Lun 11.10.2004

EL PAíS  › EL DERECHO A DECIDIR Y LA LEGALIZACION DEL ABORTO, PESE A LOS ATAQUES

Igual los pañuelos verdes marcharon

Aunque un clima muy agresivo que llegó al sabotaje quiso impedir el XIX Encuentro de Mujeres en Mendoza, se realizó con éxito la marcha de unas 20 mil personas reclamando incluso el derecho al aborto si fuera necesario, como parte de la facultad de decidir sobre la propia persona.

› Por Marta Dillon

Desde Mendoza

Ni las agresiones verbales, ni los golpes a las mujeres que, identificadas como parte del XIX Encuentro Nacional de Mujeres, de pronto se encontraban solas, ni las 300 personas –la mayoría hombres– que formados con disciplina gritaban “¡vida!” frente a la Iglesia de los jesuitas al paso de la marcha de casi diez cuadras pudieron evitar que las 20 mil mujeres que se dieron cita en Mendoza para debatir sobre un arco amplísimo de temas hicieran escuchar sus consignas históricas: el derecho a decidir sobre sus cuerpos, el derecho a abortar si es necesario, el derecho a una anticoncepción segura.
El reclamo se hizo visible en miles de pañuelos verdes –incorporados desde el año pasado como un distintivo inconfundible– sobre las cabezas, alrededor de los cuellos, las cinturas o agitándose al viento como banderas y que acompañaron otra exigencia que este año se escuchó con mucha fuerza: la libertad de las y los detenidos en protestas sociales y de las mujeres que están presas por haberse defendido de la violencia de género.
Pocos mendocinos recuerdan una marcha tan multitudinaria como la de ayer, mucho menos en la coqueta esquina de Belgrano y Emilio Civit, donde se dio la convocatoria. Es que ésa es la cita obligada del domingo a la tarde para la clase media, cuando las dos heladerías más tradicionales de la provincia suelen llenarse de motos y jóvenes que muestran el bronceado conseguido durante el fin de semana.
Si los diarios locales insistían ayer con la “invasión” de mujeres, para quienes desprevenidamente estacionaron sus autos cerca de la cabeza de la inmensa columna de mujeres gordas, flacas, jóvenes, viejas, provincianas, aborígenes, obreras, desocupadas, feministas, “putas, travestis y lesbianas”, como decía una de las consignas, el anuncio no podía tener contornos más nítidos. A esa hora del domingo, cuando el sol detrás de la cordillera empezaba a ser un recuerdo, la catarsis del baile y las consignas gritadas a voz en cuello funcionaron como un vaso de agua en el desierto. “¡Qué momento, a pesar de todo les hicimos el encuentro!”, se cantó con fuerza y con la plena conciencia en las miles de mujeres de que había un destinatario para ese desafío.
Porque si en diecinueve años consecutivos de encuentros las más experimentadas recuerdan más de una provocación de grupos fundamentalistas hacia la posibilidad de que las mujeres debatan en soledad y tomen decisiones autónomas, esta vez la agresión fue violenta y organizada.
Tanto que la Red Mendocina de Derechos Humanos (que integran Madres de Plaza de Mayo, la APDH, el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos, H.I.J.O.S., la Red de Abogados por los DD.HH, la secretaría de la CTA en este tema, la Liga por los Derechos del Hombre, la Casa de la Cultura y Familiares de detenidos desaparecidos) llamó a una conferencia de prensa para denunciar y repudiar una seguidilla de atentados que se iniciaron con las pintadas que se oponían, en este caso haciendo gala de pluralidad, a casi todo (No al aborto, a la anticoncepción, las lesbianas, las travestis, el zurdaje, las autoconvocadas, la educación sexual y los preservativos) y fueron creciendo en intensidad hasta que la misma empresa de electricidad –Edemsa– denunció que se había colocado un explosivo casero en una central eléctrica que abastecía de luz, justamente, al Club Pacífico, el lugar donde las mujeres iban a tener su fiesta de final de Encuentro.
“Hemos recibido múltiples denuncias que indican la presencia de personas organizadas que se autoidentifican como pertenecientes a la Iglesia Católica que mediante hechos de violencia han intentado imponer su criterio”, dice el comunicado de la Red, que termina exigiendo al Gobierno que investigue la existencia de una “asociación ilícita que integren quienes han participado de estos hechos”. Esta denuncia, que acompañó también Amnesty International con un comunicado aparte y que fue presentada junto con la comisión organizadora del Encuentro, es la más fuerte de que se tenga memoria en estos 19 años de debates horizontales, abiertos y participativos. Sólo cuando la sede estuvo en San Juan –casualmente la provincia vecina– las agresiones fueron tan belicosas como esta vez.
¿Por qué pensar en una asociación ilícita y no en papistas aislados? “Evidentemente hubo una coordinación en los hechos, una planificación para intervenir en los debates usando escribanos o abogados dispuestos a labrar actas o montar escenas con presencia policial; y eso no se improvisa un sábado o un domingo de un fin de semana largo”, dijo el abogado de la Red Mendocina de DDHH, Alfredo Guevara. Desde la comisión organizadora del Encuentro también se denunció una maniobra que necesitó de cómplices y antelación: se compraron las plazas reservadas de cientos de alojamientos para ocuparlos con contingentes católicos, desplazando a quienes habían pagado anticipadamente su reserva. “El sábado a la noche –dijo una de las integrantes de la comisión– hubo 250 mujeres que no tenían dónde dormir.” Pero a eso hay que sumarle la agresión a un micro de una delegación de La Matanza, dentro del que se hicieron explotar petardos, y los golpes que recibió Sara Torres, investigadora porteña y especialista en el tema de trata de personas.
Sin embargo, las mujeres se hicieron oír y aun cuando la estrategia de participación de los grupos pro vida estuvo bien organizada –como los talleres son abiertos, terminaba uno y corrían a hacer número en otro–, y hasta contó con el apoyo fuera de las escuelas de la mirada amenazante de jóvenes con remeras de colegios católicos, nada logró impedir que en las conclusiones quedara escrito que la gran mayoría, tantas que los quince mil pañuelos verdes que se habían impreso no alcanzaron para todas las que lo demandaban, exige que el derecho al aborto sea seguro para todas y gratuito. “Hasta en el taller de Derechos Humanos se vinieron a meter –dijo Nora Cortiñas, con pañuelo blanco en la cabeza y verde en la mano–, pero nosotras seguiremos diciendo que la despenalización del aborto es un tema de derechos humanos que es urgente tratar, porque las que se mueren son pobres. No tienen por qué hacer hablar a chicas jóvenes como si fueran obispos, porque ellas no saben el modo en que la jerarquía eclesiástica bendijo los campos de concentración de donde se robaban a los bebés o provocaban abortos bajo tortura.”
La marcha, además, dio cuenta de la composición diversa y plural del Encuentro que suele desdibujarse durante los debates que se organizan en decenas y decenas de grupos de no más de cuarenta que se vieron atravesados por el conflicto en torno del aborto –más allá de la temática particular– y por el reclamo unánime de la descriminalización de la protesta social y por la libertad de mujeres como Romina Tejerina –detenida por matar, en el momento de parir, a la hija que tuvo producto de una violación–, Claudia Sosa –presa por matar a su marido golpeador en defensa propia– o Marcela, la mujer que está presa por haberse practicado un aborto.

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