EL PAíS
› EVALUACION DEL IBARRISMO LUEGO DEL PRIMER CHOQUE CON KIRCHNER
Ibarra se diferenció y sobrevivió
El Gobierno e Ibarra discreparon por los incidentes en la Legislatura. Luego armaron una reunión para hacer las paces.
› Por Santiago Rodríguez
La última semana planteó para Aníbal Ibarra una prueba de fuego en su relación con Néstor Kirchner: por primera vez el jefe de Gobierno porteño cuestionó abiertamente una decisión política de sus socios kirchneristas y no le fue mal. Ibarra discrepó con la estrategia oficial frente a las protestas, como la que terminó con los incidentes en la Legislatura y no terminó en el freezer, donde el kirchnerismo suele confinar a aquellos que no acompañan sus posiciones. Por el contrario, en medio de la polémica Kirchner le abrió las puertas de la Casa Rosada y ambos ratificaron su voluntad de seguir trabajando juntos. Los ibarristas no se jactan por eso, pero destacan que es un dato auspicioso de cara al plan de Ibarra de armar una fuerza de centroizquierda, una iniciativa que también podría generar algún tipo de disenso con los kirchneristas.
El ataque a la Legislatura durante la manifestación en contra de la aprobación del Código de Convivencia encontró al gobierno nacional en una vereda y al de la Ciudad en otra. Desde la Rosada se justificó la falta de respuesta policial, con el argumento de que en ese caso, la violencia se hubiera generalizado. Ibarra, en cambio, sostuvo desde el primer momento que era preciso actuar.
Ibarra optó por diferenciarse del Gobierno convencido de que la imagen de inacción frente al ataque de una institución pública como la Legislatura, ubicada a una cuadra y media del Gobierno de la Ciudad y a tres de la Casa Rosada, implicaba un daño político muy fuerte. No fue ésa, sin embargo, la única evaluación que realizó: sus hombres de confianza advierten que “estamos en un punto de saturación de los sectores medios porteños frente a la toma reiterada de la Ciudad”. Dicho en otras palabras, Ibarra marcó su disidencia con un ojo puesto también en el distrito que dos veces lo encumbró en la jefatura de Gobierno y en el que aún después de cuatro años de mandato –y a pesar de que no puede ser reelecto– tiene una intención de voto que lo ubica al tope de las encuestas.
“Hasta ahora nadie había disentido públicamente y con intensidad con el Gobierno nacional, sin que eso supusiera posteriormente un enfriamiento de la relación”, subrayan en el Gobierno de la Ciudad. Y como no fue eso lo que ocurrió con Ibarra, consideran que el saldo de su disenso público con la Casa Rosada es positivo.
La jugada de diferenciación del kirchnerismo frente a lo ocurrido en la Legislatura no parece, al menos hasta ahora, haberle generado a Ibarra costo alguno. La cosa parecía mal encaminada dado que el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, salió a su cruce y con ironía dijo estar sorprendido de la preocupación de Ibarra, porque recién se enteró de los episodios de violencia cuando él lo llamó para avisarle. Sin embargo, todo volvió después a su cauce cuando el mismo funcionario recibió al jefe de Gobierno en su despacho y ambos mantuvieron una reunión en la cual también Kirchner estuvo presente.
Durante el encuentro, tanto Ibarra como Fernández mantuvieron sus respectivas posiciones, aunque también ratificaron la voluntad de continuar la sociedad que los une. “Algunos intentan mostrar diferencias entre el gobierno nacional y el gobierno de la Ciudad, porque a alguno le servirá que uno de los dos Gobiernos se debilite, pero gracias a Dios cualquier duda que pudo haber existido está totalmente despejada”, destacó tras la reunión el jefe de Gabinete.
“Es que la coalición con Kirchner es inquebrantable”, aseguran los ibarristas para aventar cualquier sospecha que pueda haber generado el disenso e interpretan que el trato “afectuoso” que el santacruceño le dispensó a Ibarra durante la reunión es la mejor prueba de que la relación entre ambos está tal cual era antes.
El jefe de Gobierno porteño también estuvo en la Casa Rosada el día en el que Kirchner presentó su Plan de Vivienda y tampoco notó un clima hostil. Al regresar a su despacho contó que llegó un rato antes del acto y el santacruceño lo incorporó a una charla que tenía con otros dirigentes; que se acercó, lo abrazó y hasta le hizo un chiste: le preguntó si quería ser jefe de la Policía Federal. “Todo fue en tono muy jocoso y sin pases de factura”, fue su síntesis del encuentro.
Los ibarristas analizan que el hecho de que su disenso haya sido tolerado es un dato auspicioso para la estrategia política que se han trazado a futuro. En concreto, el plan es armar una fuerza de centroizquierda anclada en la Ciudad, pero de alcance nacional, en el marco de su alianza con Kirchner.
Ibarra trata de convencer a sus socios de que ese armado político les será de utilidad. Les explica que se trata de un espacio que ellos no pueden contener, pero que él sí puede hacerlo y encolumnarlo desde una posición de aliado al Gobierno. La impresión de que desde el kirchnerismo perciben sus movimientos como una amenaza hacía suponer a los hombres de Ibarra que ese proceso planteaba “un escenario de fuerte disenso” y que la reacción sería de “mucha virulencia”. Hoy no piensan lo mismo. “Lo que quedó demostrado –dicen– es que el kirchnerismo acepta e incorpora el disenso y que en un marco de alianza cada uno puede plantear sus posiciones.”