EL PAíS
› ROSATTI ASUMIO SIN DISCURSO PERO CON APOYO
Una jura con silencio muy sonoro
› Por Mario Wainfeld
La espera para la jura en el Salón Blanco, medida desde la hora de su convocatoria, insumió 50 minutos. El acto mismo, apenas algo más de un cuarto de hora. Como era de esperarse no sonó la marchita peronista. Tampoco el Himno, que a veces se escucha. Tampoco el –usual y ayer especialmente esperado– discurso de Néstor Kirchner. El Presidente optó por el silencio, por no responderle al ex ministro de Justicia Gustavo Beliz. Ser Presidente tiene sus privilegios: ese silencio fue lo más sonoro y llamativo de la templada asunción de ayer.
Pudo ser cálida porque se trataba de una templada, insólita tardecita de invierno. También porque el Salón Blanco estaba excedido en su capacidad, engendrando un sensible calor humano. Pero la ceremonia no pasó de templada. No hubo vítores, ni cánticos, ni aplausos rabiosos. Tal vez fue adrede. Los concurrentes se esmeraban en mostrar pertenencia, serenidad. Toda asunción tiene su liturgia, su mensaje. El mensaje de ayer era “acá estamos. Acá no ha pasado nada”. Sí se hubiera traducido a cantitos de tribuna, ajenos al protocolo de ayer: “es para Beliz que lo mira por TV”.
- Pompa y circunstancia (pocas): Kirchner le tomó juramento al nuevo ministro Horacio Rosatti. La sonrisa del Presidente brotó cuando empezó a leerle la consabida fórmula y se estiró de oreja a oreja cuando se estrecharon en un abrazo. Los otros dos funcionarios entrantes, el titular de la Sigen Miguel Pesce y el secretario de Seguridad Alberto Iribarne, no juraron. Se les entregó copia de los decretos que los designaron, lo que les permitió dirigirse al centro del estrado y saludar a Kirchner.
Ahí se hizo sonoro el silencio. Todos esperaban la alocución presidencial. Pero presto, advertido de que debía apurarse, el locutor oficial anunció el fin del acto.
- Chistes sí: Kirchner se dedicó a saludar a todos los que quisieron acercársele y se permitió bromear sobre Beliz con un movilero de Caiga Quien Caiga. Ante una pregunta provocativa le aseguró que recomendaría a Beliz para un trabajo. “¿Para hacer qué?”, insistió el notero. “Para ayudarte a vos”, dobló la apuesta el Presidente.
Fuera de broma, no pronunció palabra.
- La metáfora del eyectado: “Si usted tira a una persona por la ventana desde un piso alto, seguro que cuando llega al piso se mata. Pero, mientras va cayendo, seguro que lo insulta a los gritos”. La elegante figura, reformulación del famoso consejo de no dejar heridos en política, fue pronunciada por un alto integrante del Ejecutivo que ponía en duda la necesidad de zarandear tanto a Beliz antes de despedirlo. O más bien, la necesidad de no zarandearlo, de no hablarle, de no dedicarle una reunión, un diálogo con el Presidente.
Entre sus pares del gabinete, digamos hace una semana, la única persona que hablaba bien fuera de micrófono de Beliz era el jefe de Ministros, Alberto Fernández. Ayer ya no lo hacía ni en público ni en privado. Pero aunque nadie lo añoraba, hay en el Gobierno quien piensa que se podía haberlo desplazado sin tanta severidad y que tal vez eso hubiera ahorrado o mitigado la reacción del ex ministro. Claro que el sector más cercano a Kirchner, el de raigambre pingüina, coincide (cuándo no) con el estilo K. “Había que reforzar la autoridad. Un desafío al Presidente no habilita un debate, ni una tertulia, ni un mimo. Mucho menos un puente de plata o una embajada para compensar al que se va. Esos son códigos de la vieja política, que Néstor detesta y que no hay por qué acatar”, reflexionaba, justificaba un hombre del Sur que suele estar on line con los deseos y hasta con el subconsciente de Kirchner.
La autocomplacencia del disco rígido del gobierno con las acciones del Presidente es proverbial. Ultimamente, deja la impresión de ser demasiado automática. La “sensación térmica” de los mensajes los oyentes que llamaron a las radios porteñas otorgó a Beliz bastante mayor credibilidad que la que le asignan en la Rosada, donde hacen cola para odiarlo. Entre los asistentes al Salón Blanco, gente politizada por definición y mayoritariamente afín al Gobierno, predominaba la impresión de que los modos de Kirchner fueron impolíticos y que sientan un precedente riesgoso. “La voz de la calle” y un sentido común político coinciden, lo que no es tan usual. Y da la sensación que su visión es más sensata que la que predomina en la Rosada. Más allá de los “méritos” que pudo haber hecho Beliz, todo indica no se justificaba el modo en que se implementó el abrupto despido.
- Promesa: “Hay una política de gobierno que es no criminalizar la protesta social, algo que no es materia de seguridad sino un tema político, económico y social” explicó Iribarne en parcas, sensatas, previsibles declaraciones ulteriores al acto relámpago. El secretario de Seguridad vuelve a un cargo que ya ejerció y que cualquiera puede considerar un karma. “Alberto –decía un miembro del Gabinete que lo quiere bien– debe ser la única persona que hace dos veces la colimba”. El supuesto perjudicado no lucía tan incómodo, aunque sí ruborizado cuando saludó al Presidente.
El gobernador Felipe Solá, que lo conoce desde el Colegio Nacional, lo saludó con afecto. Jorge Obeid y Aníbal Ibarra eran otros gobernantes que dijeron presente. Los ministros del gabinete nacional garantizaron presentismo alto, como es de rigor. José Pampuro, de viaje en Chipre, tuvo ausente justificado. El triunvirato que conduce la CGT –Susana Rueda, Hugo Moyano, José Lingeri– acompañó, en la primera fila de invitados. No se hicieron ver dirigentes del movimiento de desocupados. Pero, algo es algo, tampoco hubo problemas en las movilizaciones piqueteras, en Puente Pueyrredón y frente a Repsol. Hubiera sido un mal presagio.