EL PAíS
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El aporte de los piqueteros
Por Víctor Santa María*
La inseguridad en la que se encuentra sumergida nuestra sociedad no es un fenómeno que surgió de un día para otro. Es el resultado de un programa sistemático de destrucción nacional que tiene origen en la última dictadura, con un modelo de no-país que colapsó en cuanto a su credibilidad con los acontecimientos de diciembre de 2001. Al endeudamiento del Estado se lo complementó con la quiebra del aparato productivo, fundando lo que se conoció como “patria financiera”. La globalización compulsiva que nos ató a las recetas de los organismos internacionales de crédito instaló la flexibilización laboral y la precarización del empleo, disciplinado por un creciente ejército de reserva de desocupados.
Así, a la inseguridad en el trabajo se le sumó la inseguridad por la subsistencia. Gran parte de la población cayó por debajo de la línea de pobreza, dibujando un doloroso cuadro donde la mayoría de los niños son pobres y la mayoría de los pobres son niños.
Hoy, los argentinos nos encontramos en una etapa de reconstrucción. El fraude del modelo de no-país quedó al descubierto y se avanzó en el sentido de remover adherencias que quedaban como testimonio del pasado. Venimos del infierno y resta mucho todavía para recuperarnos.
Las consecuencias de la destrucción que hoy padecemos, podrían ser mucho peores si no fuera por la iniciativa y la voluntad de organizarse de una parte significativa de la población.
Dentro de las diversas experiencias que vieron la luz de la mano de la iniciativa social, cabe destacar el especial aporte que significó el surgimiento del movimiento piquetero, en momentos que el desempleo comenzaba a evidenciar su carácter endémico.
De esta manera, uno de los sectores más castigados de la vida nacional constituyó un cauce por el cual canalizar sus reclamos e incorporar su voz a la discusión de cuestiones que hacen al bienestar del conjunto.
Muchos de quienes sostenían las fantasías y engaños con que se pretendía maquillar la destrucción nacional hoy se rasgan las vestiduras frente a las incomodidades que surgen de la protesta social y a la decisión del Estado de no contestar con represión.
Los argentinos ya tomamos debida nota de la experiencia del pasado reciente y tenemos en claro que la violencia ejercida por parte del Estado nunca aporta soluciones a nuestros problemas.
Cabe aclarar, sin embargo, que la protesta social es reclamo y discrepancia legítima y nada tiene que ver con la intolerancia y la violencia contra las personas y las cosas.
Quienes cargan las tintas sobre la reacción de las víctimas, lo que están haciendo en realidad es buscar chivos expiatorios para diluir su propia responsabilidad en la crisis que hoy vive la Argentina.
Mientras tanto, el conjunto de los argentinos debemos encarar con fuerza y esperanza este proceso de reconstrucción, que involucra en iguales niveles de responsabilidad al Estado, la sociedad civil y el sector privado.
Hoy contamos, por suerte, con una conducción del Estado nacional que vuelve a estar al servicio de sus representados y que ejerce el liderazgo en la definición de un nuevo Proyecto Nacional que haga posible el país en serio que deseamos para nosotros y para nuestros hijos.
* Secretario General de la Federación Argentina de Trabajadores de Edificios de Renta y Horizontal (Fateryh).