Sáb 18.09.2004

EL PAíS  › KIRCHNER CAMBIA EL CENTRAL PARA
QUE NO HAYA FISURAS EN LA DISCUSION DE LA DEUDA

“Entre Prat Gay y Lavagna, me quedo con Lavagna”

El Presidente vislumbró que podría tener un frente abierto justo en el último tramo de la negociación de la deuda y optó por sacar a Prat Gay del Banco Central. Enviará al Senado el pliego de Redrado, a quien en el Gobierno dan ya como un hombre de Kirchner.

› Por Mario Wainfeld

“La política económica la manejo yo.” “Puesto a elegir entre Lavagna y Prat Gay no tengo ninguna duda. Me quedo con Lavagna.” Las dos frases fueron pronunciadas ayer por el presidente Néstor Kirchner para explicar ante su círculo más íntimo por qué relevó de la presidencia del Banco Central a Alfonso Prat Gay, designando en su reemplazo a Martín Redrado. El sentido de ambas afirmaciones es el que da contexto a la, sorpresiva, decisión. El Presidente, en especial, y su ministro de Economía en segundo lugar recobran poder político con relación al Banco Central, en un momento crucial de la negociación de la deuda externa. El desenlace era impredecible aun para los protagonistas horas antes de producirse. Lo detonaron las exigencias de Prat Gay respecto de la composición del directorio del Central, de sus facultades y sus opiniones (muy críticas) acerca de cómo se está manejando la negociación con el Fondo Monetario Internacional y los bonistas privados.
La noticia la dio a conocer ayer a la mañana el jefe de Gabinete Alberto Fernández, pero se había decidido el jueves por la noche. La semana estuvo regida por una serie de reuniones contrarreloj. Había motivos para apurarse. Prat Gay es presidente interino del Central hasta el 23 de septiembre. Para entonces era necesario renovar su designación. Prat Gay pedía que se le concediera acuerdo por el Senado (lo que le garantizaba un mandato de seis años) y se le permitiera designar un directorio “afín” a su línea política (ver recuadro aparte). La Rosada y Lavagna tenían otras intenciones: prorrogar la designación del banquero central “en comisión” y no darle baza a Prat Gay en la designación de los nuevos directores del Banco. Sí continuaría su socio, alter ego y permanente aliado, el vicepresidente del Banco Pedro Lacoste.

En cuestión de horas

A mediodía del jueves la cuestión, vista desde la Rosada, parecía zanjada. Los decretos prorrogando el mandato de Prat Gay y designando a los nuevos directores (ver recuadro) estaban redactados e inicialados por los ministros respectivos, incluyendo a Lavagna. Pero, a última hora de anteayer, Prat Gay insistió en todas sus exigencias, que fueron consideradas inaceptables por el Presidente. Ambos dialogaron a solas durante una hora en la Rosada, cuando atardecía el jueves. La conversación versó sobre las distintas posiciones en el Banco pero también sobre la política económica y en especial sobre las negociaciones con acreedores externos y organismos internacionales. Desde su designación, acontecida durante el gobierno de Eduardo Duhalde, Prat Gay solía charlar sobre el decurso de la economía con el jefe de Gabinete. Lo hizo con Alfredo Atanasof mientras gobernaba Duhalde y acostumbraba hacerlo con Alberto Fernández, con quien se prodigan un trato cordial. Una costumbre, dicho sea de paso, que siempre fastidió a Roberto Lavagna, quien recelaba de esa informal “auditoría externa”.
Claro que en esta ocasión el diálogo con Fernández fue más tirante, aunque siempre cortés. Prat Gay porfiaba en su necesidad de tener un respaldo institucional para acometer la segunda etapa de su gestión. En la práctica, eso se traducía en la necesidad de contar con un directorio que le fuera más cercano. Fernández intentó convencerlo de que las nuevas designaciones no interferirían en la gestión, como no lo hizo el actual directorio. Según comentan allegados al banquero central, ese fue el principal punto de disenso y luego de ruptura.
En la Rosada, allegados muy cercanos al jefe de Gabinete y al propio Presidente añaden a ese relato otro elemento para ellos decisivo: las lapidarias críticas de Prat Gay a la negociación por la deuda en general y a Lavagna en especial. Críticas que, relatan, fueron formuladas sugiriendo “mejorar” la propuesta de canje a los bonistas privados. “Nos dijo que el rechazo de la oferta iba a ser muy amplio, que debíamos ofrecer un pago adicional en efectivo. Pintó, para el caso de no hacerlo, un escenario sombrío”, relata un conspicuo habitante del primer piso de la Rosada. Al Presidente, asegura alguien que suele ser su confidente, el discurso le sonó pronunciado desde una posición más cercana al interés de los bonistas que al de un funcionario argentino. “Quería matar a Lavagna y hacernos pagar 2000 palos verdes”, cuentan que contó, muy enojado, Kirchner.
Las críticas a Lavagna que fueron muy duras, fueron leídas en la Rosada como un augurio de división del frente interno justo cuando el canje de bonos entra en su faz decisiva. Prat Gay viene formulándolas desde hace bastante tiempo, sí que ante círculos muy pequeños. El ostensible perfil bajo del banquero central saliente no ha obstado, empero, para que sus posturas fueran conocidas públicamente.
Se remontan al pasado pues Prat Gay viene diciendo (aún desde antes de recalar en el Central) que las ofertas a los acreedores debieron hacerse antes, en plena malaria argentina. A su ver, en esas circunstancias los acreedores hubieran transado con una propuesta muy modesta, perdidos por perdidos.
Situado en el presente, Prat Gay reprobó el modo en que se propuso a la oferta a los acreedores. Describió que Lavagna, para posicionarse políticamente en Argentina, sobreactuó dureza y arrogancia con las contrapartes, ganándose superfluo encono del FMI y del G-7. “La oferta que hicimos es un esfuerzo enorme, que se vendió muy mal”, dicen que dijo. Agregan que auguró un escenario muy duro para 2005, año en que comienzan los vencimientos de los BODEN emitidos tras el default.
La diatriba de Prat Gay al modo de reestructuración de la deuda seguramente anidó un implícito que solía caracterizar a su pensamiento íntimo: que había una gran diferencia de criterios entre Kirchner y Lavagna. Y que el Presidente estaba algo desinformado sobre el curso de las negociaciones y su lógica. Quizás el momento en que formuló su pensamiento fue especialmente contradictorio con su percepción. En los últimos meses las coincidencias entre Kirchner y Lavagna sobre este punto han sido muy altas. Y los reproches al exceso de excedente y a la actitud desafiante ante los poderes internacionales sonaron a oídos de Kirchner y Fernández no ya como un cuestionamiento, no ya contra Lavagna sino contra el mismo Presidente.

