EL PAíS
Con el recuerdo de “El Oso” sus compañeros debaten cómo seguir
En el comedor Los Pibes analizan qué hacer tras el crimen y la marcha de repudio. Todavía golpeados, organizan la panadería y trabajan para mantener viva la memoria de Martín Cisneros. Tienen miedo por las represalias de los policías de la comisaría 24.
› Por Martín Piqué
La casa parece vacía, los timbres no suenan, el barrio está desierto y dos perros duermen sobre la vereda. La calle Lamadrid, en La Boca, es un desierto gris de fin de semana. Sólo se ven dos vecinos que están armando una parrilla en la vereda. Nadie se imaginaría que detrás de esa ventana que dice “comedor Los Pibes” se encuentran veinte personas, reunidas para debatir una pregunta principal: “¿Cómo seguir?”. Son los compañeros de Martín “Oso” Cisneros, el militante de la FTV asesinado en la víspera del 26 de junio. Es la primera reunión que pudieron organizar tras el crimen y la marcha de repudio. “Quieren que tengamos miedo y que nos dividamos”, es una de las primeras conclusiones que se escuchan entre el mate y la lectura de los diarios. La palabra “miedo” surge varias veces pero no es un temor impreciso, esperable por el momento. Se basa, más bien, en la experiencia de convivir con los agentes de la comisaría 24.
Sentados en torno a una mesa, los vecinos de La Boca comparten las vivencias de los últimos días. “Había gente desde las cinco esquinas (por el cruce de Benito Pérez Galdós y Almirante Brown) hasta el parque Lezama”, comenta Tomás, todavía algo incrédulo por la convocatoria del viernes. En la mesa están los integrantes de la comisión directiva, más todos los participantes que han querido sumarse. En la cabecera, una mujer simpática y de sonrisa grande a quien todos llaman “La Negra” acaricia una foto plastificada con el rostro del Oso. Un póster del Che y la estampita de San Cayetano conviven en las paredes. La conversación gira en torno de la reclusión de Juan Carlos Duarte en la cárcel de Marcos Paz, donde está detenido el dealer y confidente policial que le disparó a Cisneros. “Duarte hizo de mandadero”, repiten con bronca.
Es la primera reunión tras la muerte del Oso. En medio de la charla se producen silencios y las miradas se cruzan. “Sabemos que nos va a afectar mucho, que nos va a costar seguir con las tareas”, reconoce Luciano Alvarez, mientras muestra las instalaciones del comedor. Es una casa muy vieja, con un patio descubierto en el medio y en el fondo más ambientes donde viven tres familias: la parte de adelante está reservada al “espacio social” –donde se reúnen las comisiones de trabajo– y el fondo lo destinan a viviendas. Los vecinos pudieron comprar el edificio por una ley que otorga créditos a familias de bajos recursos para conseguir un techo propio. Pero no es el único edificio de la asociación. A varias cuadras, en Suárez al 400, está “la fábrica” o la “unidad de producción”, como le dicen los militantes de la FTV.
“Este edificio lo descubrió el Oso”, cuenta Lucas Yañez tras abrir la puerta del enorme galpón de tres pisos. Hasta que llegó el menemismo, allí funcionaba un taller de reparación de motores navales de la fábrica “ARG motor”. Luego quedó vacío y desocupado por varios años. El Oso lo encontró cuando buscaba un sitio para alquilar hasta fin de año. La asociación había conseguido un subsidio del Gobierno y todos sus integrantes que recibían planes Jefes de Hogar habían donado 50 pesos hasta juntar un capital de 14 mil. Querían comprar herramientas y máquinas para hacer pan, facturas y pastas caseras. También querían rentar un predio donde los miembros del comedor pudieran ejercer sus oficios. El predio se inauguró el 1º de mayo. “El Oso era el primero que abría este lugar a las siete de la mañana. Y era el último que se iba, apagaba las luces y cerraba”, cuenta Lucas.
En ese mismo lugar lo velaron el 26 de junio.
El Oso y el barrio
El edificio que había elegido Cisneros muestra los rastros de su velorio. Sobre las paredes celestes está escrito su apodo. En un rincón están apiladas las pancartas que se hicieron para el acto. Una dice, citando la letra de una canción de Rodrigo: “Los héroes son de mentira, y vos, Martín, un ejemplo de vida”. Hay mensajes escritos por todas las comisiones, y también dedicatorias con corazones que impresionan por suinocencia. “Todos los ‘pibes’ te recordaremos e imborrable en nuestros corazones permanecerás. Nunca te olvidaremos. Oso presente”, escribió alguien con una fibra, haciendo un juego de palabras con las letras de su nombre. Iluminado por tubos fluorescentes, el salón de la planta baja parece mucho más grande que el día del velatorio.
En el salón se está grabando un video sobre el Oso. Sus compañeros intentan hacer un relato realista, evitando las mistificaciones. “Martín era el coordinador general de la comisión de empleo. Trataba de que todos los compañeros volvieran a sus oficios, a la producción. Empezó a trabajar de muy chico y fue obrero metalúrgico, textil, taxista y gráfico. Era un militante de toda la vida. A veces era hasta obcecado y cabeza dura. Se imponía en las discusiones por prepotencia de laburo”, reconstruye Lucas ante la cámara. “Había nacido en San Martín. Era hincha de Chacarita e Independiente. Andaba siempre con un Parisiennes en la mano y, como todo militante de los ’80, le gustaba Silvio Rodríguez”, cuenta Luciano. A un costado, una mujer que los escucha agrega con una sonrisa: “Y cuando se iba, siempre decía ‘No me extrañen’”.
Aunque no era del barrio –hasta hace unos meses vivía en Barracas–, el Oso se hizo muy conocido en La Boca. Era el responsable de abrir y cerrar “la fábrica”. También se encargaba de que los microemprendimientos tuvieran “puestos de venta”. Se había incorporado al comedor tras participar del corte del Puente Pueyrredón el 26 de junio de 2002. Ese día escapó por las suyas de la persecución que terminó con las muertes de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki. A los dos días se presentó en la sede de Los Pibes. Sus compañeros evocan esos hechos, que les relató el propio Cisneros, como una de esas tristes casualidades del destino. Ahora cada uno trata de aferrarse a su propio recuerdo. “Al Oso lo conocí hace un año y pico. Conmigo siempre tuvo un buen trato”, dice Esteban Medina. “Tenía muchos proyectos: sacar la panadería adelante, meterla acá. No le gustaban los compañeros sufridos, quería verlos dignos”, cuenta Tomás.
El recuerdo del Oso parece dar más fortaleza a sus compañeros. Eso necesitan para caminar por las calles y escuchar lo que cuentan los comerciantes. “La policía nos dijo que iban a saquear los negocios”, les advirtieron el miércoles a la tarde. Los miembros del comedor los tranquilizaron pero no pudieron evitar que un día después las ventanas aparecieran cerradas y las persianas caídas.