EL PAíS
› EL ESTALLIDO DE LA FABRICA MILITAR DE RIO TERCERO
Una onda expansiva sin fin
Dos víctimas de la explosión de la fábrica militar de Río Tercero reclamaron al Gobierno y a la Defensoría del Pueblo una reparación por los daños que subsisten en los habitantes de la ciudad.
› Por Adriana Meyer
En noviembre de 1995 les cambió la vida. Raúl Córdoba y Oscar Gigena estaban en distintas partes de la ciudad de Río Tercero pero sufrieron por igual las dos explosiones ocurridas en la fábrica militar, a las que prefieren llamar “sabotaje” en lugar de atentado. Casi nadie en la ciudad duda de que lo sucedido tuvo la intención de destruir evidencias de la venta ilegal de armas, el caso que llevó a la cárcel al ex presidente Carlos Menem. Así lo entendieron la Aduana y un fiscal del fuero penal económico. Pero los juicios que investigan estos hechos, que causaron 7 muertos, miles de heridos y millonarios daños, están empantanados. Y el Estado pagó las indemnizaciones en forma insuficiente e irregular, según contaron Córdoba y Gigena a Página/12. También hablaron de las muertes dudosas, los suicidios y las “rajaduras en el alma” que persisten. Estuvieron en Buenos Aires y dejaron en la Casa Rosada y en la Defensoría del Pueblo una propuesta que repararía, al menos en parte, el sufrimiento que aún padecen cientos de damnificados.
“Hace cuatro años estuvimos en el Senado con la misma propuesta pero nos atendieron mal. Esta vez el clima fue otro. Por lo menos en lo humano nos vamos más conformes. Esperemos que cumplan”, resumen estos dos hombres de mirada amable y modales pausados.
–¿Ya nadie duda de que hubo intencionalidad en la explosión?
O. Gigena: –Si hubiera sido un accidente volaba todo. Pero hay que diferenciar entre atentado y sabotaje. Este último se hace desde adentro del Estado, mientras que el atentado parece que es alguien de afuera. La realidad es que lo hicieron desde adentro para tapar las pruebas de la venta ilegal de armas.
–¿Así piensan hoy en Río Tercero?
O.G.: –En su mayoría la gente piensa esto. Además, ahora le están reclamando a (Néstor) Kirchner que cumpla con su promesa de reactivar la fábrica. Durante el gobierno de (Carlos) Menem hubo dos decretos que reconocían el daño por lesiones físicas, a los inmuebles y a los autos. Pero sólo daban seis meses para presentarse y hay gente a la que la casa se le empezó a rajar mucho después. Al principio los pagos no venían. Y cuando empezaron a llegar vimos apellidos de gente que no era de Río Tercero. A la gente más humilde le pagaron entre 70 y 80 pesos por el daño total de su casa. Cobraron mucha plata allegados al poder.
–¿Qué pasa con las causas judiciales?
O.G.: –La parte penal debería ir a juicio oral, hay cinco imputados, pero no hay fecha del juicio. En la parte civil nuestro abogado apeló la decisión del juez de separar cada causa en un expediente individual. Así cansan a la gente. Pero más que una salida judicial tiene que ser una salida social y política. Planteamos la construcción de 300 viviendas, que el Estado nacional compre los materiales, nos pague la mano de obra que ponemos nosotros y formamos cooperativas. El monto total de dinero que reclama nuestro abogado, que representa a 10 mil personas, es muy alto, unos 160 millones. Pero sugerimos que eso sea un fondo solidario común que permitiría generar trabajo. Esa propuesta la dejamos en la mesa de entradas de Presidencia y en la Defensoría del Pueblo de la Nación.
–¿Qué pasó con las indemnizaciones?
O.G.: –Algunas fueron pagadas, otras no, y otras fueron mal pagadas, pero hay más gente que reclama.
R. Córdoba: –El daño psicológico y moral es un antes y un después en nuestras vidas. Esto no es un invento para demandar a nadie. En Río Tercero una mujer se terminó ahorcando. Por eso decimos que las muertes directas son 7 pero las indirectas son más.
–¿Cómo se sienten a casi nueve años de la explosión?
O.G.: –Es una mezcla de indignación, bronca e impotencia. Tener que venir hasta acá a ver si alguien nos escucha. Creemos que este Presidente es un poco más sensible con los derechos humanos, esperemos que nos escuche.Queremos volver a recuperar nuestras ganas de vivir, el trabajo e incluso la fábrica que nos cortó los brazos.
R.C.: –Las casas se siguen partiendo. En nuestra propuesta también pedimos que el Gobierno ponga un equipo de psicólogos y psiquiatras porque también hay rajaduras en el cuerpo y en el alma.
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