El corto adiós

Prat Gay trabajó con dos presidentes a quienes no conocía con antelación y con ambos se llevó bien. Su relación con el ministro de Economía de ambos, Lavagna, fue cortés pero mucho más conflictiva. El banquero central siempre pensó que Lavagna “le vendía cambiada” la realidad al Presidente. Y Lavagna, que ayer no llamó por teléfono al funcionario saliente, sospechó siempre que la dupla Prat Gay-Lacoste iba a por su ministerio.
Prat Gay es un curioso keynesiano incubado en la banca internacional y tiene muchos puntos de vista comunes con la política económica actual.
Y, paradójicamente, el Gobierno no tiene nada que despotricar respecto de la política realizada por Prat Gay. De hecho, su sucesor coincidió con Alberto Fernández en continuar con la actual política monetaria dedicada esencialmente al control de la inflación. Y a tener entre ceja y ceja “las metas de inflación”, caballito de batalla de Prat Gay.
La falta de diferencias tajantes sugiere que lo que detonó la salida fue la combinación de exigencias (algo que a Kirchner le suele caer muy mal) con una prédica agorera que fue vista como preludio de divisiones internas, algo que Kirchner aborrece. Así las cosas, ante un escenario inesperado, Kirchner optó por acentuar la coherencia de su equipo y el control de todas las áreas de su gobierno. Algo similar a lo que obró cuando eyectó a Gustavo Beliz.
Una vez decidido a discontinuar a Prat Gay, el Presidente hizo todo rápido. Pidió a su secretario Daniel Muñoz que buscara a Redrado. Lo encontró en un avión que volaba desde Madrid a Buenos Aires. Eran las once de la noche hora argentina, madrugada según el huso de Barajas. Redrado dormía cuando recibió un pedido de llamada. Se comunicó con Kirchner, quien le prodigó un breve elogio por sus calidades técnicas, por “sus contactos nacionales e internacionales” y le ofreció el cargo. Redrado respondió que estaba muy sorprendido y que sí, no necesariamente en ese orden. Llegó a Ezeiza en la madrugada, se dio una ducha y disparó a la Rosada para redondear una conversación más cartesiana con Alberto Fernández, uno de los funcionarios del Gobierno que más lo venía elogiando antes del jueves. Hasta entonces había unos cuantos que lo criticaban, en especial en altos rangos de la Cancillería.
Redrado también se hizo tiempo para cruzar Hipólito Yrigoyen y visitar a Lavagna, con quien tiene una excelente relación. Lavagna suele elogiar a Redrado por su capacidad y su “prolijidad” técnica. El pliego de Redrado será enviado el lunes al Senado, que no suele ser muy proclive a demorar o discutir las mandas presidenciales. Será aprobado en un lapso muy breve, algo que contribuirá a acelerar Kirchner cuando viaje a Nueva York con Miguel Pichetto (presidente del bloque de senadores del PJ) y con el “Negro” Jorge Yoma, quien lidera con sonrisas y mano de hierro la Comisión de Asuntos Institucionales del Senado. Será un trámite, como agrada al Presidente.
El presidente del Banco Central para los próximos seis años (lapso que excede largamente el mandato de Kirchner) será alguien inesperado. Se supone que su programa no será muy distinto que el que vino aplicando Prat, pero su relación con la Rosada y Economía será diferente. La autonomía del Banco Central, una garantía constitucional, sin duda estará en el centro de futuros debates.
“La autonomía del Central se mantendrá a rajatabla”, aseguraban ayer voces cercanas a Redrado y al jefe de Gabinete. “Redrado es Kirchner” definía (sintetizando ante tempus esta nota que ya termina) uno de los contados funcionarios nacionales que tiene confianza tanto con Kirchner como con Lavagna. La primera afirmación se irá corroborando o refutando con el tiempo. La segunda es todo un dato.

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