EL PAíS
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El día de América
Por Jorge Rivas *
La independencia de las Provincias Unidas era un proyecto insensato en 1816. Todas las revoluciones que seis años antes se habían encendido en el resto del continente contra la dominación española habían mordido el polvo y sus dirigentes y activistas habían sido duramente reprimidos. Consciente de su precaria situación, buena parte de la clase dirigente proponía salidas más o menos claudicantes, con el fin de ponerse a salvo de la revancha imperial y de las furias de los alzamientos populares. Los congresales reunidos en Tucumán exponían las dificultades a José de San Martín, un partidario de jugar la suerte de la revolución a todo o nada que organizaba en Mendoza su expedición a Chile. “Seamos libres”, respondía el general, “y lo demás no importa”.
Se impusieron, transitoriamente, los que estaban dispuestos a pagar el precio de ser libres, y tuvo lugar el 9 de julio que hoy celebramos. La historia no se repite, pero cada tanto se presentan a los pueblos dilemas y encrucijadas que se parecen a otros del pasado. Es lo que pasa en la Argentina, acorralada por su dependencia de los centros financieros mundiales y por la devastación a que ha sido sometido su Estado nacional por la aplicación de las políticas del consenso de Washington.
Nuestro país tiene que elegir, como hace casi doscientos años, entre la resignación y la dependencia, por un lado, y la voluntad de construir un presente de libertad y de justicia por el otro. La primera de las opciones parece la única posible en un mundo en el que la potencia hegemónica ejerce su dominio sin contemplaciones. La segunda, está claro, no puede ser asumida por ningún estado de la región en soledad. La solidaridad y la unión entre los gobiernos y pueblos americanos que estén dispuestos a poner límites a los poderosos constituyen una necesidad ineludible que también reconoce su origen en los lejanos tiempos de la Independencia.
En 1818, Simón Bolívar se hallaba empeñado en una nueva campaña por la emancipación después de las derrotas experimentadas por la revolución venezolana. No controlaba más que el suelo que pisaba, en Angostura, pero lo alentaban la confianza en su pueblo y el conocimiento de que en el extremo sur del continente, en el Río de la Plata, la causa de la independencia se mantenía sobre sus pies. Entonces llegó hasta él la noticia del triunfo de San Martín en Maipú, que garantizaba la libertad de Chile y abría el camino del Perú, así que le escribió al gobierno de Buenos Aires, lleno de exaltación, un oficio en el que brillaba una breve frase: “El día de América ha llegado”. En el texto, Bolívar se prometía, para un futuro casi inmediato, la formación del pacto americano que convertiría a las antiguas colonias españolas, políticamente unidas, en “la madre de las repúblicas”. De eso se trata, todavía.
* Presidente del bloque socialista de la Cámara de Diputados.