EL PAíS
› SE UNIFICO LA CGT CON UNA TROIKA FORMADA POR MOYANO, LINGIERI Y SUSANA RUEDA
Unidos para tocar el timbre en la Rosada
Los “rebeldes” y los “gordos” llegaron a un acuerdo al formar un triunvirato que, de hecho, manejará el camionero Moyano, de aceptable llegada a la Casa Rosada. Por primera vez una mujer llega al cenáculo de la CGT. Ya pidieron reunirse con Kirchner.
› Por Diego Schurman
Hugo Moyano quedó ayer al frente de la CGT unificada. Pero para cumplir su ansiado sueño se vio obligado a compartir el cargo con dos dirigentes impuestos por los “gordos”: José Luis Lingieri y Susana Rueda. El “triunvirato” se convirtió así en la verdadera prenda de unidad, revelando un nuevo esquema de poder sindical en donde el gastronómico Luis Barrionuevo aparece como su arquitecto dilecto. Los muchachos no perdieron tiempo: anunciaron que recuperarán el protagonismo cedido a los piqueteros y que solicitarán una reunión con el presidente Néstor Kirchner para discutir salarios.
“El movimiento obrero es irreemplazable”, lanzó Moyano tras la consagración en el estadio de Obras Sanitarias. Fue la primera señal de su intención de recuperar la calle, un lugar que desde la crisis del 2001 es casi exclusividad de los piqueteros.
Si se tratara sólo de eclipsar a los desocupados, este resucitar sindical sería funcional al Gobierno. Pero en los pasillos de la Casa Rosada son precavidos. Y a pesar de ciertos guiños dialécticos del camionero (“no confrontaremos con nadie ni seremos obsecuentes de nadie”), saben que el sindicalismo puede ser un excelente vehículo para dirimir, y no precisamente a su favor, la interna del PJ.
Dicho de otro modo: Moyano aparece hoy como uno de los pocos dirigentes del gremialismo peronista con llegada al Gobierno. Pero a la vez mantiene fuertes y abiertos contactos con Eduardo Duhalde, con quien comparte no sólo la liturgia sino también los manejos habituales de la ortodoxia pejotista.
No es la única preocupación. Una CGT partida siempre aparece a los ojos del poder como un freno a la protesta organizada. Por eso, más allá de algún gesto formal de satisfacción por la flamante unidad, en la Casa Rosada no descorchan champagne ni mucho menos.
Los personajes que completan el triunvirato también le imponen a Kirchner cierta distancia. Durante los ’90, Lingieri estuvo al frente de la Anssal administrando, como buen comisario político del menemismo, los fondos de las obras sociales. Además, tuvo participación activa en el proceso de privatización de Obras Sanitarias y en los Programas de Propiedad Participada, las acciones que recibían los trabajadores como consuelo tras los ajustes y consecuentes despidos de personal.
Susana Rueda, la primera mujer en la historia en alcanzar un alto mando en la CGT, es secretaria de prensa de Sanidad. Y si bien en Santa Fe representaba la oposición al titular de la Federación, el “gordo” Carlos West Ocampo, éste terminó cooptándola para la causa, la suya. Un clásico de la acumulación de poder.
La fumata blanca se alcanzó por la mañana en la sede de la Unión del Personal Civil de la Nación. Integrantes de la CGT “oficial” de Rodolfo Daer y la CGT “rebelde” de Moyano tironearon hasta que encontraron una fórmula salvadora: nombrar una conducción colegiada por un año. Cumplido ese lapso el camionero quedará como único secretario general y los otros dos pasarán a ocupar las secretarías que deliberadamente se dejaron vacantes: la adjunta y la administrativa.
El llamativo esquema, que obligó a una modificación del estatuto, fue promovido por los “gordos” de la CGT oficial, quienes no querían aparecer regalando a Moyano el manejo exclusivo de la central. De todos modos, de no producirse una ruptura antes, en el 2005 el camionero se quedará con todo el poder. Al menos eso dice el acta-acuerdo rubricado por las partes.
El engendro de presentar una secretaría general compartida tiene algún que otro antecedente. El más cercano hay que rastrearlo a principios de los ’90, cuando se consolidó un conducción colegiada de la que formaron parte Oscar Lescano, Ramón Baldassini, José Pedraza y Naldo Brunelli. Entonces, esa modalidad resolvía problemas internos, y también con Carlos Menem: había que buscar la manera de “contener” a las bases, inquietas por la consolidación del proceso de ajuste y privatización.
Ahora el sindicalismo-empresario de la CGT “oficial” ve en Moyano un atajo para llegar a la Casa Rosada. Es sabido que Kirchner es el único presidente peronista que nunca recibió a la conducción de la central obrera. Por eso el camionero se esmeró, a través de sus hombres, en hacer correr el dato del llamado del Presidente, ocurrido el martes pasado.
Es obvio, formalizada la unidad, la CGT quiere un encuentro con Kirchner. De hecho, el Presidente ya instruyó a su ministro de Trabajo, Carlos Tomada, para que los recibiera y dejara trascender lo “auspicioso” del proceso de unidad. Se trata, al fin, de otra formalidad: el Presidente recela de Barrionuevo. Y no descarta que su vocación conciliadora entre “gordos” y “rebeldes” tenga por objetivo fortalecer al sindicalismo para condicionar al Gobierno.
Con Kirchner, el gastronómico perdió poder. No logró convertirse en candidato a gobernador de Catamarca y le sacaron de un plumazo a dos de sus hombres del PAMI: los sindicalistas Domingo Petrecca y Reynaldo Hermoso. Un duro golpe para quien estaba acostumbrado a manejar los hilos de la tercera caja del país.
Raramente Moyano habla mal de Barrionuevo. Y menos ahora que decidió jugar un papel preponderante a su favor. No fue el único de los que históricamente se inclinaron por los “gordos” y que en estos últimos tiempos mostraron aires de pretendida independencia en la interna cegetista. Lo mismo hicieron los ex menemistas Andrés Rodríguez (UPCN) y Gerardo Martínez (Uocra). Los límites de este último fueron aún más flexibles: también supo predicar duhaldismo y luego kirchnerismo, a punto tal de llevar a su tropa a la Plaza de Mayo para respaldar al Presidente.
En todo caso, las prevenciones que tienen en la Rosada son sobre el papel de Duhalde. Creen que Barrionuevo puede estar ofreciéndose como ariete del ex mandatario en la interna del PJ. Y que la CGT se convertirá en un instrumento para marcarle la cancha al Gobierno.
Para los conspirativos: en Obras Sanitarias también se dieron una vuelta la ex ministra duhaldista Graciela Camaño –esposa de Barrionuevo– y el jefe de la bancada de diputados del PJ, José María Díaz Bancalari. Kirchner suele integrar al legislador en el “grupo Mausoleo”, en recuerdo de aquella reunión de Duhalde con legisladores y gobernadores no tan predispuestos a encolumnarse con el Gobierno.
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