Sáb 10.07.2004

EL PAíS

POSTALES

- Sol tucumano. La provincia que gobierna José Alperovich amaneció con sol. Si bien en las primeras horas el frío se hizo sentir, con el correr del día la temperatura comenzó a subir lo suficiente como para que el ministro Aníbal Fernández se arrepintiera de haberse colocado un saco de invierno, un sobretodo de lana y una chalina. Bajo el sol y mientras caminaba desde la Catedral tucumana hasta la Casa Histórica, donde se juró la independencia, el ministro no paraba de quejarse. “¿Qué hago con toda esta ropa?”, se preguntó frente a los periodistas. No esperó respuesta: “No me digan nada. Ya sé dónde lo tengo que poner”, dijo.
- Todo preso es político. Al menos así lo creen los pocos seguidores del genocida Antonio Bussi que se ubicaron en el acceso de la capital tucumana. Cuando llegó Kirchner, la treintena de bussistas levantó sus carteles reclamando la libertad del militar detenido por la desaparición de un senador provincial. “Señor Presidente, no divida a Tucumán”, rezaba uno de ellos. Para sorpresa de los manifestantes, Kirchner los saludó. Poco después, los funcionarios que lo acompañaban escucharon decir al jefe del Ejecutivo que le parecía bien que se manifestaran, aunque aclaró que estaba de acuerdo con los motivos por los que el genocida está preso.
- El salón de la jura. La tradición indica que cada vez que se festeja el Día de la Independencia, el Presidente visita el salón donde se realizó la jura y recibe una copia del acta de 1816. El lugar estaba colmado, lo que obligó a muchos de los presentes a treparse por las ventanas para observar la ceremonia. Una mujer no dudó en agarrarse de los barrotes y desde allí, aprovechando el silencio, le gritó a Kirchner que “los próceres lo iluminen señor Presidente”. El mandatario agradeció con una sonrisa.
- Protocolos. El Presidente se estaba acercando a la entrada de la Catedral. El arzobispo Luis Villalba debía saludar a Kirchner tal como lo estipula el protocolo. Tal vez el hecho de que el patagónico se demorara saludando a la gente que se apretujaba en las vallas, provocó que el sacerdote decidiera también romper con el protocolo ya que una vez que Kirchner se acercó no lo saludó y se dirigió presto a ocupar su lugar en el altar. Al parecer Villalba se arrepintió y una vez que finalizó el Tedéum le estrechó la mano.
- Río Turbio en Tucumán. Rosa Guía de Fernández esperó al Presidente sentada en uno de los bancos de la Catedral. Cuando Kirchner ingresó se avalanzó sobre él al grito de “mi hijo es uno de los heridos de Río Turbio”. Esto llamó la atención del patagónico, que se acercó a la mujer. Le contó que Ramón Fernández es uno de los mineros que permanece internado en el sur: “Quiero ver a mi hijo”, le suplicó. Kirchner le entregó una tarjeta para que se comunique y así arreglar el traslado. Rosa, afiliada bussista, dijo que estaba entusiasmada ya que su partido apenas la había escuchado y que no le dio una respuesta.

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