tal fin. Así y todo, y a su pesar, es descarnado a la hora de evaluar la situación planteada entre los dos mayores líderes del peronismo. Dice: “Duhalde está acabado políticamente, pero puede hacer daño. Yo creo que quiere arreglar con Kirchner para salir ordenadamente del escenario. Pero los que están a su alrededor son unos gurkas: le comen el coco, le llevan chismes. Por ejemplo, el otro día uno le fue a decir que D’Elía estaba armando una milicia popular para matarlo. Esos son los tipos que quieren la guerra, los mismos que si Duhalde se retirase se quedarían con nada”.
El contertulio de Página/12, sin embargo, sondea en el alma del caudillo de Lomas y sostiene que la guerra en ciernes no es querida por Duhalde.“Sabe que se tiene que ir, que él no va a ser candidato en 2005 ni la mujer tampoco. Pero si lo siguen acicateando, los gurkas van a lograr su cometido, embarcarlo en un combate que Duhalde no quiere dar, porque no quiere y porque sabe que pierde”, colige el estratega.
En el libro El Presidente inesperado, de José Natanson, el sociólogo Isidoro Cheresky sostiene que “los liderazgos de personalidad son un hecho, acá y en el mundo. No son líderes populistas, no tienen esa estabilidad, son más vulnerables, el lazo de representación está permanentemente en juego. Pero tienen una plasticidad que no tienen las estructuras partidarias. La identificación política con los líderes de popularidad ha desplazado en buena medida la identificación con los partidos”. Al hablar del fenómeno, Cheresky referenciaba a Kirchner y a su relación con la sociedad y con su partido. Esa relación que el Presidente está decidido a cambiar, a partir de la confrontación que tendrá en su seno con el duhaldismo, si es que le presenta pelea.
Si para el Presidente, éste es el tiempo de la pelea, en su gabinete hay quien piensa que no lo es. “Kirchner apuró mucho los tiempos. (El choque) Tendría que haber sido en noviembre, diciembre, o nunca, si total Duhalde iba a arreglar. Duhalde quiere que al Presidente le vaya bien, porque si le va mal, es también su tumba política (de Duhalde). El quiere retirarse con el respeto de algunos, siendo una figura equiparable a Alfonsín. No como Menem o De la Rúa, que no pueden caminar por las calles. Kirchner tendría que haber esperado a fin de año, hacer un relanzamiento del gobierno, cambiar algunos ministros y secretarios de Estado”, estimó un notorio participante del elenco presidencial, que dijo estar siempre dispuesto a dejar su cargo si así lo dispusiera K. Además de él, sostuvo que un área vital que debería ser renovada es la de seguridad. “No sé si Gustavo (Beliz), pero sí posiblemente (Norberto) Quantín”, conjeturó, armando una lista para el recambio.
Sabido es que Kirchner no coincide con el funcionario citado. Los plazos para él y muchos de los suyos son ahora. Incluso el consigliere mencionado antes, quien preferiría un diálogo de acercamiento para evitar la confrontación, conviene que “él (Kirchner) va a actuar según le parezca y le va a ir bien, porque fuera de él, hoy, no hay política”.

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