EL PAíS
› OPINION
Retomar la ofensiva
› Por Alfredo Zaiat
El contundente documento del Ministerio de Economía sobre la estrategia del Fondo Monetario Internacional viene a poner un poco de sentido común. Roberto Lavagna se jugó a que con el Plan Buenos Aires de reestructuración de deuda, que reconoce los intereses caídos y casi triplica la tasa de los nuevos bonos respecto de la de Dubai, recibiría la bendición del poderoso Grupo de los Siete. Desde la presentación de esa mejora sustancial de la oferta a los acreedores no recibió ni siquiera un guiño de ese selecto grupo de países. Más bien fueron cachetazos uno tras otro que, como ya se sabe, reciben el tratamiento condescendiente del establishment y de ciertos comunicadores que siguen insistiendo con la ingenuidad de “pertenecer al mundo o que hay que dejar de dar la espalda al mundo”. El discurso había quedado otra vez dominado por esa lógica de sumisión, dando vuelta la taba de la responsabilidad. Parecía que la Argentina, luego de comprometerse a un superávit fiscal aún mayor que al ya extraordinario del 2,4 por ciento del PIB, era el factor “irresponsable” en la negociación con los acreedores defolteados. Nada más lejos de la verdad histórica.
A medida que avanza la relación con el FMI se van conociendo las mañas de cada uno de los protagonistas. Por ese motivo, el discurso de seguir el proceso de salida del default minimizando las diferencias con la burocracia de Washington ya no tuvo efecto. Del otro lado del mostrador probaron que los argentinos gritan pero luego pagan religiosamente. Entonces arremetieron postergando la tercera revisión, no sólo pidiendo aumentos de tarifas y más pagos a los acreedores, sino presionando para alterar la base de sustentación de la actual recuperación económica. Esto es: interrumpir las intervenciones cambiarias del Banco Central para dejar que el dólar baje a niveles de 2,30 pesos. De esa forma, con el mismo superávit fiscal se podría comprar más dólares para girar a los bonistas defolteados.
Inicialmente, la respuesta a Anne Krueger, la ideóloga de hacer penar a la Argentina, fue subir la apuesta: en momentos de merma de liquidación de divisas por los exportadores, Alfonso Prat Gay siguió comprando dólares en cantidad (septiembre, mes que se define su continuidad al frente del BC, está muy cerca para plantear disidencias) para acomodarlo cerca de los 3,10. Y el documento que difundió ayer Lavagna viene a recuperar el terreno perdido en estos meses de ingenua política defensiva esperando la venia del FMI. A esta altura, y con los millones que hay en juego, no es oportuno pecar de inocente.